Las leyes que hace cuatro años prohibieron el trabajo vinculado en Pakistan solo aseguraron la libertad de algunos centenares de campesinos y sus familias.
La práctica secular de tratar a los peones del campo como virtuales esclavos todavía está en vigor en las grandes factorías agrícolas de la provincia Sindh, que son propiedad de algunas familias opulentas y políticamente influyentes.
La ley que abolió el sistema de trabajo vinculado fue sancionada en 1992, pero nunca ha sido aplicada con estrictez por el gobierno. La mayoría Sindh entre los miembros de la asamblea está constituída por granjeros ricos.
A pesar de todo, la legislación tuvo un efecto catalítico de cambio y proveyó una cobertura lícita a grupos no gubernamentales que se baten para liberar a campesinos esclavos llamados localmente "haris". No obstante, en muchos casos, su libertad ha provocado problemas adicionales.
Las ONGs no han podido resolver la cuestión del reempleo. La demanda de fondo fue ¿adonde puede ir esa gente que tradicionalmente dependió en todo de los patrones y cómo se ganará ahora la vida?
Al mismo tiempo, furiosos por la pérdida de mano de obra barata, los terratenientes han venido fustigando a los activistas humanitarios y los han acusado de ser cómplices de una conspiración para sabotear los intereses económicos de los Sindh y difamar a Pakistan en el exterior.
Despues de todo, dicen los terratenientes, el sistema ha funcionado bien durante siglos. ¿Porqué innovar ahora?… Aseguran que a cambio de su trabajo los "haris" reciben comida, prendas de vestir y un techo.
Los activistas reiteran que los trabajadores vinculados son explotados porque familias enteras viven en chozas con una habitación y se alimentan pobremente. Sus hijos están desnutridos, no van a la escuela ni tienen acceso a una tutela sanitaria básica.
Pagados en especies, no con sueldos, y obligados a pedir prestado a los patrones en casos de bodas, fallecimientos u otras ocasiones sociales, quedan atrapados en el círculo del endeudamiento del cual no tienen esperanza de liberarse ni siquiera en las próximas generaciones.
Las deudas siguen aumentando y son pasadas de padres a hijos, mientras patrones inescrupulosos se aprovechan del analfabetismo de sus peones para abultar las cuentas. "Si el campesino recibe arroz por valor de cuatro dólares, el monto anotado en los registros será de cinco", apuntó Jam Saqi, ex activista y ahora asesor del gobernador Sindh sobre asuntos laborales.
Los relatos de crueldad, palizas y violaciones son comunes. Hubo casos de haris que fueron encadenados por sus patrones para evitar que escaparan.
Una familia hari puede dejar a su patrón solo si amortiza su deuda o si su nuevo empleador está dispuesto a saldar el crédito. "Jago" (Despertar), el diario en lengua Sindh, preguntó en un comentario editorial "¿Si el hari de repente decide irse y trabajar para otro patrón sin pagar su deuda, está justificado?".
I.A. Rehman, director de la independiente Comisión de Derechos Humanos de Pakistan, que ha estado a la vanguardia contra el trabajo vinculado, respondió que "estamos hablando de haris en esclavitud, lo cual está prohibido por la Constitución".
"Los terratenientes tienen la costumbre de comprar y vender las familias de campesinos como si fueran verduras", observó Qadir Magsi, del Partido Sindh Taraqi Pasand (Progresista), que ya ha rescatado a 300 haris.
La mayoría de los trabajadores liberados fueron reubicados en terrenos gubernamentales. Otros 1.000 haris salvados por la Comisión de Derechos Humanos estan viviendo en tierras que pertenen a un grupo misionero cristiano en una aldea llamada Matli.
"Aquí podemos vivir como queremos, casar a nuestros hijos según nuestros deseos, celebrar lo que nos gusta…", dijo Jina, una mujer de mediana edad.
Otra mujer anciana que dice tener 80 años, cuenta con orgullo que su nieto más joven va por primera vez a la escuela. La madre del niño, Alloo, que gana algún dinero extra haciendo "rilli", el tradicional de estampado de telas, afirmó que "mis hijas y nietas se salvarán de la crueldad de los terreatenientes".
Muchas de las operaciones de rescate se realizaron en horas de la noche y con gran riesgo personal por parte de activistas humanitarios, que fueron amenazados de muerte por teléfono y personalmente por sicarios de los terratenientes.
La organización eclesiástica que brindó refugio a los "haris" liberados fue advertida de un ataque con bombas. El poderoso grupo de presión de los terratenientes la acusa de proselitismo, un grave crimen en Pakistan.
"Al proyectar el tema como religioso, los terratenientes estan tratando de quebrar el poder de aquellos que luchan en favor de los haris oprimidos", declaró el reverendo Joseph Coutts, obispo de Hyderabad, quien ayudó a encontrar el refugio en la aldea de Matli.
"Los terratenientes no quieren perder su mano de obra barata. Liberar a peones esclavos de sus cárceles privadas vá contra el sistema feudal dominante en Sindh", dijo el prelado.
Bajo la presión de los agricultores, el gobierno ha retrocedido en la cuestión de liberar el trabajo vinculado, incluso postergando una serie de seminarios que había programado sobre el tema. El revés indica que la batalla solo ha comenzado, señalaron activistas humanitarios en Pakistan. (FIN/IPS/tra-en/bs/an/ego/lb- hd).
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