El tratamiento de la basura doméstica es uno de los problemas ambientales más serios, que más afecta la calidad de vida y de más difícil solución que se plantea a las poblaciones de las grandes ciudades en general y a las latinoamericanas en particular.
"La concentración en las ciudades plantea problemas de todo tipo, sobre todo cuando es acompañada de fenómenos como la extensión de los niveles de pobreza", señalaba un informe difundido recientemente en ocasión de un seminario sobre gestión urbana desarrollado en Montevideo.
Entre esos problemas el estudio destacaba los ambientales en sentido amplio y en particular los referidos al tratamiento de los desechos.
La basura es a menudo, en grandes aglomeraciones como Sao Paulo, México, Buenos Aires, Bogotá o Santiago, e incluso en otras más pequeñas como Montevideo, un "megaproblema", tal cual lo definieron autoridades municipales de Sao Paulo.
Expertos de todo el mundo se reunirán del 3 al 14 de junio en Estambul en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Urbanos (Habitat II) para analizar la situación derivada del crecimiento sin precedentes de las zonas urbanas en todo el mundo, y sus consecuencias para las políticas de desarrollo.
Insuficientes inversiones en infraestructura, carencias de oferta de empleo, falta de servicios sociales básicos, contaminación ambiental, marginación, son algunos de los problemas que se han agudizado y lo harán mucho más en los próximos años, si no se adoptan medidas urgentes.
Entre estos problemas, el destino de los millones de toneladas de residuos que se acumulan cada día en las grandes urbes está entre los que más preocupan a los especialistas.
"Definir su tratamiento, se trate de la basura domiciliaria o industrial, implica definiciones más globales sobre ordenamiento urbano, gestión ambiental, políticas de salud pública y de educación ciudadanas", piensa el director de Higiene Ambiental de la alcaldía de Montevideo, Martín Ponce de León.
A la vez esas definiciones "están estrechamente ligadas a lo que son las condiciones de vida concretas de la población", indicó.
El decaecimiento de los servicios estatales, los cambios en la composición social de la población residente en las ciudades (con el crecimiento geométrico de los sectores marginales), la falta de leyes adecuadas o su incumplimiento, son datos comunes a las grandes ciudades de la región que también inciden.
Por otro lado, la clase media o alta de los países latinoamericanos no han escapado al "boom" del consumo registrado en los últimos años.
De acuerdo a datos oficiales, un ciudadano de Sao Paulo se deshace en promedio de 234 kilos de basura por año, uno de Medellín, Colombia, de 197, el habitante de Buenos Aires tira 279 kilos de desperdicios y el de Montevideo unos 220 kilos.
Esa cifras sitúan a los latinoamericanos muy lejos de los países más ricos (un habitante de Nueva York se desprende de 750 kilos de basura doméstica cada año) pero bastante por encima del promedio del Tercer Mundo (100 kilos).
La composición de los desperdicios de la mayoría de los latinoamericanos es sin embargo "tercermundista": los residuos orgánicos (restos de alimentos, huesos, cáscaras) conforman lo esencial, mientras en el Norte desarrollado envases y envoltorios constituyen más de 40 por ciento de la basura domiciliaria.
Las instalaciones previstas por los organismos del Estado en los diversos países de la región para el tratamiento de la basura doméstica por lo general son insuficientes, o inadecuadas, o vetustas.
Paralelamente, ha crecido un sector informal que vive en parte de la recolección, la reventa o el reciclaje de la basura.
En Montevideo, una ciudad que pese a la pauperización que ha conocido en los últimos 15 años no presenta los niveles de desestructuración social y urbana de otras capitales americanas, es común escuchar incluso en las áreas céntricas el ruido de los carritos a caballo conducidos por "clasificadores" de basura.
En la capital uruguaya, alrededor de 25 por ciento de los residuos domicilarios -unas 200 toneladas diarias- son recogidos por los 3.500 carritos que circulan por las calles.
La cifra es algo más alta en las ciudades de Colombia, donde organismos no gubernamentales han contabilizado a unas 70.000 familias pobres que viven de la recuperación de desechos como el papel (340.000 toneladas al año) y el vidrio (74.000 toneladas).
