AMERICA LATINA: Militares rebeldes, nuevo enemigo de Washington

La celeridad con la que Estados Unidos apoyó al presidente de Paraguay, Juan Carlos Wasmosy, frente al general rebelde Lino Oviedo, avala la tesis de que, pasada la guerra fría, la nueva doctrina internacional de Washington es la promoción de la democracia.

Estados Unidos "pareció sin un marco de referencia después de la guerra fría, y su presidente Bill Clinton comenzó entonces a hablar de la expansión y la promoción de la democracia", recordó a IPS Vilma Petrásh, docente de postgrado en estudios internacionales de la Universidad Central de Venezuela.

Esa política "triunfó en Haití, cosechó éxitos en Medio Oriente y en Bosnia, se expresó cuando Clinton ordenó ayudar a México por encima de reticencias del Congreso, y esa firmeza engrosa el caudal electoral demócrata frente a republicanos concentrados en cuestiones domésticas", opinó Petrásh.

La especialista dijo que ya desde los tiempos de George Bush, predecesor de Clinton, la firmeza en el sostén de la democracia, "por supuesto, lo que Estados Unidos considera democracia", era para Washington pilar de la zona de paz y comercio liberado que se ha propuesto para el hemisferio.

Esa política se traduce en advertencias constantes. Cuando el secretario estadounidense de Defensa William Perry visitó en marzo Panamá, Chile y Venezuela, dijo que las relaciones de Estados Unidos con un país en el que se produzca un golpe de estado se verían "necesariamente afectadas en todos los frentes".

Cuando Oviedo rechazó su destitución como comandante del ejército paraguayo, el resorte democrático de Washington se disparó de inmediato: la Casa Blanca condenó la sedición y Clinton en persona comunicó de qué lado estaba.

Tras reaparecer en la casa de gobierno acompañado por el embajador de Estados Unidos en Asunción, Robert Service, Wasmosy dirigió el trueque de cargos de Oviedo (de jefe del ejército a ministro de Defensa, lo que finalmente no se produjo) con apoyo, paso a paso, de Washington.

También respaldaron al mandatario paraguayo la comunidad latinoamericana, en especial los gobiernos socios de Paraguay en el Mercado Común del Sur (Argentina, Brasil y Uruguay), y la Organización de Estados Americanos (OEA).

El ex presidente colombiano César Gaviria, secretario general de la OEA, cargo al que llegó con decidido respaldo de Washington, viajó urgentemente a Paraguay para ayudar a Wasmosy en la tarea de doblegar al rebelde Oviedo.

Las fotografías del acto en el que Oviedo cedió su comando ante Wasmosy muestran a Gaviria en medio, con rostro apesadumbrado por lo que entonces todavía era una pírrica victoria de la civilidad.

La OEA adoptó en 1991 en Santiago de Chile, con apoyo de Washington para esa iniciativa multilateral, la decisión de convocar de urgencia su consejo de cancilleres cuando la democracia se viera amenazada en un país miembro, y así se hizo cuando una primera asonada sacudió Venezuela en febrero de 1992.

"Lamentablemente, no se procedió con firmeza en el caso de Perú", dijo a IPS el líder socialdemócrata y presidente de Venezuela en ese entonces, Carlos Andrés Pérez, quien rompió con Lima al producirse en abril de 1992 el autogolpe de su colega Alberto Fujimori.

Pérez se confesó preocupado por la sedición de Oviedo, pues "todavía en América Latina hay manifestaciones de autoritarismo", pero, por otra parte, está satisfecho de "la sólida reacción regional y de Estados Unidos, acorde con los nuevos tiempos".

Los "viejos tiempos", con los ejércitos de América Latina como aliados políticos de Estados Unidos en su confrontación con la ya desaparecida Unión Soviética y las fuerzas que pugnaban por revoluciones socialistas, no están tampoco demasiado lejos.

Los años 50, por ejemplo, mostraron a Estados Unidos apoyando a los militares tradicionalistas de América Latina frente a fuerzas democráticas, de tendencia izquierdista y nacionalista, que entonces eran enemigo común.

Fueron los tiempos de Fulgencio Batista en Cuba, Carlos Castillo Armas en Guatemala, Rafael Trujillo en República Dominicana, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, Manuel Odría en Perú y, figura tutelar del Partido Colorado de Wasmosy y Oviedo, Alfredo Stroessner en Paraguay.

En los años 60 y 70, separadas las aguas entre fuerzas de la democracia representativa y de la izquierda a menudo guerrillera, los ejércitos latinoamericanos fueron apoyados o tolerados en el poder por un Washington cuyo objetivo número uno era vencer al comunismo.

Surgieron entonces las dictaduras que buscaban ya no la simple derrota, sino la eliminación física, masiva y sistemática del adversario, con paradigmas de violación de derechos humanos en el cono sur y en el norte de América Central.

Pero, advierte Petrásh, Estados Unidos históricamente ha vivido en "constante contradicción entre su poder y su ideal", lo que explica, por ejemplo, que el presidente demócrata Woodrow Wilson (1913- 1921) presentase como "intervenciones civilizadoras" sus incursiones militares en América Central y el Caribe.

En los años 70, el demócrata Jimmy Carter hizo promoción de los derechos humanos, lo que se tradujo en señales adversas hacia los regímenes militares de América Latina, con prohibición de venta de armas incluída.

Comenzó la transición hacia el resurgir democrático en la región y llegó el cortocircuito de la guerra de las Malvinas (1982), en la que, según el general retirado venezolano Alberto Muller, "hubo una distorsión del mensaje y los militares argentinos creyeron que Washington apoyaría su ocupación" de ese archipiélago de la órbita británica.

En los 80, el foco de conflicto estuvo en América Central, mientras la mayor parte de Sudamérica regresaba a la democracia, se disolvía la amenaza armada de las izquierdas (excepto en Colombia y Perú) y los militares comenzaron a perder recursos, pertrechos y signiicación política.

La tendencia declinante del protagonismo militar se ha mantenido, aunque con irrupciones como las cruentas asonadas de 1992 en Venezuela, e incluso ya tres países abolieron legalmente su ejército: Costa Rica, Haití y Panamá.

El proyecto de Estados Unidos consiste en mantener la democracia a salvo de sobresaltos militares, lograr un sistema hemisférico ágil ante controversias, y proceder a la negociación del Area de Libre Comercio de las Américas para el año 2005.

Ese esquema dejará a los ejércitos latinoamericanos sólo dos enemigos: el narcotráfico y el terrorismo. (FIN/IPS/hm/ip/96).

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