Combatir las diversas manifestaciones de inequidad entre niños y niñas, que siempre perjudican a estas últimas, fue una de las tareas planteadas en la Tercera Reunión Ministerial Americana sobre Infancia y Política Social.
El encuentro, que congregó a representantes de 34 países el jueves y viernes en Santiago, enfocó las discriminaciones de género tanto a la luz de las convenciones adoptadas por la comunidad internacional como de las políticas sociales.
En el Acuerdo de Santiago, suscrito al término de la reunión, se incluyen varias resoluciones que aluden a la búsqueda de la igualdad entre niños y niñas y jóvenes de ambos sexos.
Como lo señaló el ministro de Planificación de Chile, Luis Maira, los programas de atención a la infancia no sólo tienen una dimensión moral, sino también estratégica, en cuanto apuntan a evitar la reproducción generacional de la pobreza.
La estadounidense Carol Bellamy, directora ejecutiva del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), subrayó durante toda su participación en este encuentro el vínculo creciente entre aumento de la pobreza y agudización de los problemas de la infancia.
En esta ecuación hay varios aspectos que profundizan las inequidades de género, como el acceso a la enseñanza y la deserción escolar, la explotación laboral y sexual de las niñas y la salud reproductiva.
Bellamy indicó que en América existen diversas expresiones de inequidad en perjuicio de las niñas, aunque el fenómano no alcanza las graves manifestaciones que tiene en el Sub-Sahara y en varios países del centro y sur de Africa.
En la óptica de Unicef uno de los problemas más graves de inequidad de género es el de la escolaridad, a la luz de estadísticas mundiales donde se muestra que las niñas constituyen los dos tercios de la infancia sin colegios.
En el mundo hay 130 millones de niñas y niños que están marginados de la educación, recordó la ex senadora demócrata que ejerce la dirección de Unicef desde mayo de 1995.
El no acceso a los establecimientos escolares o su abandono por parte de las niñas menores está vinculado a la pobreza, que en unos casos obliga a trabajar desde temprana edad o hace que los niños deban quedar en casa mientras ambos progenitores salen en busca de sustento.
Las condiciones que conspiran contra la escolaridad son aún más intensas en los casos de familias pobres y monoparentales, donde a menudo es la madre la solitaria jefa del hogar, obligada a asumir el papel de proveedora.
En los primeros años de la adolescencia las deserciones escolares de niñas aparecen a menudo asociadas al embarazo precoz, un problema que también crece al ritmo de la multiplicación de la pobreza.
El incremento en América de los embarazos adolescentes y el hecho de que el continente no haya cumplido, según advirtió Unicef, sus metas de disminución de la mortalidad materna, resultan sintomáticos.
La mortalidad materna es la que sufre la mujer durante el embarazo o el parto, y es sabido que los riesgos al respecto aumentan tanto en las mayores de 40 años, como en madres adolescentes de 13 a 16 años sin el desarrollo físico adecuado para la preñez.
El Acuerdo de Santiago insistió en que los estados americanos deben hacer adecuaciones sustantivas de sus legislaciones a la Convención de los Derechos del Niño, adoptada por Naciones Unidas en 1990 y ratificada ya por 187 países.
Pero el acuerdo indicó que estas adecuaciones legislativas deben hacerse también con respecto a la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.
Estos tres instrumentos, y en especial la Convención de Derechos del Niño, están generando diversas leyes en los países del hemisferio, que en esta primera fase han dado prioridad a los temas del maltrato infantil y la violencia doméstica.
Pero resta aún combatir otras manifestaciones de discriminación hacia las niñas y las mujeres, relacionadas a menudo con aspectos socio-culturales.
Por ello, la reunión de Santiago sirvió para transmitir a los delegados gubernamentales la propuesta de Unicef y de Naciones Unidas en general de incorporar la dimensión de género a las preocupaciones de los gobiernos y la sociedad.
Alberto Minujin, encargado de políticas sociales de la oficina regional de Unicef para América Latina, basada en Santafé de Bogotá, destacó que los 34 países participantes en la cita acogieron esa preocupación en materia educacional.
En esa perspectiva, acordaron promover como un primer paso la revisión de los curriculos de enseñanza, tradicionalmente machistas en cuanto a consagrar "roles masculinos y fameninos", para promover la buscada equidad de géneros. (FIN/IPS/ggr/hd/96