La represión militar y policial del fin de semana contra los partidarios de una popular figura política opositora, revela que el gobierno indonesio está cada vez más irritado por los desafíos a su autoridad.
La violencia estalló el sábado luego que la policía efectuó un allanamiento en el cuartel general del opositor Partido Democrático Indonesio (PDI), donde desalojó por la fuerza a 150 militantes y expulsó a la jefa de la agrupación, Megawati Sukarnoputri.
La irrupción motivó una serie de manifestaciones de protesta por las calles de Jakarta que solamente cesaron cuando la policía empleó gas lacrimógeno y bastones para dispersar a los demostrantes. Al menos dos personas resultaron muertas y varias decenas quedaron heridas o lesionadas, según un informe oficial.
Oscuras nubes de ansiedad se han venido acumulando sobre el firmamento político de Indonesia desde hace varios meses, agudizadas por el surgimiento de una vigorosa oposición, la preocupación sobre la salud del presidente Suharto y el creciente descontento por la brecha entre ricos y pobres.
Junto con elecciones parlamentarias y presidenciales previstas para 1997 y 1998, cunden sentimientos encontrados acerca de las tres decadas de gobierno de Suharto y lo que puede venir despues en este país que es el cuarto en el mundo por cantidad de población.
Suharto, de 74 años, nunca ha indicado un sucesor.
Entretanto, lo que resulta más próximo a un líder opositor popular y posible desafiante de Suharto ha emergido en la persona de Megawati, la hija del extinto Sukarno, primer presidente de Indonesia, quien fue obligado a dejar el poder en 1967, dos años despues que quedó inmóvil por un golpe abortado.
Desde entonces, Suharto ha sujetado firmemente las riendas de la política indonesia y ha limitado la oposición permitiendo la existencia de solo tres partidos, incluído el PDI, para participar en las parlamentarias.
Megawati fue elegida jefa del PDI en 1993, pero la depusieron en junio último tras una acción respaldada por el gobierno. Desde entonces, sus partidarios están buscando reinstalarla y han realizado foros y discursos públicos de protesta.
"La gente se está despertando", dijo Asmara Nababan, del Foro sobre Desarrollo Indonesio (INFID), una ONG internacional. "Si comparamos la situación con aquella de hace 10 o 20 años, hay una disminución en la habilidad del gobierno para manejar a la comunidad", declaró a IPS días antes de la irrupción al PDI.
Muchos analistas coinciden que el gobierno estuvo indeciso sobre cómo manejar las protestas diarias y, finalmente, procedió a la represión dos días antes de la reunión de ministros de Exteriores del sur de Asia.
"Hace 10 años, una situación semejante habría sido resuelta fácilmente. Pero su capacidad está disminuyendo y el deseo de la gente de luchar por sus derechos aumenta cada vez más", expresó Nababan.
También hay otros signos de intranquilidad política. El 1 de julio figuras públicas firmaron una declaración publica expresando su preocupación por la mordaza a los medios, la represión a las críticas y la persecusión a Megawati, que están alejando al país de la mentalidad estatal llamada "Pancasila".
"La declaración mantiene la postura que la sociedad, especialmente la joven generación, desea saber qué sucede, especialmente por parte de aquellos en el poder. Además, confirma que nuestros políticos están decayendo y apartándonos de los nobles ideales de la nación", dijo Kastorius Sinaga, de la Universidad de Indonesia.
Nuevos grupos han sido formados como la Fundación de Hermandad Nacional, cuyo líder, el general retirado Bambang Triantoro, tambien firmó la declaración del 1 de julio.
La semana pasada activistas estudiantiles formaron una nueva agrupación, el Partido Demócrata Popular (PDP), en desafío a la política oficial de permitir la existencia de solo tres fuerzas. "Fundamos este partido porque la política indonesia se está deteriorando. El radio de acción ha disminuído. Miren lo que ocurrió con el PDI", dijo el titular del PDP, Budiman Sujadmiko.
A pesar que hubo períodos de mayor apertura en años pasados, el gobierno de Suharto se habría puesto más quisquilloso respecto al disenso a raíz de las elecciones de 1997 destinadas a la asamblea general, la cual indicará al nuevo presidente para 1998. Durante ese lapso Suharto tratará de adjudicarse su septimo mandato por cinco años.
Las versiones que circulan en Jakarta indican que el propósito de la presión del gobierno sobre Megawati es lograr que diga que no pretende la presidencia en 1998, si bien hasta ahora la dirigente ha permanecido muda. Mediante el apoyo a su rival, Soerjadi, el oficialismo pretende evitar que se presente en los comicios.
Igual que muchos otros, Nababan cree que Suharto todavía se adjudicará un séptimo período si se presenta, pero la mera perspectiva de que un extraño lo desafíe resulta embarazosa.
Desde académicos hasta abogados de derechos humanos, todos coinciden que Suharto debe allanar el camino a una transición del poder sin sobresaltos, evitando que su salida provoque inestabilidad o que los militares pretendan gobernar. Suharto siempre dijo a la asamblea nacional que señalaría el candidato "cuando llegue el momento".
Los indonesios son cada vez más concientes que Suharto no es inmortal y temen las consecuencias de un vacío de poder. Su esposa y confidente durante 48 años murió en abril, y tanto la bolsa de valores como la rupia cayeron cuando se supo que el mandatario viajó a comienzos de mes a Alemania para exámenes médicos.
Tampoco ayuda que la agrupación gobernante de Suharto, el Partido Golkar, no controle la actividad política como antes. Golkar perdió 16 escaños parlamentarios en los comicios de 1992, 15 de los cuales fueron al PDI, y su caudal electoral bajó por primera vez a menos del 70 por ciento.
Sin embargo, los tiempos podrían estar cambiando, si bien lentamente. Aunque no hay cifras, Megawati es popular entre los jóvenes, de los cuales 20 millones votarán por primera vez el año próximo y pretenden una parte de la prosperidad obtenida por Indonesia en las últimas tres décadas.
Algunos activistas están preocupados por la creciente violencia en la juventud, como se comprobó en los motines del sábado que fueron los peores que se registraron en Jakarta en décadas. No fue una coincidencia, porque el 52 por ciento o sea 7,33 millones de desempleados, registrados el año pasado, tenían edades entre 15 y 25 años. (FIN/IPS/tra-en/js/cpg/ego/ip).
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