Las cosas no han sido fáciles para la primera ministra de Pakistán, Benezir Bhutto, en las últimas semanas. Lo único que dio tranquilidad a su gobierno, aunque ella no lo admita, es la victoria de la guerrilla islámica Talibán en Afganistán.
El hermano de la gobernante, Murtaza Bhutto, con quien ella estaba enemistada, fue asesinado hace dos semanas. Al mismo tiempo, docenas de personas fueron masacradas en episodios de violencia sectaria.
Además, Bhutto está enfrentada, en el marco de un conflicto de poderes que también la apartó de la Suprema Corte de Justicia, con el presidente de Pakistán, Farook Ahmed Leghari, quien cuenta con un fuerte respaldo militar.
Para colmo, la primera ministra recibe fuertes críticas por la marcha de la economía del país desde que asumió el cargo, y tiene dificultades para convencer al Fondo Monetario Internacional (FMI) de que renueve un crédito de contingencia por 600 millones de dólares a Pakistán.
De hecho, la única luz en estos meses oscuros para el gobierno de Bhutto fue el triunfo de Talibán, que capturó Kabul a fines de septiembre, derrocó al presidente de Afganistán, Burhanuddin Rabbani, y controla ahora la mayor parte del territorio del país.
Bhutto lo niega, pero funcionarios paquistaníes admiten que la inteligencia militar respaldó a los talibanes desde que el grueso de esos combatientes egresó de escuelas religiosas en la frontera hace dos años para lanzar su guerra relámpago.
Asia central, el subcontinente indio e Irán se verán afectados por la instauración de este nuevo régimen islámico en la región, mientras Pakistán emerge como el ganador, a costas de todos los restantes países, según los analistas.
Los combatientes y comandantes de Talibán son en su mayoría hijos de refugiados afganos en Pakistán durante la ocupación soviética, que estudiaron teología en escuelas de ese país. Por eso, se prevé que los vínculos entre Kabul e Islamabad se estrecharán.
Bhutto se encuentra en Nueva York, donde asiste a la Asamblea General de Naciones Unidas, y se prevé su regreso para el fin de semana, mientras el ambiente político en su país se recalienta. Un día antes de viajar, Bhutto mantuvo una larga reunión con Leghari para allanar sus diferencias.
Esa conversación se produjo pocos días después de otra que mantuvieron, durante tres horas, Leghari y el archienemigo de Bhutto y principal líder opositor, Nawaz Sharif. Bhutto dijo al presidente que su reunión con Sharif podría "ayudar en el fortalecimiento de la democracia y evitar malentendidos".
La primera ministra se refería, aparentemente, a las crecientes tensiones entre el oficialismo y la oposición, que desarrolla una campaña para que ella se retire del gobierno y se celebren elecciones bajo un organismo de contralor neutral.
Una declaración oficial afirmó que Bhutto y Leghari "se expresaron satisfechos por la reunión y decidieron continuar" celebrándolas. Pero nada se dijo sobre las diferencias que separan a la primera ministra del presidente.
En cambio, la declaración emitida por la presidencia después de la reunión entre Leghari y Sharif informó que el jefe de estado podría echar mano a su poder constitucional para disolver la Asamblea Nacional (cámara baja parlamentaria) si "los supremos intereses nacionales así lo demandan".
Según versiones periodísticas, el presidente dijo haber "tomado nota" de las quejas de la oposición, para la cual Pakistán no está siendo gobernado de acuerdo con la constitución.
Sharif también increpó a Bhutto por la corrupción que existe en filas del gobierno y el mal manejo económico que, dijo, llevan al país hacia el colapso.
La reunión no fue la primera señal de acercamiento entre Sharif y Leghari. El líder opositor también recibió la adhesión del jefe de estado a su propuesta de establecer una comisión judicial contra la corrupción política.
Este respaldo fue expresada en una carta remitida por Leghari a las dos cámaras legislativas, una decisión sin precedentes.
Según distintas versiones, el presidente estaría dispuesto a dar su bendición a un golpe de estado contra Bhutto, lo cual constituiría, de hecho, una respuesta afirmativa a la propuesta de Sharif de cesar a la primera ministra y convocar a elecciones.
La reunión entre el líder opositor, otrora primer ministro, y el presidente fue la primera que celebraron desde que Leghari asumió el cargo en noviembre de 1993. En ese período, Sharif lo había acusado de respaldar a Bhutto.
Las diferencias entre Leghari y Bhutto quedaron en evidencia a fines de septiembre, cuando el presidente reclamó a la Suprema Corte que resolviera si él puede designar jueces de cortes superiores sin el asesoramiento de la jefa de gobierno.
La corte reclamó a Bhutto que despida por lo menos a 20 altos magistrados que consideró de baja calificación. Cuando la primera ministra postergó una decisión en tal sentido, el poder judicial pidió la intervención de Leghari, quien actuó en consecuencia.
El abogado de Leghari dijo que existía una "diferencia evidente" de opiniones entre el jefe de estado y la jefa de gobierno sobre la implementación de una orden de la Suprema Corte de Justicia que acotó el poder de Bhutto en la designación de jueces.
En cuanto a la muerte del hermano de la primera ministra, que ocurrió durante un tiroteo entre sus guardias y la policía en Karachi, Bhutto sostuvo que fue fruto de una "conspiración" contra su gobierno.
Mientras tanto, la oposición utilizó el episodio para ilustrar la crisis de la seguridad civil en Pakistán.
Murtaza Bhutto, líder de un sector político opositor, había fustigado al gobierno de su hermana por arrestar a simpatizantes suyos.
Bhutto anunció una investigación judicial del asesinato, lo cual no le impidió absolver de antemano al jefe de policía que supervisó la operación en la que murió su hermano.
El crimen provocó furia contra la gobernante, en especial en su provincia natal, Sindh, en vísperas de las elecciones municipales donde el oficialismo se ve en dificultades para lidiar con el sector de Murtaza Bhutto. Asistentes al funeral del dirigente gritaron "Benazir asesina".
El cuerpo de Murtaza Bhutto fue depositado en el panteón familiar en Sindh, donde también yacen su padre, el ex presidente y ex primer ministro Sulfikar Alí Bhutto (ejecutado por el ejército en 1979), y su hermano menor Shahnawaz, muerto en misteriosas circunstancias en París, en 1985.
Leghari expresó su gran preocupación respecto de declaraciones "irresponsables" emitidas por funcionarios públicos en torno al crimen. Según versiones periodísticas, el presidente aludía a la presunta "conspiración" a la que se refirió Benazir Bhutto. (FIN/IPS/tra-en/am/kd/mj/ip/96