Los cultivos andinos son una buena base para la seguridad alimentaria del mundo, y el ejemplo es la papa, un tubérculo que hasta hace pocos años no era tomado en cuenta como solución al problema del hambre, señaló en la capital peruana un especialista en la materia.
El canadiense Hubert Zandstra, experto en sistemas agrícolas y agricultura sostenible, destacó a IPS que la producción de papa, originaria de la región andina, aumenta más que ningún otro cultivo comestible en el mundo, y se perfila como alternativa contra el hambre en Africa subsahariana.
El incremento de la producción de ese tubérculo sucedió a la incorporación en 1972 del Centro Internacional de la Papa (CIP) al Grupo Consultivo en Investigaciones Internacionales de Agricultura.
El CIP, dirigido por Zandstra y radicado en Lima, puso en marcha hace cuatro años un programa de rescate de cultivos andinos domésticos y silvestres amenazados de extinción. Se trata de productos cosechados a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.
Los estudios abarcan los dos millones de kilómetros cuadrados con que cuenta la región, desde el sur de Venezuela hasta el norte de Argentina y Chile, e incluyendo a Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
Además de proteger y mantener la herencia genética desarrollada por los agricultores indígenas, los científicos del CIP buscan asegurar la disponibilidad en el futuro de raíces y tubérculos andinos.
También intentan mejorar el nivel económico en los Andes, mediante la exportación de productos agrícolas y el desarrollo de manufacturas.
Los expertos identifican ocho raíces y tubérculos andinos comestibles de importante papel en el sistema agrícola familiar de la región.
Sus nombres en quechua, el lenguaje nativo de los habitantes andinos, son olluco (ullucus tuberosum), oca (oxalis tuberosa), mashua (tropaeolum tuberosum), arracacha (arracacia xanthorrhiza), yakón (polymnia sonchifolia), achira (canna edulis), maca (lepidium meyenii) y mauka (mirabilis expansa).
Todos revisten importancia económica y nutricional para la subsistencia de los agricultores andinos y con frecuencia son consumidos como sucedáneos de frutas y vegetales más costosos. Así mismo, todos están en riesgo de extinción.
La maca es un buen ejemplo. Cuando el CIP lanzó su programa to quedaban tan sólo unas 200 hectáreas sembradas de maca, y el resto se había perdido por erosión genética. "Gracias a la técnica de cultivo de tejidos sabemos como mantenerla, se ha salvado", comentó Zandstra.
No sólo eso: la maca empieza a tener significación comercial y tuvo buena acogida en el mercado internacional como reconstituyente orgánico natural.
Lo mismo ocurre con el yacón. Según las investigaciones practicadas, contiene un polisacárido que ayuda a mantener el nivel de azúcar en la sangre y podría ser de gran utilidad para los diabéticos.
Mientras, la achira produce una albúmina utilizada en Vietnam y China para la preparación de pastas de alta calidad.
Esos productos, que pueden cosecharse en zonas altas y en duras condiciones climáticas, presentan un elevado contenido de proteínas, vitaminas y almidón e importantes propiedades medicinales. Al menos dos de ellos son considerados poderosos estimulantes del deseo sexual.
"Los Andes están en condiciones de ayudar a combatir el hambre en el mundo, especialmente en aquellos países en desarrollo en que la producción de alimentos está dificultada por la altura, las heladas y el elevado costo de fertilizantes y semillas", aseguró Zandstra.
Los científicos están convencidos de que las propiedades de las raíces y tubérculos andinos fomentarán demanda en el exterior y se lograrán nuevas oportunidades económicas en un área donde los ingresos las familias rurales son inferiores a 300 dólares por año.
En colaboracion con los países del área andina, el CIP se propone recoger de campos y bancos genéticos raíces y tubérculos representativos de la ocho especies consideradas, con no menos de 600 características diferentes.
El empleo de esas raíces y tubérculos asegura a los campesinos de la extensa área de los Andes el desarrollo de una agricultura sustentable sin recurrir a otros cultivos, de alto rendimiento pero que exigen el uso masivo de agroquímicos.
Paralelamente, en nueve sitios de la región se investigan los sistemas ancestrales de uso de tierras, de producción animal y de cultivos, y prácticas relativas al manejo del agua y el medio natural.
En total participan en el programa unos 40 investigadores de los siete países andinos y de Canadá, Estados Unidos y Europa, junto a representantes de institutos de desarrollo.
"Tenemos la responsabilidad de apoyar el restablecimiento de la productividad en la región para asegurar que las necesidades de comida y los recursos básicos sean preservados para el futuro", advirtió Zandstra.
La región andina, que se ubica por encima de los 2.000 metros de altura, es una de las más ricas del mundo en biodiversidad.
Pero también es uno de los lugares más pobres de la Tierra, debido a la declinación de la agricultura, el rápido crecimiento de la población, la emigración y el uso inadecuado de los recursos naturales.
Casi 30 por ciento de sus 30 millones de habitantes trabajan en la agricultura y viven en condiciones de extrema pobreza, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación).
La pobreza rural afecta en mayor proporción a las mujeres, en su gran mayoría quechuablantes y analfabetas, aunque también de papel fundamental en la preservación de muchos recursos naturales debido a su profundo amor por la tierra, destacó un investigador, participante en el programa del CIP. (FIN/IPS/zp/ff/dv sc/96