Los antecedentes del líder golpista de Burundi, Pierre Buyoya, como adalid del entendimiento entre las etnias hutu y tutsi provocan desconcierto en la Organización de Naciones Unidas (ONU), que no sabe cómo reaccionar frente a la ruptura institucional en el país africano.
¿Quién es el mayor Buyoya, el oficial del ejército de Burundi que asumió la semana pasada el gobierno de su país a través de un golpe de estado por segunda vez en dos años?
De acuerdo con un reciente título del diario estadounidense The New York Times, Buyoya es un "demócrata autoritario". Washington condenó el golpe la semana pasada, pero también lo lo considera un "moderado" en el tórrido clima étnico de Burundi.
Los países que integran la ONU se ven también inmersos en una paradoja, pues no saben cómo criticar, al mismo tiempo, al líder golpista y al derrocado presidente Sylvestre Ntibantunganya, refugiado en la embajada de Estados Unidos en Bujumbura, la capital de Burundi.
Para muchos diplomáticos apostados en la ONU, Buyoya representa un problema. Aunque objetan la toma del poder por parte del ejército, prefieren a este dictador, considerado moderado, frente a los militares de línea dura de la etnia tutsi o a la posibilidad de que el caos étnico se agrave.
Una coalición integrada por el Frente Democrático de Burundi (Frodebu), de mayoría hutu, y la Unión para el Progreso Nacional (Uprona), predominantemente tutsi, mantuvo el gobierno del país hasta el golpe de estado.
La coalición parecía cada vez más incapaz de calmar la tensión étnica, que cobró 50.000 vidas desde 1993.
Las manifestaciones del secretario general de la ONU, Boutros Boutros-Ghali, fueron un paradigma de los sentimientos cruzados que cunden en el cuerpo mundial.
La semana pasada, mientras se desarrollaba el golpe, Boutros- Ghali advirtió al ejército de Burundi que la toma del poder por parte de los militares era inaceptable y solo agravaría los problemas. Pero también dirigió algunas palabras cordiales hacia Buyoya.
"Conozco muy bien a Buyoya", dijo en una comida informal horas después del golpe, y recordó que el militar fue, hace poco, el anfitrión de un taller de trabajo de la ONU sobre modos de mejorar la convivencia entre la mayoría hutu y la minoría tutsi. "Pero no sé qué voy a hacer ahora", admitió Boutros-Ghali.
Estados Unidos también está en aprietos. Por un lado, el portavoz del Departamento de Estado, Nicholas Burns, dijo que Washington "trabajará para aislar a cualquier gobierno que emerja en Bujumbura por medios extra-constitucionales".
Pero Buyoya es, claramente, un favorito de los dirigentes políticos estadounidenses, quien lo elogiaron por haber transferido el poder democráticamente en 1993 después de seis años en el gobierno.
La fundación privada que conduce el militar para tender a la comprensión entre hutus y tutsis recibió, por lo menos, 145.000 dólares de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), y Buyoya visitó recientemente el país norteamericano invitado por el ex presidente Jimmy Carter.
Adrien Sibomana, quien fue primer ministro de Buyoya en su primer período al frente del gobierno, dijo a IPS en una entrevista telefónica que las intenciones del líder golpista debían contar con la confianza de la comunidad internacional.
"No existen dudas de que Buyoya es un hombre de paz y que conducirá a Burundi a una situación en la cual la gente podrá seguir andando. La gente debe entenderlo a él y también a la situación que lo llevó a dar el golpe", afirmó Sibomana.
El ex primer ministro y parlamentario tutsi argumentó que Buyoya mantendrá su palabra y restaurará la democracia una vez que se aplaquen las tensiones entre los rebeldes hutu y el ejército, predominantemente tutsi.
Pero algunos diplomáticos en la ONU dudan de las intenciones del líder golpista.
"No importa si encontraron a alguien a quien suponen aceptable. El gobierno legítimo es aquél al que reconocemos. El golpe y sus resultados son inaceptables", dijo el embajador de Botswana ante el cuerpo mundial, Legwaila Legwaila.
Las sentimientos contradictorios con respecto a Buyoya han provocado polémica sobre la posibilidad de enviar tropas extranjeras a Burundi, medida a la que, obviamente, el ejército del país africano se opone.
Sibomana dijo que adoptar esta decisión "agravaría, de hecho, la situación", y exhortó a la ONU a comprender los temores de los políticos de Burundi respecto de cualquier intervención extranjera.
Estos temores alentaron el golpe contra el presidente Ntinbantunganya, perteneciente a la etnia hutu, y el primer ministro tutsi Antoine Nduwayo, que eran proclives a admitir una fuerza regional integrada por soldados de Uganda, Tanzania y Etiopía.
A pesar de que Sibomana afirmó que en la capital reina la calma, muchos legisladores hutu del Frodebu están en fuga o en las embajadas de Alemania, Bélgica, Estados Unidos y Francia.
Sibomana, quien es dirigente de la Uprona, negó que existan razones para que los políticos hutu teman por sus vidas. "Ellos han recibido garantías", afirmó.
El golpe se produjo antes de que se difunda un esperado informe de la ONU sobre el asesinato en 1993 del presidente Melchior Ndadaye, quien derrotó a Buyoya en las elecciones que se celebraron a inicios de ese año.
Los 15 embajadores de los países representados en el Consejo de Seguridad de la ONU han podido leer ese informe, pero se han negado a publicitar su contenido.
Este secreto provocó especulaciones sobre la posibilidad de que Buyoya u otros dirigentes golpistas estén mencionados como instigadores del intento de derrocar a Ndadaye, primer presidente hutu en la historia de Burundi.
"Con los últimos acontecimientos a la vista, queda claro nuevamente que la impunidad de los crímenes pasados depara más violencia", reza una declaración del Comité para los Refugiados difundido esta semana.
"Los encargados de derechos humanos de la ONU deben publicar su informe y mencionar explícitamente los nombres de los funcionarios de gobierno, políticos y militares culpables de la sangría de 1993", agrega el comunicado.
Sibomana, por su parte, desacreditó los rumores de que Buyoya o sus allegados figuren en el informe de la ONU. "Siempre hay rumores que pueden ser esgrimidos como armas políticas", dijo. (FIN/IPS/tra-en/fah/yjc/mj/ip/96