RUSIA: Se oponen a fabricar colorantes con combustible de cohetes

Habitantes de la ciudad rusa de Sergei Posad se oponen con energía a la construcción, con financiamiento de Estados Unidos, de una planta de reciclamiento de heptyl, un combustible para cohetes altamente tóxico.

Los habitantes de esta antigua "ciudad secreta" de la era soviética, a 70 kilómetros de Moscú, temen que la planta sea utilizada para reprocesar heptyl procedente del extranjero, en coincidencia con ambientalistas que ven en Rusia el futuro basurero mundial de sustancias tóxicas.

Existen actualmente depósitos de heptyl (cuya denominación química es dimethylhydrazina) en varias instalaciones militares empleados para el lanzamiento de cohetes y misiles en todo el territorio de Rusia.

En este país se continúa empleando combustible líquido, aun mucho después de que Estados Unidos comenzó a emplear el sólido, debido a que éste es más caro.

El heptyl es altamente tóxico, cancerígeno, fácilmente soluble en agua (lo cual lo hace particularmente peligroso en caso de roturas de los depósitos donde se lo guarda) y muy volátil. El combustible ya usado podría emplearse para fabricar colorantes, según los defensores del proyecto.

Se estima que aún permanecen almacenadas entre 50.000 y 150.000 toneladas de heptyl en las antiguas "ciudades secretas" de la era soviética.

En los depósitos del Instituto de Investigación Científica y Construcción de Máquinas con sede en Sergei Posad quedan unas 10.000 toneladas de este producto, y, si se instala la planta de reprocesamiento, se transportarán allí por lo menos otras 10.000 toneladas procedentes de otros lugares de Rusia.

Los habitantes de esta ciudad antes conocida como Zagorsk recolectan firmas para impedir que se instale la planta. "Ya tenemos suficientes problemas, como el depósito de radón y la planta de de pruebas de pesticidas y residuos domésticos", dijo el alcalde de Sergei Posad, Vasili Goncharov.

La deposición de heptyl no es sólo un problema ruso. Otros países que cuentan con programas espaciales y de misilística poseen grandes depósitos de ese combustible, aunque ninguna técnica de reprocesamiento probó ser ambientalmente amistosa.

La construcción de la planta de Sergei Posad contará con financiamiento de Washington, canalizado a través del programa de asistencia técnica Nunn-Lugar, aprobado por el Congreso de Estados Unidos.

La participación del país norteamericano en el proyecto puso a la población en estado de alerta, pues temen que se transporte hacia allí heptyl procedente del extranjero para su reprocesamiento.

"El proyecto depende del envío de heptyl desde el exterior, especialmente de Estados Unidos. Esto forma parte de una política que convertiría a Rusia en el lugar de procesamiento de residuos peligrosos y tóxicos", sostuvo Goncharov.

Pero Henryk Matysyak, director del Instituto de Investigación Científica y Construcción de Máquinas, afirmó que en Sergei Posad "sólo se procesará heptyl ruso" y que se planea construir plantas similares en otras dos ciudades de Rusia donde existen depósitos del combustible.

Matysyak sostuvo que la instalación de Sergei Posad "integra un proyecto que insumirá cinco años en el cual la seguridad ambiental se considera de forma especial", y recordó que el instituto ha trabajado con heptyl por muchos años y, por lo tanto, está prevenido sobre las precauciones a tomar.

"Hemos lidiado con este producto desde los días en que este combustible se tranportaba en baldes", agregó.

Matysyak está orgulloso del embalse que se construyó en el pueblo para el depósito de agua contaminada con heptyl. "Como se la filtra, el agua es tan limpia que mis nietos y yo vamos allí a nadar. También hay cangrejos", dijo.

El jerarca está convencido de que los pobladores de Sergei Posad terminarán aceptando la planta de reprocesamiento, y recordó en ese sentido las protestas contra el desmantelamiento de misiles navales, que acabaron tan rápidamente como comenzaron.

"Hay mucho desempleo, y la planta de reprocesamiento dará buenos trabajos, con salarios de unos 100 dólares al mes y sin atrasos", dijo. Los sueldos en Rusia son, por lo general, significativamente más bajos.

Los empleados del instituto no protestaron ante la inminencia de la construcción de la planta de procesamiento, dijo Matysyak. "Los obreros no están preocupados. Son sensibles y comprenden la realidad", afirmó.

Sin embargo, el proyecto provoca en los ambientalistas el temor a que Rusia se convierta rápidamente en un basurero mundial de tóxicos.

El año pasado, la comisión de asuntos ambientales del Consejo de Seguridad de Rusia descubrió que todos los días ingresaban al país unas 2.000 toneladas de residuos peligrosos procedentes del extranjero. En muchos casos, el pretexto de la importación de estas sustancias era el reciclamiento. (FIN/IPS/tra- en/jmp/rj/mj/en/96)

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