RUSIA: Lebed, el general con horizonte presidencial

La salud del presidente de Rusia, Boris Yeltsin, volvió a concentrar el foco de la ansiedad pública, tras una rápida asimilación de los dramáticos acontecimientos que culminaron la semana pasada con el despido del secretario general del Consejo de Seguridad Nacional, general Alexander Lebed.

La operación de corazón que deberá soportar Yeltsin a mediados de noviembre emerge como uno más entre los frecuentes hechos de "vida o muerte", "cruciales" o "vitales" que han hecho de la actual vida política rusa algo no recomendable para cardiacos.

General con prestigio popular y experiencia de guerra en Afganistán, Lebed es un defensor de "la ley y el orden". Su candidatura a la Presidencia le ubicó tercero en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el 16 de junio.

Su apoyo a Yeltsin en la segunda votación fue decisivo para la reelección del Presidente, que después le convirtió en su asesor en materia de seguridad y secretario general del Consejo de Seguridad Nacional.

Los analistas políticos suelen coincidir con la previsión hecha por el propio Lebed sobre su futuro, cuando dijo, la semana pasada, con el inconfundible tono de un "duro" del cine de Hollywood: "Volveré". Ese futuro, sin embargo, depende de los latidos del corazón del Presidente.

También es general la opinión de que Lebed puede significar, ahora más que nunca, una gran amenaza para la élite política. Los sondeos de opinión le confirman como el político más popular.

Su principal carta de triunfo es el único éxito concreto que obtuvo en los cuatro meses de actuación en el Kremlin: el acuerdo de Jasavyurt, concluido el 31 de agosto, que terminó con la guerra de Chechenia, un tema que recibía la más alta prioridad en los estudios de opinión pública.

Por cierto, algunos observadores entienden que la destitución de Lebed, después de un período de lucha sin precendentes dentro del Kremlin, marcó el comienzo de una carrera para determinar quién será el próximo presidente de Rusia.

Si el Presidente dejara el cargo por incapacidad, sería reemplazado interinamente por el primer ministro y se convocarían nuevas elecciones en el plazo de tres meses.

El cese de Lebed se debió, según la opinón más generalizada, a sus dificultades para funcionar dentro del entorno presidencial. El Presidente nombró este sábado a Iván Rybkin, ex presidente de la Duma (cámara baja del Parlamento), al frente del Consejo de Seguridad Nacional.

En una conferencia de prensa convocada despúes de su despido, Lebed dijo que él era una "oveja negra" en el Kremlin, y culpó de su destitución al primer ministro, Viktor Chernomyrdin, y al jefe del gabinete presidencial, Anatoly Chubais.

Muchos analistas solían hablar de que la Rusia posterior a las elecciones tenía en verdad tres gobiernos: el gabinete de ministros dirigido por Chernomyrdin, el equipo presidencial bajo la jefatura de Chubais y el Consejo de Seguridad, de Lebed.

"Yo era un obstáculo a los planes de Chubais para instaurar una regencia", dijo Lebed. "El quiere ser presidente".

La decisión de Yeltsin, no obstante, respondió a una pública acusación del ministro del Interior, Anatoly Kulikov, quien afirmó que Lebed preparaba un golpe de Estado.

Las declaraciones de Kulikov se inscribieron en una campaña poco frecuente de rumores, que se intensificó a medida que empeoraba la salud del Presidente.

El ex jefe de la guardia personal de Yeltsin, Alexander Korzhakov -despedido por el Presidente el verano pasado y ahora aspirante a un escaño parlamentario con el apoyo de Lebed- se unió al forcejeo declarando que posee "comprometedores materiales" que involucran a altas figuras del Kremlin.

"La expulsión de Lebed demuestra que Chernomyrdin y sus aliados no hallan otra alternativa que aprontarse para una posible elección anticipada, aunque preferirían mantener el statu quo, con Yeltsin en su puesto", escribió el comentarista político Dmitry Pinsker en la revista Itogi de Moscú.

Poco después de ingresar al Kremlin, Lebed comenzó a chocar con Chernomyrdin y Chubais, en particular cuando intentó colocar la política económica bajo el paraguas de los "asuntos de seguridad nacional".

La destitución de Lebed no fue apoyada únicamente por sus enemigos del Kremlin, como Chernomyrdin, sino también por otros líderes políticos, e incluso la Duma aprobó casi por unanimidad una moción de apoyo a la decisión de Yeltsin.

Asimismo fue favorable la reacción de la prensa, en especial la del diario liberal de Moscú, Nezavisimaya Gazeta, que reflejó el punto de vista de ese sector político y dijo que la decisión "seguramente hará descender las tensiones".

Lebed se va ahora liberado de toda responsabilidad futura en el proceso de paz en Chechenia, lo que significa que no podrá ser culpado de una eventual ruptura. También podrá alegar que no tuvo tiempo suficiente para ejecutar los planes de lucha contra la delincuencia, que son parte de su programa político.

En este momento, su imagen es la de un adalid de la ley y el orden, ante un electorado sacudido por los diarios problemas del no pago de salarios, la corrupción y el delito. Es probable que estas credenciales le coloquen como favorito entre los candidatos a la próxima elección presidencial.

Algunos analistas, sin embargo, piensan que Lebed no es ningún "caballero de brillante armadura".

"Por cierto que Lebed tiene un instinto político agudo, pero de ninguna forma es mejor que los demás", afirmó Adrei Piontkovsky, director del Centro de Estudios Estratégicos de Moscú.

"En diversas ocasiones ha declarado sin ambages que él no es ni un 'demócrata' ni un 'comunista'. Al apoyar propuestas económicas contradictorias ha demostrado que tampoco tiene ideas claras para el renacimiento económico de Rusia".

Según Piontkovsky, los instintos del general son "los de un dictador, alguien que busca el poder absoluto. Sólo que ahora, dado el espíritu que predomina en el país, son realmente buenas sus posibilidades de llegar al poder por medios democráticos".

Los expertos predicen, no obstante, que el Kremlin intentará aislar a Lebed lanzando nuevos ataques contra su persona, en particular insistiendo en sus supuestos planes de dar un golpe de Estado y utilizando para ello los medios estatales de comunicación.

En este intento el grupo en el poder podría contar con la complicidad de los comunistas, que en los últimos meses ha acentuado su cooperación con el gobierno en asuntos económicos.

El líder comunista, Gennady Zyuganov, no podría igualar a Lebed como actor político ante el pueblo ruso.

Las aspiraciones presidenciales de Lebed, sin embargo, no dependerán de sus propias acciones sino de la salud de Yeltsin. Si el titular de la Presidencia muriera o dimitiera por razones de salud, el general tendría grandes posibilidades de ganar las elecciones subsiguientes.

Su reciente actuación pública le permitiría organizar una coalición de fuerzas opositoras, cosa que Zyuganov no estaría en condiciones de formar. (FIN/IPS/tra-en/ss/fn/arl/ip/96

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