/INTEGRACION/ ARGENTINA-CHILE: Entre el modelo asiático y la pobreza africana

El presidente de Chile, Eduardo Frei, y su par argentino Carlos Menem, que se reunieron esta semana en Buenos Aires, sueñan con el modelo asiático de desarrollo económico, con altos índices de crecimiento, de inversiones y de ahorro interno.

Chile, con una tasa de crecimiento de siete por ciento en 1995 y con un ahorro de 27 por ciento, está más cerca de hacer realidad ese sueño que Argentina, donde se manifestó mayor la vulnerabilidad del modelo como efecto de la crisis mexicana de diciembre de 1994.

Sin embargo, en uno y otro país, lejos de los sueños presidenciales que miran al Pacífico, mucha gente vive en una pesadilla similar a la de países pobres de Africa, y sus perspectivas no parecen alentadoras sino todo lo contrario. De la pobreza se van deslizando hacia la indigencia absoluta.

Según se conoció en los últimos días, en el noroeste argentino, en la región de La Puna lindante con Chile, 33 por ciento de las familias perdió un niño antes del año. Allí, la mortalidad infantil triplica actualmente el índice nacional y coincide con el de Sudán o Ghana, en Africa.

En La Puna, por cada mil niños, 75 mueren antes de los 12 meses, 64 por ciento de los pequeños que logran sobrevivir están desnutridos y 67 por ciento abandonó o nunca asistió a la escuela, según la encuesta realizada por un grupo de maestros, sacerdotes y trabajadores sociales.

El último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe difundido en Costa Rica este mes, señala que del total de países que superaron la crisis de los 80 y lograron mantener un crecimiento sostenido en los últimos años, sólo Colombia y Uruguay consiguieron reducir la desigualdad.

Chile -señalado como ejemplo latinoamericano de desarrollo por organismos multilaterales de crédito- "emergió de la crisis (de los 80) con un grado de desigualdad similar o mayor, y sólo logró reducirlo marginalmente en la fase de crecimiento reciente".

Según admitió recientemente en Buenos Aires el ex ministro de Economia chileno Carlos Ominami, en su país se logró reducir de cinco a cuatro millones el número de pobres en los últimos años, pero la estructura social "sigue siendo muy desigual".

"Chile tiene tasas de crecimiento asiáticas pero una distribución del ingreso más bien africana", consideró el integrante del gabinete del ex presidente Patricio Aylwin.

Esta observación es corroborada por el argentino Bernardo Kliksberg, coordinador del Instituto de Desarrollo Social del Banco Interamericano de Desarrollo, quien asegura que América Latina es la región con "mayor inequidad social".

Kliksberg considera que los beneficios del crecimiento económico en la región no fluyen por igual hacia todos los sectores de la sociedad y que no hay un correlato automático entre altos índices de crecimiento y desarrollo social.

Según sus estadísticas, en América Latina hay al menos 270 millones de pobres, un total que supera en casi 60 millones el total de 1980. Pero además del aumento en el total, los pobres son aún mas pobres y hay ex miembros de la clase media que fueron descendiendo en la escala social.

En Argentina, la pobreza parecía en verdad detenida hasta la crisis mexicana de 1994. Pero el número de hogares que no alcanzan a cubrir las necesidades básicas creció 24 por ciento entre 1994 y 1995 (de 14,2 a 17,6 por ciento).

Los datos, elaborados por la Secretaría de Desarrollo Social, indican también que los hogares de indigentes aumentaron 30 por ciento, al pasar de 3,4 a 4,4 por ciento, y existe una realidad que escapa a las estadísticas nacionales: la distribución desigual en la geografía del país.

El nivel de pobreza, de desempleo, de mortalidad infantil y de analfabetismo duplica en algunas provincias argentinas el índice registrado para todo el país, debido a la inequidad en el reparto de la riqueza.

El aumento de la pobreza en los últimos dos años es resultado principalmente del desempleo que llegó a 18,6 por ciento en mayo de 1995 y cayó apenas dos puntos en octubre, según admitió la Subsecretaría de Programación Económica.

La desocupación podría haber sido menor de no ser por la recesión que siguió a la crisis mexicana. Argentina crecía a un ritmo de siete por ciento anual hasta 1995, año en que la economía retrocedió 5,5 por ciento.

La Iglesia Católica se erigió en este sentido en vocera casi exclusiva de los pobres y desempleados que expulsa el modelo argentino, al punto de enfrentarse con el presidente y con su ministro de Economía Domingo Cavallo.

"No sé cómo el gobierno dice que bajo el desempleo porque nosotros vemos que cada vez cierran más fábricas y hay más y más desempleados", protestó el obispo Rafael Rey, presidente de Caritas Argentina, entidad que asiste a 700.000 personas necesitadas en 62 ciudades del país.

No obstante, muchos analistas observan que, hasta ahora, los argentinos, traumatizados por la hiperinflación de fines de los 80, priorizaron en general la estabilidad económica sobre la distribución despareja y la demora en concretar la ansiada reforma social.

En 1995, Menem fue reelecto para un segundo período por 50 por ciento del electorado y ya se habla de la posibilidad de una reforma que habilite un tercer período. El analista Rosendo Fraga explicó con números ese respaldo popular tan sostenido al modelo de apertura económica y estabilización.

"Durante la hiperinflación, un trabajador necesitaba 10 salarios para comprarse un televisor, y sólo podía hacerlo al contado. Ahora, puede comprarlo sólo con un salario y, si quiere, lo paga en cuotas", ilustró Fraga.

El problema, como el mismo sugirió, es que actualmente los que no tienen trabajo para comprar el televisor son muchos más que durante la impopular hiperinflación. (FIN/IPS/mv/dg/pr-if/96).

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