Europa ha demostrado confusión, división e impotencia ante la nueva crisis del Golfo, desatada tras la incursión militar iraquí en el Kurdistán y los bombardeos norteamericanos contra Iraq.
Las razones están más, mucho más, en cuestiones estratégicas, como el control del petróleo del Medio Oriente y la dependencia europea, que en el destino del pueblo kurdo e, incluso, del propio dictador Sadam Hussein.
Esa desunión abarca a toda Europa, desde los Urales al Atlántico y desde el Polo Norte al Mar Mediterráneo. Las diferencias Este-Oeste son las más claras, ya que Rusia ha condenado sin ambages la acción ordenada por el presidente Bill Clinton.
La impotencia europea registra dos niveles. Por un lado, no puede poner de acuerdo a los países que la integran para tener una política exterior y de defensa común. Por otro, es consciente de que le falta fuerza para oponerse con éxito a una decisión militar dictada en Washington.
Pero dentro de la Unión Europea y de los miembros europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), las posiciones recorren todas las gradaciones, sin llegar ninguno de ellos a una condena directa y explícita, como la rusa.
La posición más próxima a Estados Unidos es la alemana y la británica -que tiene asegurado su suministro de petróleo- , en tanto que la más crítica encuentra alineados a Francia, Grecia y Turquía, quedando en un intermedio confuso España, Italia, Bélgica y Noruega.
En Bruselas, diplomáticos de países europeos miembros de la OTAN criticaron la posición del secretario general, el español y socialista Javier Solana, sin llegar a hacer declaraciones para publicar. Solana, en su juventud opositor a la Otan, expresó un apoyo inequívoco al ataque norteamericano.
Esos diplomáticos criticaron que Solana no hubiese consultado antes a los demás miembros de la Alianza Atlántica.
En medios europeos se señala que la acción ordenada por Clinton ha significado el certificado de defunción para la alianza establecida en la Guerra del Golfo (1991).
Lo más significativo, señalan, es la actitud árabe, cuya Liga ha condenado los ataques y que en la región hasta acérrimos enemigos de Sadam Hussein -con excepción de Kuwait- se sumaron a las condenas.
El periodista y profesor universitario español Felipe Sahagún señaló que las acciones militares de EEUU contra Iraq desde la Guerra del Golfo reforzaron el "protectorado estadounidense en que se han convertido los principales exportadores de petróleo de Oriente Medio", más allá de las razones esgrimidas en cada caso.
Con el español coincide el francés Jean-Pierre Perrín, del diario "Liberation", quien advierte que Turquía se abstiene de condenar a Hussein, para lograr que se reabra el oleoducto turco- iraquí y por esa vía llegue otra vez el petróleo de Iraq a Europa.
Estados Unidos, sostiene Perrín, multiplica los obstáculos para retrasar la apertura del oleoducto con el fin de no provocar una baja en los mercados del crudo, pues eso dañaría a Arabia Saudita, su aliada.
Sahagún afirma que el ataque norteamericano no tiene nada que ver con la protección de los kurdos. Sadam se mantendrá en el Kurdistán, y "sólo una acción militar terrestre podría impedirlo", dice, y puntualiza que hoy por hoy, "nadie va a proponerla".
La cuestión es de alta estrategia. Si la crisis del Golfo se agudizase, el precio del petróleo subiría por encima de la franja fluctuante de 21/24 dólares el barril.
Eso significaría una catástrofe para la Unión Europea, desestabilizaría su economía y se hundirían los planes para tener una moneda única. Un argumento claro que explica las reacciones de varios países.
Esta última crisis prueba que Estados Unidos mira más al dólar, a los votos y al petróleo que a los principios y los ideales, comenta Sahagún. Pero, culmina, ese comportamiento no debería extrañar en Europa, "pues los europeos lo llevan practicando desde hace siglos". (FIN/IPS/td/jc/ip/96