Ni todas las policías del mundo, operando las 24 horas del día, podrán resolver los problemas fronterizos, legales y sociales que ocasiona la presión migratoria desde Africa hacia Europa.
Dos hechos que se mantienen desde hace varias semanas, uno en Francia y el otro en España, muestran la intensidad del problema.
En París, más de 300 inmigrantes africanos, considerados ilegales por el gobierno local, están encerrados en la iglesia de Saint Bernard. Diez de ellosllevan a cabo una huelga de hambre desde hace siete semanas, en protesta contra la amenaza de expulsión.
Refiriéndose a esa situación, la actriz francesa Emmanuelle Béart, quien acompaña en el encierro a los africanos, acusó a su gobierno de tratar a los inmigrantes como si fueran animales.
En España, el drama se desarrolla en el sur, sobre las doradas playas del mar Mediterráneo, que se vuelven oscuras e impenetrables por las noches y apenas se reflejan en la capital.
En la profundidad de la noche y llegando la alborada, frágiles embarcaciones surcan las aguas próximas al estrecho de Gibraltar, cargadas de africanos que carecen de visados e intentan entrar a Europa en búsqueda de paz, pan y trabajo.
Son los "mojaitos", como los denominan los habitantes de la región española de Andalucía.
"Mojaitos" es sinónimo en España de "espaldas mojadas", la calificación que ganó fama en el río Bravo, limítrofe de México con Estados Unidos y atravesado también por mexicanos y otros latinoamericanos sin visa en búsqueda de lo mismo que los mojaitos africanos.
En el Campo de Gibraltar, territorio español que limita con el Peñón de Gibraltar (colonia británica), fueron detenidos 5.948 inmigrantes "ilegales" entre 1990 y 1996. La mayor cantidad se registró en 1992, con 1.563 y en 1996, según el matutino El País, la avalancha puede superar a la de ese año.
Entre julio y lo que va de agosto ya fueron detenidos 805 africanos, en su mayoría árabes del norte del Mediterráneo. Además, un número similar o mayor de personas pudo haber llegado a tierra y estar con familiares o amigos o, simplemente, deambulando sin ayuda ni apoyo.
Muchos de esos africanos se instalan en las ciudades en viviendas de emergencia, o bajo los puentes, como ocurre en Madrid.
Algunos de ellos fueron desalojados por la policía y realojados en fábricas abandonadas de barrios periféricos, como el de Villaverde, donde sus pobladores realizaron manifestaciones en contra de que se permitiese la residencia de los africanos.
Todos estos sucesos han hecho predecir a la escritora Rosa Regás que ni "toda la policía puesta en pie de guerra logrará detenerlos" (a los inmigrantes «ilegales»).
Se los podrá expulsar, añade, pero otros vendrán a sustituirlo y otros y otros, "porque tienen la imaginación que da el hambre y son inacabables como un ejército mítico de fantasmas que no aceptan haber nacido sólo para morir".
Recuerda Regás que "un burócrata del Banco Mundial afirmaba que la solución de Africa estaba en las muertes por hambre y sida", pero, "no contaba el frío burócrata con la fertilidad de quienes no tienen ni con qué evitar el nacimiento de los más indigentes".
Con esta escritora coinciden muchas personas, movimientos e instituciones en Europa que se pronuncian en contra de esa política inmigratoria de puertas cerradas y policías en celo.
El matutino "El Mundo", de Madrid, habla de la ineficacia, "si es que no es crueldad, de la política de inmigración europea". Un problema, concluye, "de larga y difícil solución, que la Unión Europea deberá afrontar con más ductilidad". (FIN/IPS/af/dg/ip-pr-hd/96