PERU: El duro retorno de los refugiados de la guerra civil

Valentina Huaman, viuda, 63 años, analfabeta, llevando sobre la cabeza un voluminoso colchón de espuma de goma, sube penosamente el sendero que la conduce de retorno a Sarhua, la aldea peruana de donde escapó hace siete años de la violencia política.

Valentina conoce pocas palabras en español, las suficientes para explicar que retorna a Sarhua porque "nunca se acostumbró a Lima", que la hace feliz la idea de volver a sembrar maíz y que nadie la espera en su casa, porque sus hijos no quieren volver.

Con un hijo desaparecido (se lo llevaron los soldados y nunca regresó), un marido muerto por los guerrilleros de Sendero Luminoso por esconder una vaca para que no se la quiten, se fue con tres hijos a a vivir a una barriada de Lima y ahora regresa sola.

"Mis hijos no quieren volver. Una hija se casó en Lima, con otro sarhuimo, y quiere que sus hijos crezcan en allá", dice.

Añade que en Sarhua tiene hermanos, que reconstruirá su choza, y que el colchón de espuma que trajo de la ciudad reemplazará los cueros de oveja en donde dormía antes.

Valentina es uno de los 204 "desplazados" que, con ayuda del Programa de Apoyo a la Repoblacion (PAR), el pasado fin de semana regresaron a Sarhua, distrito rural de la sierra sur central, famoso por la habilidad de sus artesanos.

El caso de Sarhua es especial, pero al mismo tiempo representativo de las circunstancias que originaron la fuga masiva de los campesinos y las que rodean ahora su angustiado retorno.

Sarhua es un distrito ubicado en las cercanías de Chuschi, el escenario del primer acto guerillero de Sendero Luminoso, en 1980, y uno de los focos de la virtual guerra civil que ensangrentó a Perú durante 13 años.

En el distrito se produce cereales y tuberculos, se cría ganado vacuno y lanar y las "tablas de Sarhua", una artesanía local que contiene una pintura genealógica sobre mader habitualmente de dos metros de largo por casi 20 centímetros y que se regala a quien construye su casa.

En las tablas, que se colocan en el centro de las casas y se conservan para memoria de los descendientes, aparecen las efigies de la Virgen de la Asunción, patrona de Sarhua, la pareja dueña de casa, sus padres e hijos, retratados en escenas costumbristas.

Antes del terror, la población estimada de Sarhua era de unos 4.000 habitantes. En 1991 un muestreo extraordinario registró 1.761 pobladores, es decir un éxodo cercano a 65 por ciento.

Con el retorno espontáneo de algunos desplazados y el promovido por el PAR, la población ahora se aproxima a las 3.000 personas.

Las cifras del retorno en Sarhua son más altas que las registradas en otras zonas similares, resultado que se atribuye a la riqueza de sus tierras agrícolas y a las fuertes raíces culturales de sus habitantes.

Se calcula que la violencia política en Perú, iniciada en 1980 y próxima a extinguirse, originó alrededor de 29.000 muertos y desaparecidos, y forzó el desplazamiento de unas 600.000 personas de las áreas rurales, que se refugiaron en las ciudades de la costa.

Según las cifras del PAR, creado en 1994 cuando el gobierno declaró derrotada a la insurgencia guerrillera, unos 245.000 desplazados han retornado hasta ahora, y los demás rehusan regresar.

"Generalmente sólo aceptan volver los más viejos y los analfabetos, quienes tienen menores oportunidades de empleo en las ciudades y prefieren trabajar sus chacras abandonadas", señala Efraín Gómez, del departamento de prensa del PAR.

Cerca de 10 por ciento de los retornantes deserta de los programas y regresa a las barriadas de Lima o se mantiene en una situación itinerante, moviéndose entre la ciudad y su aldea, para no perder el terreno que consiguieron en Lima ni sus antiguas chacras.

"Difícilmente se conseguirá que retorne más de 60 por ciento, a pesar de la ayuda en herramientas y las obras de infraestructura prometidas por el gobierno", dice Edgardo Franco, sociólogo de una organización no gubernamental que canaliza fondos de ayuda canadienses.

El PAR ha recibido ayuda financiera de entidades europeas para reconstruir viviendas, levantar vías de tránsito, sistemas de agua potable, escuelas y centros sanitarios.

Usando esos recursos, en Sarhua se han instalado piletas públicas de agua potable, ampliado los dos centros educativos existentes, en los que hay ahora en conjunto 397 alumnos y 10 docentes, y abierto un colegio agropecuario.

La socióloga Alejandra Centeno, activista de una asociación de ayuda a los desplazados, comenta que, al igual que Valentina Huaman, muchos de los retornantes regresan a sus aldeas con los colchones de espuma de goma que conocieron en las ciudades.

"En la sierra, los ricos usan colchones de lana, pero a los campesinos pobres les parece impensable inmovilizar tanta lana para tenderse encima, de modo que cuando compraron colchones de espuma, que son mucho mas baratos que los de lana, estaban adquiriendo un símbolo de estatus"', explica.

"Lamentablemente, esos colchones sirve poco en la sierra, pues si se tienden sobre en el suelo no proporcionan calor y hay que ponerles los cueros de oveja encima", señala.

"Además de la frustrada modernidad de sus colchones de espuma, los retornantes también se llevan de Lima una idea más clara del mundo exterior, incluyendo la conciencia de sus lamentables limitaciones para adaptarse a ese mundo", concluye. (FIN/IPS/al/dg/ip-pr/96

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe