ARGENTINA: Borges, memoria de un escritor quizás imaginado

"Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado": el prodigio obsesivo de una memoria abstracta sea quizás una de las premoniciones más pesimistas hecha por el escritor Jorge Luis Borges, muerto hoy hace 10 años.

"Funes, el memorioso" era para Borges "el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo, y casi intolerablemente preciso", según relata en su cuento, escrito en 1942, casi medio siglo antes de que la tecnología transformara la idea de la memoria en mera acumulación de datos clasificados.

El escepticismo de Borges -nacido en Buenos Aires en 1899 y muerto en Ginebra, Suiza, en 1986- fue el terreno en el que más tuvo que lidiar con la mayoría de los argentinos, que lo reconocián más en sus dichos a veces irritantes que en su obra, considerada genial por escritores del país y del mundo.

Sus críticas al "provincialismo" local, sus posturas conservadoras, su respaldo a sucesivos golpes militares y su rechazo al popular fútbol, fueron algunas de las razones que lo alejaron del público masivo de Argentina. Para los críticos literarios, en cambio, fue su genialidad lo que lo aisló.

"Sé que hay enemigos de mis opiniones. Yo mismo, si espero un poco, puedo ser enemigo de mis opiniones", ironizaba el escritor.

A fines de los años 40 pasó de ser un empleado de la biblioteca municipal a inspector de aves y huevos, una decisión oficial adoptada por el gobierno pernosta de la época para neutralizar sus cuestionamientos políticos.

"Borges tuvo detractores encarnizados tanto en la derecha como en la izquierda porque dio a entender claramente, a través de sus metáforas literarias, su no adhesión a ninguna fe que no se basara ante todo en su escepticismo", comentó el escritor italiano Antonio Tabucchi a 10 años de su muerte.

Para Tabucchi, si algo no se le aceptaba a Borges era su fidelidad casi exclusiva a la inteligencia. "Borges sólo adhirió a su inteligencia", remarcó el autor de "Réquiem".

Desde su primer libro de poesías "Fervor de Buenos Aires", Borges ahondó con maestría en ese género. Escribió ensayos y libros de cuentos como "Ficciones", "El libro de la arena" y "El Aleph" entre otros. Su escritura está influída por la filosofía y la literatura universales.

Si no fuera por su trascendencia internacional, "Borges habría disfrutado en sus últimos 20 años de una módica fama local reducida a no más de 1.000 lectores, ?o acaso tiene más hoy aquí si nos abstraemos de quienes lo leen por obligación o esnobismo?", se pregunta el crítico argentino Ernesto Schoo.

Tampoco él se preocupaba demasiado por no ser más leído. "Me gustaría ser 'El hombre invisible' de Wells, la fama me molesta", confesaba a menudo, cuando ya no podía eludir la persecución de cronistas y fotógrafos.

"No escribo para una minoría selecta, que no me importa, ni para ese adulado ente platónico cuyo apodo es la Masa. Descreo de ambas abstracciones, caras al demagogo", explicó al justificar la publicación de "El libro de la arena". "Escribo para mí, para los amigos y para atenuar el curso del tiempo", remató.

A pesar de ser considerado por sus pares como uno de los más geniales escritores que dio el siglo, Borges no recibió nunca el Premio Nóbel. Los críticos coinciden en que no lo obtuvo por razones políticas más que literarias. No hay escritor o crítico que no le reconozca cualidades.

"El decía que prefería quedar en la tradición escandinava como uno de los hombres que no lo había recibido (el Nóbel), y no integrar la larga lista de los, a veces ignotos, escritores laureados por la Academia", comentaba este viernes su viuda, María Kodama.

Umberto Eco, uno de los escritores que parece haber recogido mucho de la llamada tradición "borgeana", lo descubrió cuando tenía apenas 22 años. "Me reconocí de inmediato en Borges, fue un amor a primera vista", recuerda el autor de "El nombre de la rosa".

Su receta, de tan sencilla parecía increíble. "Algo me es dado y luego intervengo yo y quizás se echa todo a perder. En el caso de un cuento, conozco el principio y la meta, pero luego tengo que descubrir mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin".

Borges nació en Buenos Aires pero muy joven viajó con su familia a Ginebra, donde estudió francés, latín y alemán. Esa fue la ciudad que eligió para morir. "Le gustaba Ginebra por la tolerancia y el respeto que caracterizan a su gente", explicaba Kodama.

En su cuento "El Otro", escrito en 1969, el autor entabla un diálogo fantástico entre el anciano escritor y el joven Borges, que se encuentran en una calle de Ginebra.

"Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista. Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano", se dice a sí mismo.

Al conocer que se aproximaba el momento de morir, Borges se despidió de amigos entrañables de Buenos Aires, como su colega Adolfo Bioy Casares, y partió a Ginebra con su esposa. Murió poco después de terminar de revisar la traducción al francés de su obra.

"El tenía mucho pudor y no quería que se montara un show con su muerte", asegura Kodama, quien ahora preside una Fundación que lleva el nombre del escritor.

En los últimos meses, la biografía "Borges, esplendor y derrota", de Maria Esther Vázquez -escritora y amor imposible del protagonista- arrojó nueva luz sobre la personalidad del autor de "Ficciones", y, como siempre, generó polémica por las revelaciones íntimas sobre sus recatados amores.

Borges también gustaba de escribir de su vida. A modo de resumen biográfico, él mismo epilogó el tercer tomo de sus Obras Completas para ser publicado en 2074 en Santiago de Chile. Allí dice en tercera persona que "el renombre de que Borges gozó durante su vida no deja de asombrarnos".

"Nos consta que el primer asombrado fue él, y que siempre temió que lo declararan un impostor, o un chapucero, o una singular mezcla de ambos", dice al final, como una póstuma confesión que busca dejar planteada la duda sobre su real existencia. (FIN/IPS/mv/dg/cr/96)

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