Con una participación que superó las expectativas de los organizadores, la huelga general cumplida hoy en Argentina fue la más contundente de las cuatro que se realizaron desde que el presidente Carlos Menem llegó al gobierno por primera vez hace siete años.
El paro era sin movilización callejera, pero algunos gremios tenían previsto realizar ollas populares en plazas públicas de la capital y del interior, y fueron reprimidos duramente por la policía apenas se concentraban. Hubo heridos y detenidos en un número aún indeterminado.
La capital argentina amaneció como en un día feriado, con las estaciones de trenes, de subtes, las terminales de autobuses y los aeropuertos prácticamente desolados por la inactividad.
En las provincias el panorama se repitió pero con más contundencia y en las escuelas de casi todo el país no se dictaron clases.
El paro se nutrió del alto desempleo, de 17,1 por ciento, y de una percepción del modelo económico al que algunos sectores sindicales califican como "de exclusión".
Pero el descontento se precipitó cuando el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció una rebaja de beneficios salariales -asignaciones familiares y vales de comida-, una semana antes de su renuncia.
Su sucesor, Roque Fernández, ratificó las medidas para reducir el déficit fiscal y este jueves se reunió por segundo día consecutivo con una delegación del Fondo Monetario Internacional para analizar un paquete de nuevas medidas que se anunciarán el lunes 12.
En este contexto, los organizadores, que preveían un acatamiento de entre 40 y 50 por ciento en la capital, se manifestaron sorprendidos por una adhesión que este jueves estimaron entre 80 y 90 por ciento.
La falta casi total de transporte público dió la excusa a muchos trabajadores que se quedaron en sus casas.
Los hospitales trabajaron con guardias mínimas y numerosos comercios, sobre todo fuera de la capital, no abrieron sus puertas.
La huelga fue convocada por primera vez por las tres centrales sindicales argentinas, que solían discrepar con el momento y el tipo de manifestación.
La Confederación General del Trabajo (CGT), tradicionalmente aliada del gubernamental Partido Justicialista, fue la entidad que mas impulsó la huelga, sin movilización.
Pero las otras dos agrupaciones, el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) y el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA), dos desprendimientos de la CGT producidos durante la gestión menemista por la oposición al modelo, organizaron diversos actos.
Los primeros habían previsto instalar ollas populares en las principales plazas públicas, pese a la advertencia del Ministerio del Interior para que se abstuvieran de aglomerarse en lugares públicos sin la debida autorización.
"Hasta ahora la CGT se manifestaba en forma pasiva, inclusive fue socia del modelo económico, pero la gente presionaba por un paro y hoy está enviando un mensaje muy claro", advirtió el secretario general del MTA, Juan Manuel Palacios, líder de los trabajadores del transporte.
A media mañana, cuando comenzó a llegar una veintena de trabajadores a una plaza, situada frente al Parlamento, fueron reprimidos con dureza por la policía con palos, gases y camiones hidrantes.
"Van a tener que declarar el estado de sitio", vociferó entonces Palacios, "esto es una democracia formal, tratan que la gente no proteste y que acepte disciplinadamente el modelo", añadió.
El fenómeno de desalojo de las plazas se repitió con contusos y detenidos en otros paseos de la capital ante la sorpresa de los manifestantes, que ni siquiera terminaban de instalarse cuando eran atacados por uniformados que portaban máscaras antigas, escudos, palos y ametralladoras.
"Restablecimos el orden", gritaba uno de los comisarios que comandó el operativo de desalojó al puñado de trabajadores que llegaba al paseo del barrio de Once con paquetes de comida, ollas y otros enseres.
Entretanto, un agente se quitaba la matrícula ante las cámaras de televisión, un gesto que preanunciaba aprestos de enfrentamientos con los manifestantes.
La orden del Ministerio del Interior había sido pocas horas antes disolver cualquier aglomeración pública en la capital.
El ministro Carlos Corach había advertido que "cuando la policía vea que una manifestación pública puede alterar el orden la va a reprimir".
Entretanto, los trabajadores del Congreso, la tercera central sindical, realizaron una marcha por el gran Buenos Aires, una zona de fábricas donde el paro se observó incluso en la gran cantidad de negocios cerrados.
"Ya no tenemos a quien venderle porque la gente no tiene dinero", decía un comerciante en la víspera.
En la provincia de Córdoba, en el centro del país, el gobierno dispuso asueto, en previsión de incidentes como los que ocurrieron la semana pasada, cuando la policía reprimió a los trabajadores estatales. En esa provincia se realizó una manifestación en adhesión a la protesta. (FIN/IPS/mv/jc/ip-lb/96