El domingo 3 de marzo marcará el fin de la era felipista en España, según todas las encuestas de intención de voto, que auguran la derrota del socialista Felipe González por primera vez desde el 28 de octubre de 1982, cuando arrasó en las elecciones que lo llevaron al gobierno.
Esos 13 años de gobierno, conocidos ya como "la época felipista", en la que se proyectó la fuerte personalidad de González, líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y denominado por sus más inmediatos colaboradores "Dios" o "Number one", están marcados por logros y frustraciones.
El fin de la era está caracterizado por escándalos de negociados y corrupción, con hombres de confianza de González procesados por malversación, cobro de comisiones ilegales y "guerra sucia".
Asimismo, se destaca el autoritarismo que caracterizó al Ejecutivo y una creciente desazón social, causada por la falta de trabajo y las listas de esperas de varios meses en los hospitales públicos.
Las mayores conquistas reivindicadas por el gobierno socialista incluyen la plena inserción de España en el escenario internacional y el desarrollo de infraestructuras de transportes y telecomunicaciones.
También destaca la universalización de la enseñanza y del acceso a la seguridad social, y el desarrollo de la organización del Estado con regiones autónomas semi-federales.
Sus dos mayores fracasos son la desocupación, que llevó a España a tener el mayor índice de desempleo entre los países industrializados, y el conflicto vasco, o "guerra del Norte".
En este último caso fallaron tanto la eficacia policial como las negociaciones con la organización separatista Eta, y donde se organizó una "guerra sucia" desde el Ministerio del Interior.
La inserción internacional se expresa con la incorporación española como país miembro de pleno derecho en la Unión Europea (UE), su participación en las conferencias iberoamericanas de jefes de Estado y de gobierno y el envío de misiones de paz a El Salvador, Angola y la ex Yugoslavia.
Con los gobiernos de González, España jugó un papel destacado en el proceso de paz en Centroamérica y bajo sus auspicios se iniciaron en Madrid, en 1987, las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno de Guatemala.
También Madrid fue sede de la histórica primera conferencia de paz de Oriente Medio, en 1993.
Desde la oposición se señala que la aceptación rígida de los acuerdos de la UE para apresurar la unión monetaria profundiza las desigualdades en España, fuerza a aceptar mayores niveles de desocupación y lleva a un incumplimiento de la Constitución española.
Según recuerda el izquierdista Julio Anguita, la Constitución proclama el derecho al trabajo "conforme a un orden económico y social justo".
También se recuerda que González prometió en 1982 retirar a España de la Organizción del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y no sólo no lo hizo, sino que involucró a su país en la Guerra del Golfo, poniendo los aeropuertos al servicio de las fuerzas aliadas, sin pedir la preceptiva autorización del Parlamento.
El desarrollo de las infraestructuras tuvo su mayor auge al amparo de las conmemoraciones del quinto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América.
Así, se construyeron autopistas, se modernizaron aeropuertos y telecomunicaciones, se habilitó un tren de alta velocidad entre esta capital y Sevilla -sede de la Exposición Universal de 1992- y se puso en órbita el satélite Hispasat.
La crítica, como señala quien fue subsecretario de Obras públicas bajo el gobierno de Adolfo Suárez (1977/81), Pedro López, es que que hubo una ausencia de planeamiento global e improvisaciones.
López menciona, como ejemplo, que para el tren de alta velocidad se habían presupuestado 125.000 millones de pesetas y se acabó gastando 460.000 millones.
Las obras públicas estuvieron marcadas por las comisiones excesivas y la corrupción, al extremo de que el socialista José Borrell, al asumir en 1993 su actual cargo de ministro de Obras Públicas, advirtió públicamente a los empresarios constructores que debían negarse a pagar tales comisiones.
No obstante, en medios empresariales se asegura que el pago sigue siendo habitual.
El "caso Filesa", uno de los más notorios, llevó al procesamiento de dirigentes socialistas por haber recibido ese tipo de comisiones para financiar al PSOE.
