Detrás de la apariencia inofensiva de un vaso de agua pueden esconderse los agentes transmisores de enfermedades infecciosas letales, previno hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) en una cartilla con recomendaciones a la población.
La advertencia se funda en datos alarmantes: alrededor de 80 por ciento de todas las enfermedades y más de una tercera parte de los decesos en países del Tercer Mundo se relacionan con la ingestión de aguas insalubres.
El agua se purifica con frecuencia mediante la utilización de desinfectantes químicos que pueden originar, de manera ocasional, productos secundarios indeseables.
Pero los riesgos que representan esos productos secundarios resultan ínfimos en comparación con los que puede acarrear una desinfección inadecuada.
El funcionario de la OMS Wilfried Kreisel, a cargo de las áreas de Salud y Ambiente, afirmó que "sin ninguna duda, la desinfección es el paso más importante en el tratamiento de las aguas destinadas al abastecimiento público".
La desinfección es el medio más seguro de evitar los brotes de cólera, de tifus y de hepatitis, "para citar sólo algunas de las enfermedades de origen hídrico más conocidas", indicó.
Los desinfectantes más empleados son el cloro libre, la cloramina, el dióxido de cloro y el ozono. Existen otros, menos utilizados, como los rayos ultravioletas, el bromo, el yodo y la plata.
Cada uno de los desinfectantes corrientes presenta ventajas e inconvenientes, como el precio, la eficacia, la estabilidad, la facilidad de empleo y la formación de subproductos.
De todos modos, insistió la OMS, en ausencia de desinfección, el riesgo de enfermedades infecciosas es muy elevado. Por el contrario, una desinfección suficiente reduce el peligro en forma rápida y considerable.
Una estimación de la OMS aseguró que los riesgos de una desinfección insuficiente superan en gran medida a los que surgirían de la formación de productos secundarios originados en los desinfectantes.
Las recomendaciones de la OMS pretenden servir de base para la elaboración en cada país de normas que, aplicadas en forma correcta, garanticen el aprovisionamiento de agua potable, mediante la eliminación o la reducción a un tenor mínimo de las sustancias peligrosas para la salud.
La institución internacional recordó que el agua es esencial para la vida y que el abastecimiento satisfactorio debe estar al alcance de los consumidores.
En lo posible, las fuentes deben permanecer protegidas de la contaminación de desechos de origen humano o animal que puedan contener agentes patógenos como bacterias, virus, protozoarios y helmintos.
Los sectores más expuestos a las enfermedades de origen hídrico son los lactantes y los niños de corta edad, como también los enfermos y los ancianos.
Los riesgos sanitarios debidos a la presencia de productos químicos tóxicos en el agua de consumo difieren de los originados en la contaminación microbiológica.
El número de agentes químicos que pueden causar problemas agudos de salud es reducido, excepto en el caso de una contaminación masiva accidental de las aguas corrientes.
En la mayoría de esos casos, la ingestión del agua se descarta porque el líquido presenta sabor, olor y aspecto inadecuados.
Los problemas asociados con sustancias químicas provienen de las cualidades de esos elementos para ocasionar intoxicaciones a largo plazo, en especial cuando se trata de contaminantes con propiedades tóxicas acumulativas, como metales pesados o sustancias cancerígenas.
Millares de productos químicos orgánicos e inorgánicos han sido identificados en el agua, en todo el mundo, la mayoría en bajas concentraciones.
Las recomendaciones de la OMS incluyen una lista de 100 sustancias químicas que se consideran potencialmente peligrosas en el agua potable.
Entre los metales pesados figura el plomo, que origina las principales preocupaciones de los sanitaristas.
La mayor cantidad del metal suele provenir de la denominada plomería doméstica, constituida por tubos, soldaduras, guarniciones y empalmes con empleo de plomo.
Con el paso del tiempo, el plomo desprendido disminuye. Pero en las construcciones nuevas provistas de tuberías metálicas, las soldaduras pueden liberar plomo suficiente, entre 210 y 390 miligramos por litro, como para intoxicar a los niños.
El nivel de plomo en el agua potable puede reducirse mediante la adopción de medidas de control de la corrosión, como la adición de cal.
El plomo es un veneno acumulativo. Niños, jóvenes y mujeres embarazadas son los más susceptibles a sus efectos adversos sobre la salud. (FIN/IPS/pc/dg/he/96