Cualquiera que lance una mirada al pasaporte de Mavis Mago descubrirá que Sudáfrica fue su meta preferida para disfrutar "vacaciones".
Durante los últimos cuatro años, Mago ha estado en Johannerbusgo más de 10 veces con el pretexto de ir de vacaciones, si bien jamás pasó una sola noche en un hotel de la ciudad, y desconoce los centros balnearios de Durban y Ciudad del Cabo.
Una vez en Sudáfrica, Mago se instala sobre el pavimento de Park Station, una terminal de minibus que se ha transformado en refugioo temporal de viajeros sin dinero, procedentes de lugares tan remotos como Zaire.
Mago y miles de connacionales de Zimbabwe, la mayoría mujeres, son empujados por la pobreza a viajar más de 1.000 kilómetros desde la relativamente segura Harare a la violenta Johannesburgo, donde compran mercaderías para revender en casa.
Todos los días, cientos de personas pueden ser vistas haciendo fila en la calle, frente a las oficinas en Harare del Alto Comisionado de Sudáfrica. Por lo general, ocho de cada 10 personas de la fila son mujeres.
Sin embargo, la red se está cerrando sobre los pequeños comerciantes pendurales de naciones vecinas porque Pretoria ha endurecido su reglamentación para conceder visas.
"El desempleo es muy alto en Sudáfrica y los extranjeros solo empeoran la situación, de modo que hemos endurecido los controles de visado", declaró aquí un funcionario del Alto Comisionado. "Si el solicitante de la visa está desemplado, su posibilidad de conseguir la visa es nula".
Ni siquiera la blanca camiseta con la bandera sudafricana estampada que luce Mago podría ayudarla a obtener la visa. "Pedí la visa esta mañana pero quedé turbada porque comprobé que tengo prohibido solicitar el pasaporte por un año", contó.
El relativo desarrollo de Sudáfrica -su producto interno bruto (PIB) supera ampliamente al PIB conjunto de los otros 11 países de la Comunidad de Desarrollo de Africa del Sur (SADC)- atrae a comerciantes e inmigrantes de muchas naciones.
Algunos incluso llegan de Asia y Europa, pero la mayoría proceden de los vecinos Mozambique, Swazilandia y Zimbabwe, donde el desempleo supera el 50 por ciento.
Mientras los sudafricanos tienen en principio pocos problemas con los comerciantes, creen que muchos de aquellos que van y vienen terminan por quedarse ilegalmente.
Cálculos oficiales estimaron la cantidad de inmigrantes ilegales en Sudáfrica en 8,5 millones, y el gobierno afirmó que gasta más de 55 millones de dólares (estadounidenses) anuales para brindarles servicios sociales.
Los comerciantes se quejaron de haber sido castigados injustamente. "Deberían encargarse de aquellos que permanecen en su país ilegalmente y no perjudicarnos nosotros", dijo una mujer a la cual le negaron la visa en Harare.
"Mi esposo no trabaja porque fue despedido temporalmente y tenemos hijos a cargo. Lo que esa gente hizo es matar mi única fuente de recursos", añadió con aire resignado. "Al menos los bienes son baratos en Sudáfrica y yo los puedo vender aquí con alguna ganancia".
"Rechazaron mi solicitud de visa porque estoy desempleada y no dispongo de un mínimo de 200 dólares estadounidenses en mi cuenta de ahorro", señaló.
Mientras la mayoría de los pequeños comerciantes ganan más de esa suma con sus ventas, a otros resulta difícil mantener esa cantidad en sus cuentas bancarias.
"Estoy sin trabajo, ¿de donde esperan que consiga ese dinero?", se quejó otra mujer que ha estado viajando a Sudáfrica desde hace cinco años. "Sí, yo obtengo más de 200 dólares de las mercaderías que revendo, pero el dinero no dura para siempre… Tenemos familias que mantener, alquileres y aranceles escolares que pagar.
Sin embargo, ni siquiera los 200 dólares depositados en el banco constituyen una garantía.
Frustrados solicitantes dijeron que los funcionarios invocaron otros motivos para negarles la visa, incluyendo el hecho que eran solteros -más susceptibles de permanecer en Sudáfrica-, o por el hecho que estuvieron en el país en muchas ocasiones.
"Si en alguna oportunidad alguien se quedó más tiempo del permitido en la visa, entonces se puede olvidar de obtener otra", declaró un individuo jóven que permaneció cinco días más de los autorizados en su último viaje y ahora trataba de convencer a los funcionarios del Alto Comisionado que fue un "involuntario error".
"Si no hay nada que hacer, probaré ir a Sudáfrica a través de Botswana", dijo.
La decisión de Pretoria de restringir el ingreso al país echó un jarro de agua fría sobre la idea de integración regional expresada en varios foros, una de cuyas disposiciones era la libre circulación de personas y mercaderías en la región.
En la reunión realizada en Lesotho en agosto último, funcionarios de la SADC estimaron que demandará ocho años concretar ese objetivo. No obstante, mientras otros países presionan por la libre circulación de personas, Pretoria teme ser inundada por un torrente de buscadores de trabajo. (FIN/IPS/tra-en/lm/kb/ego/pr).
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