La propagación de la epidemia de HIV en Malasia, combinada con el fracaso oficial por una política punitiva hacia los drogadictos, está obligando al gobierno a buscar otras maneras de afrontar el problema del abuso de estupefacientes.
El invierno pasado, los reclusos de un centro de rehabilitación de drogas en el norte de Malasia se rebelaron e incendiaron cinco edificios además de numerosos vehículos.
Más de 130 detenidos del centro escaparon tras derribar una alambrada electrificada de tres metros de altura durante un motín que estalló porque un preso, al cual encontraron en posesión de tabaco, fué bárbaramente apaleado por los guardias.
La mayoría de los fugitivos, fácilmente reconocibles por sus cabezas rapadas, fueron posteriormente recapturados.
El incidente no fué un caso aislado y ha forzado a las autoridades a encarar seriamente el problema de la drogadicción.
El confinamiento de adictos que se inyectan por vía endovenosa en centros que recuerdan a campos de prisioneros, ha sido la política malaya desde los años '80. La mayoría de los reclusos son detenidos durante las frecuentes redadas policiales en las zonas de luces rojas en las principales ciudades del país.
Cualquiera sorprendido en posesión de drogas ilícitas, o cuyo análisis de orina resulta positivo, es sentenciado al confinamiento en un centro de rehabilitación al menos por 16 meses.
Hay crecientes indicios que ese método no funciona.
La cantidad de personas HIV positivas en Malasia ha aumentado dramáticamente en los últimos años. Desde que el primer caso del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) fué detectado en 1986 en Malasia, los infectados ascendieron a 15.000, según el Ministerio de Salud.
Los adictos que se inyectan drogas por vía endovenosa son el 80 por ciento de los casos de HIV descubiertos hasta el momento.
Sin embargo, según Susan Chong, del Consejo Malayo del Sida, la verdadera cifra sería mucho más alta porque los exámenes de HIV son regularmente realizados en drogadictos y prostitutas detenidos en redadas policiales.
El Consejo calcula que en Malasia hay 75.000 personas con HIV, el virus que causa el sida, y no todas son drogadictas.
El problema en los centros de rehabilitación se debe en parte a la falta de personal debidamente entrenado. Además, las condiciones de vida en los centros son notoriamente pobres.
Los reclusos son encerrados a razón de 20 por celda y, regularmente, son sometidos a duros entrenamientos físicos. Carentes de cualquier tipo de tutela, las recaídas entre ex reclusos ascienden al 70 por ciento.
A pesar de que el sistema fue criticado por diveros grupos, incluyendo organizaciones de derechos humanos y políticos opositores, la acción gubernamental sigue siendo confusa.
Poco despues de los motines de febrero, el viceministro del Interior, Dato Megat Junid Megat Ayob, que supervisa la política antidroga, admitió que el método del gobierno no funciona si bien defendió el sistema actual y dijo que solo debían hacerse algunos cambios en su implementación.
No obstante, hay señales que el gobierno podría comenzar a examinar seriamente las limitaciones del sistema actual.
Durante una reunión que se realizó en abril en el Ministerio de Salud entre representantes de los distintos dicasterios, organizaciones no gubernamentales locales (ONGs) y la policía, se discutió la incidencia de la infección del HIV en drogadictos.
El grupo propuso el empleo de metadona, un sustituto de la heroína, para ayudar a los adictos. Tambien urgió un mayor énfasis sobre el empleo de consejeros en los centros de rehabilitación y más estudios sobre un plan de intercambio de agujas y jeringas.
Las propuestas seran presentadas por los ministros al gobierno en julio próximo. Karen Radzi, de Ikhlas, un centro para drogadictos en el distrito capitalino de luces rojas Chow Kit, dijo que "soy optimista. Este es un largo y arduo proceso, pero el hecho que los ministros discutan estos temas es un buen signo".
Organizaciones como Ikhlas, que ofrecen cuidados médicos básicos y consejos, han comenzado a llenar el vacío dejado por el ejecutivo. Según Julian Jeyaseelam, de Triángulo Rosado, del cual Ikhlas es subsidiaria, drogadictos y prostitutas no tienen acceso a la información necesaria para protegerse del HIV.
Jeyaseelam teme que en pocos años el 80 por ciento de los 200.000 drogadictos de Malasia queden infectados de HIV.
Sin embargo, hay una esperanza porque un grupo de médicos, arriesgando acciones policiales, ofrecen a drogadictos consejos y naltrexona, una sustancia similar a la metadona, en hospitales y clínicas.
Uno de esos médicos declaró que tratar a drogadictos dentro de la comunidad permite a los pacientes mantener sus trabajos y familias. Cuando ingresan en centros de rehabilitación "todo lo que les queda son las drogas", dijo.
Esos médicos pueden ser incriminados por la policía porque no denuncian a los drogadictos que tratan. Sin embargo, su trabajo es permitido por las autoridades de los hospitales. Incluso han comenzado a establecer contactos con el Ministerio de Salud acerca del sida y otros males vinculados a la drogadicción.
Malasia no está sola en afrontar una política coherente respecto a la drogadicción. Según Clement Chan Kam, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la situación en Malasia es similar a la de otras naciones del Sudeste de Asia, donde los gobiernos han sido igualmente duros con el abuso de estupefacientes.
Clement Chan Kam dijo que esos sistemas deberán cambiar si los gobiernos pretenden que los drogadictos se protejan a sí mismos contra la infección de HIV. "Están luchando para hacer algo dentro de las limitaciones de las leyes existentes", apuntó. (FIN/IPS/tra-en/ss/dds/ego/hd).
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