Organismos feministas y expertas en el tema reclamaron equidad entre los sexos en la aplicación del programa poblacional mexicano, que plantea como meta una tasa de crecimiento natural de 1,75 por ciento anual para el año 2000.
Teresita de Barbieri, especialista del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, dijo que las políticas poblacionales se basan en un control de la natalidad delegado casi por completo en las mujeres.
Subrayó que sólo un hombre cada diez mujeres utiliza algún método anticonceptivo, pese a que no hay ninguna razón para que exista tal desigualdad.
El Programa Nacional de Población plantea un descenso en la tasa de fecundidad de tres a 2,1 nacimientos por mujer durante el sexenio 1995-2000, para lo que se se requiere elevar de 63,1 a 70,2 por ciento el uso de anticonceptivos durante el lapso considerado.
En un estudio sobre "Género y política de población", la investigadora señala que el diseño de las políticas oficiales fue elaborado predominantemente por varones con enfoques "masculinos" que ponen en desventaja a sus principales destinatarias.
Según de Barbieri los planes oficiales y el uso indiscriminado de anticonceptivos cosificaron el cuerpo femenino y redujeron de hecho el tramo de edad fértil de la mujer a sólo quince años, limitándolo una vez alcanzado el número de nacimientos previsto.
La experta estima especialmente preocupante el problema de los abortos, debido a que en México siguen siendo formalmente ilegales.
Ello determina, dice, que se realicen en la clandestinidad, sin condiciones higiénicas y médicas adecuadas, en perjuicio de quienes se enfrentan a embarazos no deseados, ya sea por no usar anticonceptivos o emplearlos mal debido a falta de información.
"Otro de los obstáculos a que se enfrenta la mujer al regular la natalidad es el tabú con respecto a la sexualidad, ya que ésta sólo es entendida como un ejercicio fálico, que reduce el intercambio sexual a la genitalidad", asegura de Barbieri.
En cambio la reproducción, subraya la autora, es entendida culturalmente como la trascendencia después de la muerte, lo que hace de la natalidad una forma de autoafirmación.
Añade que esta función en la mujer se constituyó como su papel social fundamental, pese a que su participación en la actividad económica, política y social es cada vez más destacada.
"El resultado -sostiene- es una doble jornada de trabajo, donde las mujeres desvalorizan su actividad fuera del hogar o la reducen a una ayuda auxiliar para mantener su papel de madres, básico en la educación y crianza de los niños."
De Barbieri propone un debate amplio sobre sexualidad, reproducción y división social del trabajo entre los géneros, para redefinir maternidad y paternidad como procesos sociales, reconociendo a la infancia su derecho a mejores oportunidades.
A su vez Sara Lovera, dirigente de la entidad Comunicación e Información de la Mujer, que agrupa a diversas organizaciones feministas, aseguró que las estadísticas reflejan las desigualdades subsistentes entre los géneros en todos los planos.
Así, por ejemplo, señaló que mientras el índice de analfabetismo femenino es de 15,2 por ciento el masculino es de 9,8, de modo que casi dos de cada tres habitantes que no saben leer ni escribir son mujeres.
Agregó que, aunque el fenómeno está decreciendo, dentro de la población económicamente activa femenina (10.408.346 personas) la proporción de solteras sigue siendo mayor que la de quienes están unidas, casadas, divorciadas o separadas, lo que no ocurre con los varones.
Lovera puso el acento en que la violación sexual sigue siendo una de las expresiones más graves de violencia contra las mujeres.
Dijo que en la ciudad de México, entre los hechos de agresión sexual denunciados el primer semestre de 1995, 54 por ciento fueron violaciones, ocho por ciento intentos de violación, 33 por ciento abusos sexuales y cinco estupros, hostigamientos y adulterios.
Desde 1953 sólo seis mujeres ocuparon una secretaría de estado (ministerio), en comparación con 180 varones, y en los últimos quince años apenas tres mujeres gobernaron alguna de los 33 estados del país.
De 1991 a 1994 la propoción de municipios presididos por mujeres aumentó de dos a 4,5 por ciento, pero la presencia femenina estuvo generalmente confinada a municipios pequeños.
Actualmente, de los 6.289 puestos de elección popular a nivel nacional sólo 13,7 por ciento corresponde a mujeres. (FIN/IPS/emv/dg/pr/96