El multimillonario lobby de fabricantes de armas de Estados Unidos ha concentrado sus energías en aumentar las ventas a ejércitos latinoamericanos, aprovechando que el presidente Bill Clinton necesita de votos y dólares para ganar las elecciones del próximo noviembre.
Ya había sucedido en 1992, cuando Clinton fue elegido por primera vez presidente de Estados Unidos.
La industria bélica norteamericana logró en esos meses una serie de beneficios por medio de un sofisticado cabildeo junto al candidato demócrata, justo en el momento en que el Pentágono enfrentaba la amenaza de cortes sustanciales en su presupuesto.
La misma situación se repite ahora, cuando Clinton intenta conquistar un nuevo mandato presidencial de cuatro años, pero con el agravante de que la exportación de armas pasó a ser vital para que el complejo industrial-militar logre sobrevivir en Estados Unidos.
En 1996, los fabricantes norteamericanos de aviones de combate entregarán al Pentágono 24 nuevos aparatos, mientras 153 irán para compradores extranjeros, especialmente en el Medio Oriente, Asia y América Latina, según un estudio publicado por el periódico The Baltimore Sun.
La exportación de aviones militares aumentó 57 por ciento en un año, mientras las ventas domésticas fueron casi cuatro veces más bajas.
La solución encontrada por el Pentágono y los fabricantes es la venta de equipos usados, como los sofisticados cazas F-16 cuya exportación estuvo prohibida por mucho tiempo por ser considerados equipos estratégicos.
En 1994, Natalie Goldring, del privado Consejo Anglo-Americano de Seguridad e Información estimó que la Fuerza Aérea de Estados Unidos vendería 360 aparatos F-16 para poder comprar 88 cazas de última generación.
Informaciones recientes publicadas en la prensa de Washington señalan que el Pentágono no logró vender el número necesario de F- 16, y presiona duramente ahora por la eliminación de restricciones del Departamento de Estado a la cesión de equipos bélicos sofisticados a América Latina.
Además de aviones, el lobby militar norteamericano presiona por la venta de cohetes y helicópteros a países como Brasil, Chile, Ecuador y Venezuela.
Estados Unidos ya controla 31 por ciento del mercado de armas en América Latina, según un informe del Congreso publicado el año pasado, que preveía para 1998 la duplicación de ese porcentaje, a pesar de la crisis económica que sufre el continente.
La guerra por la sobrevivencia del complejo industrial-militar transformó los mercados latinoamericanos en blancos estratégicos, no obstante su limitada capacidad financiera.
Cualquier negocio pasó a ser muy importante, porque de él depende la compra de los equipos de última generación como cohetes inteligentes, vehículos terrestres de desplazamiento rápido y principalmente equipos computarizados para detectar fuerzas enemigas a la distancia.
El premio Nobel de la Paz de 1987, Oscar Arias, calificó como criminal la venta de armas a América Latina justo cuando el continente enfrenta una dramática agudización de la pobreza interna.
Pero entre los militares de países como Brasil, Chile, Ecuador y Perú, la subasta de material bélico norteamericano ha despertado interés y simpatías.
Después de reducir la ayuda militar a América Latina de 222 millones de dólares al año en 1992 a 10 millones en 1996, y romper una vieja alianza con militares del continente para apoyar la redemocratizacion, Washington está bajo fuerte presión para cambiar principios por negocios.
Negocios que interesan sin embargo más al vendedor que al comprador. (FIN/IPS/cc/jc/ip/96