La población precolombina de Costa Rica tuvo una relación especial con la naturaleza. El bosque era uno más entre los seres vivos, por lo cual muchas especies fueron reproducidas en piezas de oro y jade que ahora recorren varios museos de Estados Unidos.
La exposición, que estará en ese país hasta el 5 de noviembre de 1997, muestra la relación histórica entre la población precolombina costarricense y el bosque. Es un lazo que los indígenas actuales no han roto del todo y que el Estado ha tratado de recuperar a través de la conservación ambiental.
Se trata de una muestra de 142 piezas de oro, jade y piedra en la que destacan máscaras de figura humana, colgantes con formas humanas y animales, incensarios y figuras de hongos, cangrejos, águilas, cocodrilos, lechuzas, tortugas, monos, ranas, sapos y un sinfín de especies.
La exhibición fue organizada de tal manera que las piezas seleccionadas muestran las características de la fauna que habitaba los tres tipos de bosque con que cuenta este territorio (seco, húmedo y nuboso), las aves y los animales de agua, tanto de ambiente marino como fluvial.
Melania Ortiz, directora del Museo Nacional, señaló que es la primera vez en la historia que Costa Rica envía una exposición arqueológica totalmente diseñada en el país.
Pero además, Oro, jade y bosques es una exhibición que rompe con posiciones tradicionales, al reunir los objetos por tema y no por su aparición en el tiempo y el espacio.
Ortiz agregó que los animales representados en la muestra configuraban el modo de vida de los habitantes y sus creencias. "Formaron parte de su régimen alimenticio, de las creencias religiosas, de los mitos, de su mundo".
De ello da fe la historiadora María Eugenia Bozzoli, quien asegura que el indio trataba a la selva como si fuera una sociedad humana vecina, con el mismo derecho a existir y donde vivían los parientes, amigos y enemigos.
Allí "se podía encontrar ayuda, indiferencia u hostilidad, según el cuidado que hubiera tenido al tratarla", señaló.
Para el Museo Nacional, la exhibición permite apreciar la riqueza ecológica costarricense, porque muchas de las criaturas del agua, la tierra y el cielo representadas en los objetos se pueden encontrar en la actualidad en sus habitat naturales.
Se inicia con los animales del ambiente marino, entre los cuales los indígenas tallaron las figuras de camarones, cangrejos y langostas, que utilizaban en collares.
También en colgantes e incensarios los indígenas costarricenses perpetuaron las formas de cocodrilos, lagartos y caimanes, especies que habitan en agua y tierra a la vez.
En la muestra sobresale un incensario en forma de volcán, con la figura de un lagarto o cocodrilo cuyo rostro tiene rasgos humanos en el perfil, y con dientes frontales incisivos como los de un felino.
Según los arqueólogos, los incensarios se ubican mayormente en la región arqueológica de la Gran Nicoya, al norte del país y cerca de la frontera con Nicaragua.
La mezcla de representaciones de diversos seres en estos incensarios puede tener su explicación en una leyenda nicaragüuense que hace referencia a una madre y su hijo que vivían en la cima de un volcán y que podían adoptar la forma de animales.
Entre los animales de tierra y agua representados en la muestra se encuentran también figuras de iguanas, garrobos, tortugas, ranas y sapos.
En un catálogo editado exclusivamente para esta colección, el Museo Nacional explica que en el mundo mágico y religioso de los pueblos nativos, las ranas y los sapos eran relacionados con la fertilidad.
Un hecho curioso es que muchas de las figuras fueron elaboradas con tal exactitud que han permitido a los estudiosos identificar inclusive a determinadas familias de animales que aún existen.
En cuanto a las especies del bosque, los antiguos habitantes de Costa Rica reprodujeron en oro, jade y cerámica las figuras de armadillos, codornices, conejos, venados, arañas, escorpiones, serpientes, gatos, jaguares y ocelotes, entre otros.
Con la forma de las codornices se hacían ocarinas, un instrumento musical que da un sonido parecido al canto del ave. Los colgantes en forma de araña y escorpión no son muy comunes, y se cree que eran utilizados como identificación personal y como parte de los ritos religiosos.
Los colgantes que representan serpientes, en cambio, se les relaciona con la fertilidad o símbolos fálicos.
Esta interpretación ha permitido a los expertos entender por que las figuras masculinas elaboradas en oro generalmente tienen los genitales representados en forma de culebra y la cabeza de ese reptil bien definida.
La exhibición comprende también una serie de figuras humanas transformadas, es decir, mezcladas con elementos zoomorfos, lo que ha sido considerado en algunos casos como la identificación de la persona con su espíritu protector.
Dentro de esas figuras la exposición muestra figuras humanas con máscaras de aves de rapiña, cocodrilos y serpientes.
Según los arqueólogos del Museo Nacional, el mayor esmero en la creación de objetos se puso en la representación de diferentes especies de aves.
Son numerosas las representaciones de pavones, zopilotes, lechuzas, loros, guacamayos, águilas, murciélagos y quetzales. Esto es atribuido a la gran cantidad de especies que se encontraron en Costa Rica y muchas de las cuales aún existen.
Las 142 piezas que integran la exhibición muestran no solo la relación del habitante precolombino costarricense con la naturaleza y sus creencias religiosas, sino también su destreza en el arte.
Para el ministro de Cultura, Arnoldo Mora, la muestra arqueológica pretende servir también de lección para el presente.
"Cuando la destrucción ecológica amenaza con eliminar todo lo viviente en el planeta, nuestros antepasados nos dan la gran lección de que, para ser civilizados, se requiere hacer de la vida todo un testimonio amoroso de nuestro encuentro con la Madre Naturaleza", escribió Mora en el catálogo de la exhibición.
La exposición estará hasta el 9 de junio en el Spencer Museum of Art, de la Universidad de Kansas, y de ahí partirá para el Menphis Brooks Museum of Art, donde estará abierta del 5 de julio al 8 de septiembre.
Posteriormente será exhibida en museos de Ohio, California, Oregon, Michigan y, finalmente, Georgia, antes de regresar a Costa Rica. (FIN/IPS/mso/dg/cr-pr/96)