Arabia Saudita y Turquía, donde tienen base los aviones de combate occidentales que patrullan las zonas de exclusión en Iraq, encuentran dificultades para aceptar la nueva estrategia de Estados Unidos en la región, expresada en los bombardeos de esta semana sobre territorio iraquí.
Arabia Saudita guardó oficialmente silencio frente a los bombardeos y sólo transmitió de modo privado a sus vecinos del Golfo su opinión negativa, y recurrió a la prensa controlada por el Estado para divulgarla a través de intermediarios.
El diario Al Hayat, propiedad del general Jaled ibn Sultan comandante de las fuerzas saudíes en la guerra del Golfo, de 1991, concedió mayor legitimidad al ataque iraquí del sábado a la norteña ciudad kurda de Irbil que a la represalia dispuesta por Estados Unidos el martes y el miércoles.
Los dos países negaron autorización a Estados Unidos para utilizar sus bases como punto de partida de la operación militar contra Iraq, aunque no confirmaron oficialmente esa decisión.
Pero el gobierno turco, como el saudí, aún permite el uso de esas mismas bases para los aviones de los aliados occidentales que desde 1991 custodian las zonas de exclusión declaradas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en el sur y en el norte de Iraq.
Frente al silencio de Arabia Saudita, Turquía recurrió a un lenguaje alambicado para referirse al ataque de misiles lanzado por Estados Unidos sobre bases antiáreas de Iraq.
El gobierno turco confía en que su pública lealtad a su principal aliado sea recompensado con la aprobación estadounidense de su proyecto de asegurarse el control de la franja montañosa de 200 kilómetros del norte de Iraq, vecina a su frontera sudoriental.
"Turquía, dentro de ciertos límites, pero celosa de su interés, y preservando cuidadosamente su propia línea de combate contra el terrorismo, expresó su opinión a Estados Unidos", declaró la pro-occidental ex primera ministra Tansu Ciller, ahora canciller de un gobierno de mayoría islámica.
El Departamento de Estado dedujo que Ciller aprobaba la operación punitiva contra Iraq. No obstante, el ministro de Finanzas de Turquía, Abdullatif Sener, se pronunció claramente de modo negativo.
"Los problemas regionales deben ser resueltos por los países de la región. La intervención unilateral de países ajenos a la región no es apropiada", dijo Sener a la prensa.
Turquía resultó afectada por la suspension de la resolución 986 del Consejo de Seguridad de la ONU, votada para permitir a Iraq la venta de petróleo por 1.000 millones de dólares cada 90 días.
Esos ingresos debían destinarse a la compra de medicamentos y alimentos, bajo estricta supervisión de la ONU. El petróleo pasaría por el oleoducto Qirquq-Yumurtalik, tendido entre Iraq y Turquía, con el consiguiente beneficio económico para Ankara.
El analista Jean-Pierre Perrin, del diario francés Libération, señaló que su preocupación acerca del oleoducto moderó las críticas de Turquía a Iraq.
Según Perrin, la campaña relámpago de Estados Unidos tuvo el objetivo de postergar la reanudación de las exportaciones de petróleo de Iraq y evitar así una caída de precios del crudo que perjudicaría a Arabia Saudita.
Los bombardeos estadounidenses siguieron a la caída de Irbil, la capital kurda de Iraq. Irbil, que estaba en poder de la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), respaldada por Irán, fue tomada el sábado por el Partido Democrático de Kurdistán, apoyado por tanques iraquíes.
El analista turco Cengiz Candar destacó las contradicciones entre las que se debate su país. Sus fuerzas armadas son favorables a Estados Unidos, pero apreciaban el statu-quo anterior a la guerra del Golfo, cuando Iraq era el principal socio comercial de Turquía y mantenía segura la frontera común.
"Turquía está atrapada entre el martillo de Estados Unidos y el yunque de Iraq", dijo Candar.
Los militares turcos pretenden restaurar el orden en el norte de Iraq, que se encuentra en relativo caos desde que Bagdad perdió el control de la zona.
El Partido Kurdo de los Trabajadores, que combate al gobierno de Ankara, aprovechó el vació de poder en el norte de Iraq para hacerse allí de un santuario, desde el que ataca posiciones del ejército turco.
Turquía estacionó tropas a lo largo de la frontera con vistas a marcar una "zona de seguridad" de 15 kilómetros de profundidad dentro de Iraq, para mantener a raya a los insurgentes.
La situación creada ha conducido a saudíes y turcos a reexaminar la estrecha alianza que mantienen con Washington, especialmente en las áreas en que los intereses de Estados Unidos no coinciden con los propios.
Según el comentarista español Felipe Sahagún, desde el fin de la guerra del Golfo, Arabia Saudita, el principal exportador de petróleo de Medio Oriente, mide las ventajas y perjuicios que le ocasiona su virtual condición de "protectorado de Estados Unidos".
Algunos saudíes sienten que las claras ventajas militares que obtiene la familia real saudí de la alianza con Estados Unidos comienzan a ser superadas por los problemas políticos que causa esa situación.
En efecto, la oposición radical islámica considera la presencia de fuerzas estadounidense en el país una blasfemia y un sostén de la familia real. Esa reacción se manifestó este año en atentados contra bases militares de Estados Unidos, que causaron la muerte a 24 norteamericanos y dos indios.
Mientras, el ex ministro de Defensa turco Oltan Sungurlu aseguró que su gobierno fue informado por Washington del plan de ataque contra el sur de Iraq.
Resta saber "si Turquía asume responsabilidad en la acción militar estadounidense", señaló Sungurlu.
Estados Unidos disparó 44 misiles crucero sobre defensas antiáreas del sur de Iraq desde la madrugada del martes. Ha concentrado decenas de barcos de guerra en el Golfo y sus cercanías, con 20.000 soldados a bordo o en tierra, principalmente en Arabia Saudita.
Pero, para evitar reacciones desfavorables en Arabia Saudita y Turquía, utilizó fuerzas navales en aguas internacionales y bases en el Pacífico para lanzar el ataque contra Iraq. (FIN/IPS/tra- en/nm/ao/td/rj/ff/ip/96