Si hubiera un premio para quien congregara la mayor cantidad de jefes de Estado y gobierno molestos con la política exterior de Estados Unidos, la sede de la ONU en Nueva York lo hubiera ganado esta semana durante el 51 período de sesiones de la Asamblea General.
El presidente de Colombia, Ernesto Samper, sostiene que es injustamente acusado por Washington de mantener relaciones con narcotraficantes.
La canciller y ex primera ministra de Turquía, Tansu Ciller, está a la defensiva por las acciones del nuevo gobierno islamista de Ankara.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Yevgeni Primakov, se quejó de las sanciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a menudo mantenidas bajo presiones de Estados Unidos.
A estas quejas se suma la visión de las naciones que regularmente protestan por la interferencia de Estados Unidos en el mundo, desde Irán a Cuba, y el constante martilleo que recuerda a Washington que aún debe 1.600 millones de dólares a la ONU.
No llama la atención que en estas condiciones el presidente estadounidense, Bill Clinton, en medio de una carrera electoral por la reelección, haya dejado de lado su tradicional papel de anfitrión de los jefes de Estado y gobierno reunidos para la Asamblea General de la ONU.
Clinton hizo acto de presencia el segundo día de sesiones de la Asamblea General, por sólo dos horas, para firmar el tratado de prohibición de pruebas nucleares y entregar un breve discurso, antes de reanudar su campaña electoral en Nueva Jersey.
No obstante, los aliados de Estados Unidos señalan que la campaña electoral está alimentando gran parte de lo que consideran errado en la política exterior de Washington.
Samper culpa de sus problemas, incluyendo la reciente pérdida de una visa para ingresar a Estados Unidos, a las presiones electorales y a la necesidad de la Casa Blanca de dar una imagen de rigor en la lucha contra la droga.
El presidente colombiano, acusado de aceptar del cártel de Cali en 1994 fondos para la campaña electoral en 1994, obtuvo permiso para ingresar a Estados Unidos estrictamente para participar del plenario de la ONU.
"Es un momento muy difícil, pero de una forma u otra, estamos destinados a trabajar juntos", dijo Samper sobre su relación con Washington, aunque añadió que podía "ver cierta relajación en el clima entre ambos países (…) a pesar de las elecciones".
Ciller también cree que la política interna ha pesado más que las alianzas tradicionales en parte de las recientes fricciones entre Ankara y Washington.
La canciller turca se queja de que un acuerdo de gas entre Turquía e Irán, planificado durante meses para abastecer de electricidad a su país, condujo a tensiones entre el gobierno del primer ministro islámico Necmettin Erbakan y la Casa Blanca.
Washington afirma que el acuerdo puede violar nuevas leyes estadounidenses que amenazan con penalizar a terceros países por invertir en Irán.
Ankara responde que el acuerdo no es de inversión, sino de comercio normal, en el cual ambas partes construyen su propia parte de un gasoducto.
"Queríamos seguir adelante y firmar un acuerdo por gas natural. ¿Por qué si Europa lo hace está bien, pero si Turquía lo hace (…) se convierte en una cuestión política para todo el mundo?", preguntó Ciller.
Diversos medios diplomáticos reflejan su disgusto porque debajo de estas nuevas disputas internacionales se adivina el deseo de Clinton de evitar que su rival republicano Robert Dole pueda superarle en la defensa de determinadas posiciones.
Son numerosas las críticas a las leyes firmadas este año por Clinton en relación con Irán, Libia y Cuba. La Casa Blanca dio su apoyo a esas medidas -aprobadas por el Congreso de mayoría republicana- sólo en los últimos meses, cuando se aproximó la fecha de las elecciones.
"Ni Francia ni Europa aceptan que un país, aunque sea el más poderoso, intente reglamentar por sí mismo el comercio mundial, por medio de decisiones de alcance extraterritorial", dijo el ministro de Asuntos Exteriores francés, Hervé de Charette, en clara referencia a las nuevas leyes.
"La Organización Mundial del Comercio no permite tal cosa, y nadie debería dudar de la firmeza con que reaccionarán Francia y Europa si tales medidas se aplicaran efectivamente", añadió.
El apoyo de Estados Unidos a las sanciones que aplica la ONU también mereció la crítica de Primakov, quien sostuvo este martes que "no se debería usar ninguna sanción como un medio para castigar a los pueblos o como un instrumento para derrocar gobiernos".
Con un grado poco usual de concordancia, varias delegaciones advirtieron a la Asamblea General acerca del peligro del "unilateralismo", identificando así a una nación poderosa que nadie nombró, la cual usa la fuerza en lugar del diálogo para alcanzar sus objetivos.
"Unilateralismo: detrás de esta palabra tecnocrática se esconde la tentación -que nos rodea- de imponer la ley del más fuerte a expensas del diálogo y la negociación", advirtió De Charette.
Su colega iraní, Alí Akbar Velayati, utilizó prácticamente la misma definición al referirse en particular a Estados Unidos, y definió el unilateralismo como "la falta total de compromiso con la cooperación mutua y las soluciones comunes".
Por otra parte, también se escucha siempre alguna nación -desde Bosnia-Herzegovina hasta Haití- que levanta su voz en la ONU para agradecer a Estados Unidos por su contribución decisiva a la solución de las crisis.
Estados Unidos debe escuchar con mayor preocupación, sin embargo, que los países más molestos por el "unilateralismo" están haciendo algo al respecto.
Este miércoles, 16 países respaldaron una exhortación a "renovar el multilateralismo" reforzando a la ONU y comprometiéndose a resolver los conflictos a través de la cooperación multilateral.
Esos países -Australia, Brasil, Canadá, Costa de Marfil, República Checa, Egipto, India, Indonesia, Irlanda, Jamaica, Japón, México, Holanda, Sudáfrica, Corea del Sur y Suecia- no están todos definidos en el campo de la crítica a Estados Unidos.
Sin embargo, en su declaración conjunta añadieron que "todos los países, sin excepción, deben pagar plenamente los aportes que tienen asignados (en la ONU), en el tiempo debido y sin condiciones".
Esta crítica, específicamente dirigida a Estados Unidos, se está convirtiendo en una de las más frecuentes entre las que Washington debe escuchar en esta irritada Asamblea General. (FIN/IPS/tra-en/fah/lp-arl/ip/96