La enseñanza general básica ya estaba generalizada al llegar los socialistas al poder. Estos dieron gran impulso al bachillerato o enseñanza media, pasando los escolarizados en ese sector de 1.117.600 alumnos en 1982/83, a 1.653.930 en 1991/92, una tasa de crecimiento de 48 por ciento, que se mantiene.
También hubo grandes progresos en la descentralización del Estado, que traspasó muchas de sus competencias a las Comunidades Autónomas, en educación, medio ambiente, turismo, lingüística y, en el caso vasco, hasta la organización de su propia policía autónoma.
El mayor fiasco socialista se llama paro, desocupación o desempleo, producto en gran parte de un proceso de desindustrialización.
En 1982 había 2.144.800 desocupados, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), ante lo que el PSOE prometió en su programa electoral crear 800.000 nuevos puestos de trabajo en la legislatura 1982-86.
Pero desde que los socialistas llegaron al gobierno, con leves altibajos, la desocupación llevó un ritmo creciente, hasta totalizar a finales de 1995, según el mismo INE, 3.584.000 personas desempleadas, lo que significa que uno de cada cuatro españoles en edad activa están en paro.
Y que, según admiten cifras oficiales, hay un millón de hogares en los que no consigue empleo ninguno de sus miembros en condiciones de trabajar.
El sociólogo norteamericano James Petras, colaborador de su colega Noam Chomsky, realizó en 1995 una investigación en España para un organismo oficial, en la que invirtió seis meses.
Sus resultados, según los editores de la revista de izquierda "Ajoblanco", fueron insatisfactorios para el organismo, por lo que resolvió no publicarlos.
En la síntesis ofrecida por "Ajoblanco", Petras sostiene que "la supuesta modernización de la economía española bajo González ha tenido un efecto profundamente negativo sobre la vida socio- económica, política y cultural de la clase trabajadora y, en particular, de los jóvenes".
El sociólogo destaca como factores muy negativos que el desempleo llega a 40 por ciento en los jóvenes de 20 a 24 años y que 90 por ciento de los nuevos empleos son temporarios.
El otro gran problema que los socialistas dejan sin resolver es el contencioso vasco.
Aunque gobiernan en esa región en coalición con el moderado Partido Nacionalista Vasco (PNV) y las competencias de esa autonomía son amplias, Eta sigue cometiendo atentados y, en los últimos tiempos, sus jóvenes simpatizantes han ganado la calle.
Esa situación es producto de que bajo el gobierno de González, y desde el Ministerio del Interior, se realizó una "guerra sucia" contra Eta, que afectó también a personas totalmente ajenas a esa organización.
En los más de 40 atentados cometidos por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), hubo 28 muertos.
Por dos de esos atentados están procesados el ex ministro del Interior, José Barrionuevo, el ex Secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, el ex Director General de Seguridad, Julián Sancristóbal, y una decena de mandos policiales que actuaban a las órdenes directas de aquéllos.
Sin embargo, el PSOE ha incluido en las actuales listas electorales a Barrionuevo, a quien consideran inocente de los cargos que se le han imputado.
Esa "guerra sucia" coexistió con contactos permanentes y negociaciones esporádicas, aunque sin resultados positivos, del gobierno con la cúpula de Eta.
La más sonada de esas reuniones fue la que sentó a Vera con el máximo dirigente etarra, Domingo "Txomin" Iturbe, en Argelia, país donde éste moriría tiempo después en un confuso y nunca aclarado accidente.
Al uso de los fondos reservados del Ministerio del Interior para financiar a los Gal se sumó el enriquecimiento ilícito de los funcionarios, algunos de los cuales -como Sancristóbal- reconocieron haberlo hecho y por sumas millonarias en dólares.
Todo ello contribuyó a que las frustraciones sociales se tiñeran, además, con el color de la sangre derramada por los Gal, la que sigue derramando Eta indiscriminadamente y el turbio matiz de la corrupción económica. (FIN/IPS/td/jc/ip/96)