Las empresas químicas Dupont y minera Asarco son las mayores fuentes de contaminación de Estados Unidos, arrojando miles de toneladas de desechos tóxicos en el aire, el agua y la tierra, según las últimas cifras de la Agencia de Protección Ambiental federal de ese país (EPA).
Argentina, Brazil, China, Colombia, India, Indonesia, México, Filipinas, Taiwan, Tailandia, Turquía y Venezuela son sede, además de Estados Unidos, de bases de producción de Dupont, con sede en Delaware, una de las mayores compañías del mundo, que en 1995 obtuvo 42.200 millones de dólares en ganancias.
En 1994, último año del que se tienen datos, Dupont tenía 70 plantas manufactureras en este país, las cuales generaban 9.520 toneladas de desechos tóxicos. Las plantas de Mississippi, Tennessee y Texas encabezaban la lista de sitios contaminantes.
Asarco, con sede en Nueva York, que en 1995 ganó 3.200 millones de dólares, trabaja principalmente en Estados Unidos, pero también opera una fundición de cobre en Ilo, al sur de Perú, y tiene acciones en varias empresas mineras de México.
Según la EPA, Asarco tenía 11 sitios que emitían 3.150 toneladas de sustancias contaminantes en 1994, principalmente dos fundiciones de cobre en Arizona y Texas y una de plomo en Montana.
En total, en 1994 el medio ambiente recibió alrededor de un millón de toneladas de contaminantes tóxicos de 22,744 centros industriales estadounidenses, indicó la EPA, que basa su información en cifras que las empresas deben presentar según establece una ley federal, y que no son supervisadas por la agencia.
Otras 1,7 toneladas de desechos, informó el organismo federal, fueron "transferidas" fuera de los sitios donde se crearon.
Los sitios de manufactura que encabezan la lista de EPA han sido durante largo tiempo foco de activismo ambiental en las comunidades del área.
Un ejemplo primario es la planta de Dupont en New Johnsonville, Tennessee, la cual, según la EPA, es uno de los 12 principales contaminadores de Estados Unidos.
La planta de Dupont, ubicada a unos 225 kilómetros al noreste de Memphis, es el mayor procesador mundial de dióxido de titanio, un pigmento utilizado en una amplia gama de productos, incluyendo pintura y dentífrico.
Cuando se inauguró en la década de 1950, los operadores simplemente volcaban los desechos de cloruro de hierro en el río Tennessee. Pero en 1967, las normas exigieron que la compañia inyectara la sustancia ácida, de la cual producía hasta 3,5 millones de litros diarios, a más de un kilómetro por debajo de la superficie.
El impacto total de esta práctica no ha sido determinado, pero grupos ambientalistas locales temen que amenace el agua para beber de la zona.
Alan Jones, director del Consejo Ambiental de Tennessee (TEC), aprobó el anuncio de Dupont de que detendrá las inyecciones al subsuelo, y dijo que la medida se tomó debido a que la junta de la empresa "no gozaba de reputación".
Jones dijo no tener certeza sobre la posibilidad de que 28 años de depósitos tóxicos bajo tierra no estén contaminando las reservas de agua potable de la región y arriesgando la salud pública.
El desconocimiento científico también enturbia el impacto de la fundición de cobre en Hayden, Arizona, unos 80 kilómetros al este de Fénix. Pero allí los problemas de salud son mucho más obvios.
El complejo Ray de Asarco en Hayden, instalado en 1912, libera sulfuro dióxido y arsénico, además de generar grandes cantidades de un material de desecho que también contiene arsénico.
Las autoridades estatales detectaron el problema cuando en 1984 se descubrieron altos niveles de arsénico en una cárcel abandonada situada a poca distancia de la fundición, la cual también figura en la lista de 12 mayores contaminantes de la EPA.
Los niveles de arsénico en el edificio superaron 165 veces el nivel máximo recomendado por el Departamento de Servicios de Salud de Arizona.
Además, un estudio de los Servicios de Salud reveló en 1990 que los índices de cáncer de pulmón son en Hayden 50 por ciento más altos que en Tuscon y Phoenix, las dos principales ciudades del estado.
Hay algunas similitudes entre los casos de New Johnsonville y Hayden. Ambas compañías operaron durante décadas sin permisos adecuados porque las agencias ambientales demoraron años en decidir sobre regulaciones para el control de la contaminación en los sitios.
En el caso de New Johnsonville, los argumentos a favor de la inyección subterránea se mantuvieron durante 25 años, y dos años después que autoridades de Tennessee dictaran normas en 1985, el programa estatal de supervisión de las inyecciones se cerró por falta de fondos.
La fundición de Hayden ha operado sin un permiso apropiado desde marzo de 1985, cuando expiró su última autorización válida, y la EPA tampoco tiene autoridad legal para forzar a la empresa a medir sus emisiones de arsénico.
Nuevas regulaciones ambientales sobre la emisión de arsénico entraron en vigor en 1986, pero la compañía y la agencia estatal no se pusieron de acuerdo sobre la forma en que se medirían las emisiones. Desde entonces, la EPA aprobó nuevas normas, pero estás no regirán sino hasta el 2000. (FIN/IPS/pc/pz/lp/en/96