La caída internacional de los precios de la hoja de coca ha desanimado a millares de productores a seguir cultivándola, pero desorientados y desesperados no encuentran alternativas viables y sobre todo rápidas para subsistir.
Diversos especialistas advierten en Lima y en las zonas cocaleras sobre las consecuencias dramáticas que, de no emprenderse medidas urgentes para enfrentar el proceso "post- coca", ocurrirán sobre otros cultivos y en el medio ambiente amazónico.
"El declive en los precios ha causado un disloque socioeconómico que también impacta negativamente en el ambiente", advierte la bióloga Mariella Leo, especialista en medio ambiente amazónico.
En extensas zonas del departamento de San Martín, en el noreste amazónico peruano, se ha iniciado una extracción brutal de madera y una depredación de los bosques de Uncaria tomentosa o uña de gato.
La uña de gato es una liana amazónica que ha sido usada desde hace siglos por los nativos para dolencias de diverso tipo. Recientemente laboratorios europeos y estadounidenses han descubierto sus propiedades antinflamatorias y antireumáticas y de reforzamiento del sistema inmunológico.
Precisamente debido a ello, existen testimonios de pacientes con cáncer e incluso sida ue han experimentado una notable mejoría luego de un tratamiento intensivo con esta planta que se comercializa en pastillas, cápsulas, extracto, corteza, tanto en Perú como en el extranjero.
Su extraordinario auge ha motivado a muchos ex cultivadores de coca, que han visto en esta liana que crece en forma silvestre en la Amazonia, una alternativa para sus raleadas economías.
"Pero de continuarse con el ritmo actual de depredación, en dos años puede no quedar nada de estos bosques", asevera la bióloga.
La situación de los ex cocaleros es muy penosa, afirma, ya que "no tienen ninguna ayuda para la producción, para mejorar su tecnología, para nada".
En el poblado de Viscungu, en el Huallaga Central, otrora uno de los emporios de la producción de coca, varios ex productores encontraron un refugio de plátanos y se dedicaron prolijamente a su producción.
"Pero los plátanos fueron atacados con la peste de la sigatoga, la produccion fue diezmada y nuevamente quedaron en la miseria porque no sabían cómo atacarla ni tenían los medios para hacerlo", manifiesta Leo.
Señala que todos estos son problemas derivados del cultivo de la hoja de coca, pero las autoridades no lo ven de esa forma y no prestan la asistencia técnica debida a estos agricultores.
"La verdad, no sabemos que hacer, para dónde correr. El maíz y el arroz son cultivos de selva pero no son buenos económicamente, por el plátano pagan una miseria y es muy fácil que contraiga peste", declaró recientemente un ex productor a un canal de televisión.
Los precios del plátano equivalen a menos de veinte centavos de dólar y son inferiores a los de la arroba de coca, pues aun con la caída internacional de los precios la hoja se cotiza a 0,50 centavos de dólar.
También el congresista oficialista Rafael Urrelo reconoce que no se está haciendo nada para integrar a los ex campesinos cocaleros a un programa de desarrollo.
Oriundo de la selva, Urrelo conoce como pocos parlamentarios el problema del narcotráfico en la Amazonia peruana. Según dice, en su forma tradicional la coca se cultivaba en sombra y no en pendientes como hoy, por lo que no era erosionante.
Con el auge del narcotráfico, "se ha llegado a producir hasta 300 toneladas por hectárea al año y es dramáticamente erosionante", afirma.
Urrelo asegura que el cultivo intensivo de coca ha agotado innumerables fuentes de agua de la Amazonia, o las ha contaminado al extremo de haberse perdido mucha biodiversidad.
"Ahora asistimos a su agotamiento económico, todos se muestran contentos pero pocos se plantean qué va a venir después", indica.
"Hace falta emprender un programa agresivo de forestación para compensar el impacto sobre el medio ambiente y también sobre los productores campesinos", propone.
Estudios realizados por diversos organismos señalan que aproximadamente 600.000 toneladas químicas, usadas como insumos para la maceración de hoja de coca y elaboración de clorhidrato de cocaína son vertidas anualmente a los ríos de la región.
Por su parte, la Universidad de Tingo María, el valle cocalero por excelencia, comenzó hace tres años una investigación sobre la cantidad de bio-masa que extrae del suelo el cultivo de coca, la cual está en su fase final.
Para Urrelo, es muy importante conocer todos estos estudios e integrarlos a un programa, yq que si ello no se realiza, será imposible emprender otro tipo de programas. El segundo paso debiera ser la integración de los sistemas de producción, sugiere.
"En un solo departamento, San Martin, se siembran hasta 65 especies simultáneas", revela.
Pero, al igual que otros especialistas, Urrelo afirma que es necesario contar con un organismo rector del desarrollo alternativo que centralice todas las investigaciones y convoque el financimiento internacional, algo que de momento no parece figurar en los planes del gobierno central.
Para la Comisión Andina de Juristas (CAJ), existe un evidente impacto social en la caída de los precios de coca que, sin embargo, no se está reflejando en programas alternativos.
"En Perú, desarrollo alternativo es sinónimo de construcción de carreteras pero no de desarrollo rural", afirma Diego García Sayan, presidente de la CAJ.
A su juicio, los gobiernos de Perú y Bolivia deberían tomar acciones conjuntas y propiciar el debate internacional acerca de la política de subsidios agrícolas por parte de Japón, Europa y Estados Unidos.
"Parecería que cada país quiere sacar el mayor provecho de la sustitución de cultivos y al final no se hace nada", sentenció. (FIN/IPS/zp/dg/ip-pr/96)