Las informaciones de asaltos con toma de rehenes acaparan las páginas de sucesos en la prensa y los espacios informativos estelares de radio y televisión, indicador de que se abre paso una nueva moda delictiva en Venezuela.
El sábado pasado en Puerto La Cruz, ciudad petrolera 300 kilómetros al este de Caracas, un joven delincuente sometió, pistola en mano y durante nueve horas, a un trabajador petrolero de 52 años, su esposa y su hija adolescente.
El delincuente trató de asaltar una tienda de comestibles y al descubrirlo la policía se refugió en la casa del obrero, provocando una situación de rehenes, desbloqueada tras duras negociaciones por el propio jefe nacional de la policía, José Lazo, quien viajó expresamente desde Caracas.
Antes de entregarse y liberar a sus rehenes, el asaltante había pedido la presencia de la televisión regional, el gobernador del estado, el obispo de la ciudad, fiscales del ministerio público, su novia y hermana, además de un vehículo y libertad para escapar.
En Venezuela, país de 22 millones de habitantes, se cometen al año cerca de 5.000 homicidios, más de 30.000 otros delitos contra las personas y más de 100.000 contra la propiedad, según estadísticas de la policía.
En Caracas, con unos cuatro millones de habitantes, perecen violentamente entre 20 y 30 personas cada fin de semana -el último se destacó por haberse producido sólo nueve homicidios- y se roban 20 vehículos diarios, creciendo el atraco más que el hurto simple.
Lazo dijo que "en la medida en que los cuerpos de seguridad estén más en la calle, frustrando delitos, las situaciones de rehenes podrían incrementarse".
"Ningún delincuente prepara una situación de rehenes, que pueden ocurrir cuando la policía frustra un robo. No se trata de un delito planificado", comentó el jefe policial.
Junto con la noticia de Puerto La Cruz, se informó en Caracas que el mismo día el ladrón de una farmacia, descubierto por la policía, capturó a los ocupantes de un automóvil particular y trató de usarlos como rehenes, aunque esta vez la negociación para que se entregase demoró pocos minutos.
La aprensión por la nueva ola siguió a un caso de toma de rehenes, enfermeras y médicos en una clínica privada del este de Caracas en junio de 1995, seguida en directo por televisión y radio prácticamente por el país entero, paralizado ante el drama.
Esa jornada tuvo un final trágico, pues perecieron asaltantes, rehenes y un comisario de la policía, que intervino de modo desordenado y con manifiesta impericia, y las autoridades reconocieron que hubo descoordinación policial.
Hace un mes, se registró otro caso en una residencia de clase media en el este caraqueño, cuando dos asaltantes descubiertos por la policía municipal tomaron dos jóvenes hermanas como rehenes y entablaron un ciclo de negociaciones.
Los canales de televisión, incluído el del Estado, sumaron el acontecimiento a su guerra por la audiencia y periodistas llegaron a presentar por teléfono, mientras trasmitían en directo, ofertas de negociación a los asaltantes.
Lazo y el alto mando policial, así como el Fiscal General, Iván Badell, un sacerdote y parlamentarios, negociaron con los asaltantes ante cámaras y micrófonos, y consiguieron la entrega de un delincuente y la libertad de una rehén.
En un momento que juzgaron oportuno, los jefes policiales ordenaron el asalto de la vivienda, durante el cual murieron el delincuente y la rehén que restaba en su poder.
Las críticas de la ciudadanía encuestada, especialistas en seguridad, analistas e investigadores sociales se repartieron esta vez entre la policía y los medios de comunicación.
Después de ese suceso, dos grupos de asaltantes en Caracas amagaron con transformar atracos en captura de rehenes y finalmente el solitario asaltante de Puerto La Cruz puso de nuevo en vilo a la policía y a la audiencia de su región.
La inseguridad personal y el costo de la vida son los dos mayores flagelos del venezolano, según todas las encuestas. (FIN/IPS/hm/ag/ip/96)
