La importancia de la conservación de la Antártida como la mayor reserva energética del mundo y el último lugar libre de contaminación lleva a Chile a congelar sus intereses de soberanía en el área para concentrar sus esfuerzos en la investigación científica.
Los resultados de los estudios científicos que realiza Chile en la Antártida, tendientes a aumentar los conocimientos sobre su ecosistema, confirman la importancia que reviste para la humanidad la conservación de este espacio, reservado para la paz y la ciencia.
Sin embargo, los avances en los estudios del continente helado podrían ser mayores si el Estado chileno destinara más recursos a este tipo de investigación, aprovechando su cercanía y similitud con el sur del país.
La importancia estratégica de la Antártida como reserva mundial de alimentos, minerales y agua dulce lleva a los países comprometidos en el Tratado Antártico, que data de 1959, a destinar recursos al estudio del medio ambiente antártico y su conservación.
Chile, uno de los países precursores de este Tratado, invierte modestos fondos en proyectos científicos a través del Instituto Antártico Nacional (Inach), que realiza una expedición todos los veranos, desde 1964, para ejecutar el Programa Nacional de Investigación Científica y Tecnológica.
El Inach, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, cuenta con 300.000 dólares para financiar los proyectos de 50 investigadores, que por segundo año consecutivo se realizan con el apoyo de la Fuerzas Armadas.
Onelio Aguayo, jefe de la última expedición, señaló a IPS que resulta trascendental que el gobierno destine mayores fondos a la investigación científica de los recursos naturales y minerales con que cuenta la Antártida.
"Para que Chile tenga una presencia fuerte en los foros internacionales donde se discuten temas sobre la conservación y destino de los recursos de la Antártida, es necesaria la investigación científica, que entrega bases técnicas a los representantes del país en esas discusiones ", indicó.
Según Aguayo, todo el esfuerzo que hacen este país y el resto de los suscriptores del Tratado," es poco todavía para lo que significará la Antártida mañana para la humanidad".
Un ejemplo significativo de la importancia del continente helado como reserva mundial energética es la carga alimenticia de sus aguas, de alto valor productivo.
Según estadísticas de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la producción pesquera en el mundo no supera los 100 millones de toneladas. Sin embargo, las reservas de krill, principal crustáceo de la Antártida, son estimadas en 300 millones de toneladas.
Chile impuso su huella en el continente desde que se iniciaron los litigios por la soberanía, y ya en noviembre de 1940 había fijad como territorio soberano los meridianos 53 y 90 oeste de Greenwich.
El Tratado Antártico ganó una importante batalla en medio de la guerra fría: dedicar el último continente a la paz y a la ciencia, mantenerlo desmilitarizado y con prohibición de pruebas nucleares, otorgando derechos de libre inspección a cada uno de los países involucrados.
En 1991 el Protocolo de Madrid complementó el Tratado de 1959, aumentó sus integrantes e impuso un nuevo plazo de 50 años para enmendar los acuerdos del Protocolo.
El interés de los 48 países que suscribieron el Tratado radica en la alta productividad de las aguas de la zona, gracias a sus especiales características de temperatura, en los recursos energéticos aún inexplotados y en su potencial como reserva turística.
Según Aguayo ,es necesario conocer los recursos animales y minerales que posee la Antártida antes de reclamar soberanía. Por ello el Inach impulsa, en colaboración con otras instituciones científicas, 13 proyectos de importancia estratégica para el país.
Dos de esos proyectos son "Alimentación de ballenas", elaborado por Aguayo, destinado a demostrar el impacto en la recuperación de mamíferos en peligro de extinción gracias a la acción del hombre, y "Ecología del lobo fino antártico", que reconstruye la ruta de los primeros hábitantes del lugar.
"En 1965 descubrimos 50 lobos, entre los cuales 12 cachorros. En aquel tiempo era una especie en peligro de extinción, hoy día en ese habitat hay 15.000 lobos, un buen ejemplo del resultado de la conservación y estudio de la vida de este animal", indica Aguayo.
"Arqueología histórica", de Ruben Steberg, es un proyecto de laboratorio auspiciado por el Museo Nacional de Historia Natural, que investiga los asentamientos humanos del siglo pasado en la Antártida, especialmente los loberos de América del Sur.
Esta investigación es apoyada por el Plan Nacional de España, ya que durante la Independencia de Chile un navío de guerra español, el San Telmo, naufragó y sus restos fueron a dar a la Anatártida.
Otro elemento de estudio es el krill, base de un proyecto que analiza el ciclo de vida de este cangrejo, principal recurso marítimo de la zona y alimento de ballenas, de lobos y el resto de los animales del lugar.
Dos investigaciones sobre el ecosistema antártico primitivo fueron realizadas recientemente. Una de ellos es "Paleobotánica", de la investigadora Teresa Torres, quien ha encontrado huellas de hojas de 200 millones de años parecidas a las coníferas del sur de Chile.
El otro proyecto estudia a los foraminíferos antárticos, organimos microcelulares consumidores de mineral en el fondo de las agua smarinas, excelentes indicadores de carbón de hace 300 o 400 millones de años, cuando la Antártida ocupo una zona surtropical en el planeta.
Según Aguayo, un estudio de la doctora Wanda Quilhot sobre la adaptación de los líquenes, organismos formados por la asociación de hongos y plantas unicelulares que producen sustancias para protegerse de la radiación ultravioleta, puede ser de mucha ayuda para generar sustancias protectoras de la piel humana. (FIN/IPS/mjc/dg/en/96)