/REPETICION/ PERU: El impacto tecnológico no ha favorecido a trabajadoras

Patricia Morales, una peruana de 23 años experta en programación y analista de sistemas, trabaja como vendedora de computadoras porque después de egresar el instituto técnico sólo le fueron ofrecidos empleos como digitadora.

"Como vendedora gano bien, pero no estoy satisfecha. Fui la primera alumna en el instituto tecnológico, pero mis compañeros varones consiguieron empleos técnicos y yo no", comenta.

El caso de Patricia no es único y se repite en todos los países latinoamericanos (con la probable excepción de Cuba). Cada vez es mayor el número de mujeres que siguen estudios técnicos y en algunas ramas superan a los estudiantes varones, pero luego no encuentran oportunidades equivalentes de empleo .

Los analistas sociales evalúan el impacto del desarrollo tecnológico en el avance laboral femenino, para establecer en qué medida la incorporación de nuevas tecnologías favorece o desfavorece la mejora de las oportunidades de empleo de las mujeres.

El crecimiento de la participación femenina en la economía es una tendencia mundial en las últimas décadas y en América Latina 30 por ciento de la fuerza laboral está constituida por mujeres, pero siguen mayoritariamente confinadas a las ocupaciones de menor rango y menor salario.

Los salarios femeninos promedio están por debajo de los percibidos por los varones. El más grave exponente de esta tendencia es Paraguay, en donde las mujeres ganan en promedio 50 por ciento que los hombres que realizan las mismas tareas.

El extremo favorable es Costa Rica, país en el que las mujeres ganan 86 por ciento de los salarios masculinos. En Chile el ingreso promedio femenino es del 67 por ciento del de los hombres, en tanto que en Brasil y Perú las mujeres perciben 80 por ciento de la remuneración masculina.

Se podría esperar que la automatización, que disminuye la utilización de la fuerza muscular y reduce los riesgos, factores ambos que solían tipificar como masculinos a algunos trabajos, tendría que haber disminuido la discriminación contra las mujeres y mejorado sus oportunidades de ascenso salarial.

El caso de Patricia Morales, la analista de sistemas que trabaja como vendedora, es similar al de numerosas latinoamericanas con capacitación técnica y revela que los empleadores siguen comportándose, y contratando, en base a criterios de discriminación por razones de género.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que 1995 fue un año de "economías frágiles con retrocesos del empleo" y que el empleo informal y el desempleo abierto aumentaron en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo.

En esa coyuntura de desaceleración del crecimiento y reducción de la oferta de empleo se está produciendo la reestructuración del sistema productivo, orientada hacia la fragmentación de las grandes empresas, que adoptan mecanismos de subcontratación, propiciando la generación de pequeñas empresas.

Como consecuencia de las nuevas modalidades de contratación laboral, el empleo atípico se incrementa y en Argentina pasó de 28,5 por ciento en 1985 al 34, en Bolivia de 11 a 30 por ciento, en Colombia de 15 a 20 y en Perú sobrepasa 50 por ciento.

"Este marco enlentece el avance laboral femenino, pues cuando hay crisis, las primeras en ser despedidas y las últimas en conseguir nuevos empleos son las mujeres", señala la abogada laboralista Ivonne Macassi, del Instituto Flora Tristán.

"La subcontratación, que predomina en algunos rubros industriales, como el de confecciones, ha repercutido en la pérdida de derechos, reducción de salarios y sobreexplotación, porque muchas de las pequeñas empresas subcontratistas son casi talleres clandestinos", dice.

Por otro lado, la expansión de ese mecanismo propicia a su vez el trabajo a domicilio, que en su mayor parte es realizado por mujeres.

La feminista Mariela Salas afirma que las mujeres que realizan trabajo a domicilio suelen tener menor desarrollo político y social que las que trabajan en fábricas y talleres.

"Las que trabajan fuera de casa están en mayor contacto con el mundo. Al confinarlas en sus casas, el trabajo a domicilio contribuye a reforzar la concepción de que el lugar de la mujer está en su hogar, cerca de la cocina. Es decir, refuerza los patrones machistas", comenta.

La psiquiatra Marta Rondón concuerda con la feminista Salas sobre ese aspecto del trabajo a domicilio, pero añade que "sin embargo, alivia el estrés en las mujeres por los sentimientos de culpa que les produce la idea de que están abandonando a sus hijos por trabajar".

"La solución de ese problema es cultural y política, y se alcanzará cuando se superen los patrones machistas de conducta de género, que asignan exclusivamente a las mujeres el papel de cuidar a los hijos y atender el hogar", añade.

Al respecto, un estudio de la venezolana María del Mar Serna señala que lentamente avanza en la legislación y en la práctica latinoamericanas el concepto de que las responsabilidades familiares son parentales, es decir tanto del padre como de la madre.

En su ensayo "Regulación del Trabajo de la Mujer en Latinoamérica", Serna informa que las licencias a los padres varones por el nacimiento o el cuidado de un hijo enfermo se están admitiendo a través de convenios colectivos en Costa Rica, Uruguay, Perú, Argentina y Chile. (FIN/IPS/al/dg/pr-lb-if/96)

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