"Aunque la actividad de recuperación de material reciclable es realizada de manera informal, el proceso de comercialización genera una estructura socioeconómica con especiales características", señala un informe publicado en la revista colombiana Ecológica.
"El proceso se inicia con el recolector, que se limita a recuperar los desechos y venderlos en cualquier sitio y a cualquier comprador", indica.
"De allí en adelante hay unas cuatro o cinco estratificaciones, de acuerdo con la capacidad de recolección, formas y medios de reciclaje, relaciones comerciales, tipos de organización para producir".
En Montevideo, las autoridades de la alcaldía reconocen que los recicladores "cumplen también una labor útil, porque tienen participación indirecta en la economía y asumen una tarea que el municipio ya no puede realizar", según declaró Ponce de León.
La comuna, gobernada por la izquierda desde 1990, ha concedido la recolección de basura domiciliaria en las áreas céntricas a una empresa privada. Decisión similar han tomado muchos otros municipios latinoamericanos, como el de Buenos Aires.
Sin embargo, organizaciones no gubernamentales del área se quejan del escaso trabajo de las autoridades municipales con los recolectores informales de basura doméstica.
Los desperdicios recogidos por ellos son a menudo volcados en basurales a cielo abierto, focos de contaminación por lo general situados en los alrededores de zonas densamente pobladas.
También es habitual que clasifiquen la basura "in situ" y calles de barrios residenciales o céntricos se vean llenas de bolsas de plástico o de desperdicios tras su pasaje.
"La gestión de este problema pasa por aumentar y equipar mejor los vertederos públicos de basura y trabajar de mejor manera con el sector informal, tratando de organizarlo para racionalizar esta actividad y aprovecharla económicamente", destaca Ponce de León.
Se calcula que alrededor de 30 por ciento de los productos industriales es reciclable, mientras desperdicios orgánicos pueden ser utilizados como abonos.
Enseñar a clasificar la basura, "educar para el medio ambiente" a los recolectores informales es una de las tareas que se han fijado varias alcaldías de la región.
Pero la educación también debe ser extendida a los sectores "integrados" de la sociedad.
"La suciedad en muchas ciudades es también producto de actitudes desaprensivas de los ciudadanos, que no utilizan las papeleras de que disponen en las calles, plazas o parques, como si esos espacios públicos no les pertenecieran", constataba recientemente un edil municipal de Buenos Aires.
Autoridades de una comuna de Santiago y responsables de una empresa de reciclaje de desperdicios comenzaron en ese plano una experiencia considerada modelo en Chile.
La iniciativa, llevada a cabo en un tercio del municipio de La Reina, donde viven unas 8.000 familias, consiste en llevar menos basura a los atiborrados vertederos para introducir materia prima reciclada en el circuito industrial.
El plástico, el vidrio y las latas son retirados de las casas por recolectores de la empresa Ecobas y llevados a un centro de acopio, donde son separados y vendidos a empresas para su reutilización.
Según André Astorga, director ejecutivo de Ecobas, los buenos resultados de esta experiencia responden sobre todo al interés de los vecinos en intervenir en el proceso de descontaminación de Santiago más que a la aplicación de un programa estatal de concientización y educación.
El problema del depósito de la basura doméstica estalló en la capital chilena a fines del año pasado, cuando dos de los vertederos con que cuenta la ciudad llegaron al término de su vida útil y las autoridades debieron proyectar uno nuevo con tecnología avanzada.
"Es un error pensar que con un nuevo vertedero se soluciona el problema de la basura, ya que se seguirá contaminando y usando irracionalmente los recursos naturales, energéticos y económicos", observó Astorga.
Fue tal vez pensando en la necesidad de que los vecinos participen en el mantenimiento de su ciudad que el ex intendente de Montevideo Tabaré Vázquez dijo en 1993 que "la ciudad más limpia no es la que más se barre sino la que menos se ensucia". (FIN/IPS/dg/jc/en-pr/96)