México y Santiago son las capitales de América Latina más contaminadas, pero las de América Central les siguen de cercas, advirtió María del Rosario Alfaro, experta de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional de Costa Rica.
Alfaro señaló que en ciertos períodos y días la cantidad de partículas y de gases contaminantes en la atmósfera de las capitales centroamericanas se asemeja, comparativamente, a la de esas urbes.
El primer factor de contaminación en América Central son los vehículos, responsables de 80 por ciento de ese problema.
Según las mediciones que realiza en la región el Programa Ecológico en Centroamérica (Pro-Eco), Ciudad de Guatemala y San Salvador son las ciudades más contaminadas, aunque tienen la ventaja de fuertes corrientes de aire. A estas dos urbes les sigue San José.
El problema de esta capital se agrava por el mal estado de las principales vías, porque obliga a los vehículos a circular a velocidades muy bajas y, por consiguiente, a quemar más combustible.
Según la experta, el ruido, la cantidad de monóxido de carbono, plomo, ozono, ollín y dióxido de nitrógeno son los principales contaminantes que se encuentran en la atmósfera de San José.
El monóxido de carbono, un elemento altamente tóxico que despiden los vehículos, se encuentra en los lugares más transitados de San José en una proporción que llega hasta 16 partes por millón, cuando la norma internacional aceptada es de nueve por millón.
En cuanto al ruido, los niveles permisibles oscilan entre 60 y 75 decibeles, pero en San José se registran entre 90 y 100 aún en las zonas de hospitales.
Esta situación, explicó, produce cambios en el comportamiento de la población, como mal carácter, que pueden llegar a convertirse en disturbios mentales. Pero además conlleva problemas físicos como cansancio crónico y nauseas.
En 1995, el área céntrica de San José registró un promedio de 339,3 microgramos por metro cúbico de partículas en suspensión, cuando el límite tolerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 240.
Los altos grados de contaminación tienen consecuencias serias sobre la economía de un país, al obligar a mayores gastos en salud debido al aumento de enfermedades respiratorias y disminuir la productividad.
Otras consecuencias económicas son la corrosión de materiales, motores, desgaste prematuro de edificios, menor productividad agrícola y forestal como resultado del ozono o de la lluvia ácida y calentamiento atmosférico.
Pero no todo es negativo. Según las mediciones, la concentración de ozono ha bajado en los últimos años en todas las capitales de la región, al igual que la de plomo, en virtud de la eliminación de ese elemento en la gasolina en casi todos los países del área.
En San José, por ejemplo, en 1993 se registró un promedio de 1,2 microgramos de plomo por metro cúbico, pero en 1996 los registros marcaron 0,4 microgramos por metro cúbico, en tanto la norma internacional es de uno.
Otro factor positivo mencionado por Alfaro es que desde 1993 la población está mejor informada sobre los problemas de contaminación, lo cual ha predisupuesto a una ,ayor disposición a los cambios.
Dentro de esos cambios se incluye, en el caso de Costa Rica, la emisión de un "ecomarchamo", una especie de tarjeta de circulación que deben portar los vehículos a partir de julio y que se obtiene tras una revisión mecánica.
El vehículo que no lo tenga será sacado de la circulación hasta que pase la prueba.
La medida, aunque ha disgustado a la población porque significa una erogación de aproximadamente 12 dólares por la revisión, fue recomendada al gobierno por los expertos de Pro-Eco para combatir la contaminación ambiental. (FIN/IPS/mso/dg/en/96).