(Especial para IPS) El derribo de dos avionetas anticastristas con apariencia civil por parte de la aviación militar cubana, no es más que una de las tantas secuelas del ignominioso bloqueo económico impuesto por Estados Unidos contra la isla durante 35 extenuantes años.
En esta ocasión sin embargo, el serio incidente ha desenbocado en el agudizamiento de la ya crítica confrontación que los gobiernos de Washington y la Habana mantienen con una absurda obstinación.
Incluso, no es aventurado asumir que el lamentable suceso echará por tierra todas las iniciativas de distensión y acercamiento puestas en juego por los dos paises, de manera particular durante la actual administración Clinton.
Es inobjetable también que ello moverá el piso sobre el cual se apoya el creciente consenso mundial logrado en torno a la necesidad de poner fin al embargo que pesa sobre Cuba, hecho que aparentemente había sensibilizado a la Casa Blanca.
Al menos esto es lo que se advierte claramente tras el anuncio del presidente Bill Clinton de imponer a la isla nuevas sanciones y de respaldar la aprobación urgente en el Congreso norteamericano la denominada ley Helms-Burton que difinitivamente internacionalizará el conflicto.
Este hecho demuestra la gravedad del incidente, pues las medidas coercitivas que contempla la ley Helms-Burton y las implicaciones internacionales, merecieron hasta hace poco la oposición del mandatario estadounidense.
Una oposición que se fundamentaba, a decir del vocero del Departamento de Estado Nicholas Burms, en que algunas disposiciones serían contraproducentes pues interferirían en aspectos importantes con otros países.
Además, porque al poco tiempo de anunciada la ley, la Unión Europea y el gobierno británico en particular, expresaron en su momento una firme oposición a tal medida mediante cartas dirigidas al secretario de Estado Warren Christopher y a miembros del Congreso.
Y de la misma manera, con seguridad, porque algunos sectores empresariales estadounidenses consideraban que ya de por sí las sanciones comerciales vigentes contra Cuba les impiden aprovechar las oportunidades de inversión que favorecen a empresarios canadienses, españoles, ingleses, alemanes y mexicanos.
Por tanto, es evidente que los esfuerzos de distensión quedan efectivamente estériles ante el drástico cambio de actitud norteamericana, que a más de demostrar su enojo, constituye una amenaza a toda posibilidad de nuevos diálogos que permitan encontrar salidas negociables al problema.
Más aún, ello alerta a la comunidad internacional respecto a que en nuestro hemisferio hay otro escenario de guerra susceptible de irrumpir, como el caso de Ecuador-Perú o Venezuela y Colombia, determinado por la actitud de Estados Unidos hacia Cuba.
Recordemos que en su origen, el bloqueo impuesto a la isla hace 35 años tuvo como justificación el hecho de que Cuba se erguía como la presencia soviética en el área; que intervenía armando y entrenando a grupos subversivos en América Latina; y que constituía un peligro militar serio para la seguridad de Estados Unidos.
Estas tres argumentaciones hoy día han caducado pues no existen ya esos peligros. De tal manera que no existe justificación alguna para que continúe el bloqueo, causante directo de esta nueva crisis que rebasa la dimensión hemisférica por las pretendidas sanciones a países e inversores del mundo que mantienen relaciones comerciales con Cuba.
El bloqueo ha sido calificado por la comunidad internacional como un acto de guerra, en atención a la reglamentación jurídica. Por tanto,Estados Unidos con su decisión contraviene toda normativa internacional por lo que aún más resulta condenable las amenazas de endurecimiento del embargo.
Este momento de crisis, debe ser aprovechado para exigir a Estados Unidos a reflexionar sobre la necesidad de poner fin al bloqueo y convocar al establecimiento de una nueva forma de relación respetuosa y horizontal con la isla y las demás naciones que pueden verse afectadas por las imposiciones anunciadas. (FIN).
(*) Secretario Ejecutivo de ALDHU