La prensa camboyana, a veces demasiado extrovertida, a menudo abusa en sus ataques contra el gobierno y la dura respuesta de las autoridades no augura nada bueno para la flamante democracia del país, señalaron analistas locales.
El gobierno ha aumentado su presión respecto a las publicaciones cuyas críticas considera una amenaza contra su autoridad.
El caso más reciente de intimidación contra periodistas fué el intento de asesinato del anunciador radial Ek Mongkok, ocurrido el mes pasado.
Mongkok es considerado cercano al partido realista Funcinpec, el cual a pesar de integrar la coalición gobernante todavía está enlazado en una lucha contra el Partito Popular Camboyano (PPC), liderado por Hun Sen.
Desde fines de 1994, al menos tres periodistas que se atrevieron a criticar al gobierno fueron asesinados. Muchos otros sufrieron cárcel o multas, y un cierto número de publicaciones se clausuraron.
"Mientras los asesinatos de periodistas Khmer, como el editor de 'Samleng Yuvachon Khmer' y otro cronista del diario 'Khoh Santepheap' son conocidos, lo que se ignora es que otros periodistas tambien han sido eliminados", declaró el redactor de un periódico en inglés en Phnom Penh.
Tras las elecciones de mediados de 1993, patrocinadas por las Naciones Unidas, Camboya asistió a la aparición de numerosas publicaciones. Ahora existen cerca de 50 periódicos Khmer con un promedio de circulación diario de 5.000 ejemplares. Muchos de estos son notorios por ser abiertamente progubernamentales y solo un puñado adoptó una posición crítica.
Sin embargo, los más populares son los siete diarios antigubernamentales, incluyendo el "Samleng Yuvachon Khmer" (La Voz de la Juventud Khmer), cuya circulación oscila en las 6.000 copias por día.
Diversos ataques a las instalaciones de esos diarios, así como las amenazas de desmantelar sus plantas de producción por parte de secuaces del PPC y Funcinpec, llevaron a las firmas impresoras que los sirven a rehusar editarlos, silenciando así a la mayoría de las publicaciones.
"El gobierno carece de experiencia democrática y no está acostumbrado a las críticas", declaró Phi Thach, que ahora es director del no gubernamental Foro Abierto de Camboya. "No hay espacio político para permitir el desarrollo de la sociedad civil".
La aprobación el ano pasado de una nueva ley de prensa, que impuso fuertes multas y penas de cárcel por noticias juzgadas una amenaza a la "seguridad nacional" o la "estabilidad política", ha sido considerada un ataque oficial contra la libertad de prensa.
"El empleo de una legislación penal contra periodistas y los vagos términos abiertos a varias interpretaciones como estabilidad política, es extremadamente peligroso", declaró un alto funcionario de la Comisión de Derechos Humanos.
De los cinco diarios escritos en inglés, solamente dos son abiertamente críticos al gobierno. Uno de estos, el Phnom Penh Post, de propiedad estadounidense, ha sido recientemente llevado a los tribunales por "desinformación, incitación y creación de inseguridad e inestabilidad".
El caso todavía se está ventilando, pero como el gobierno depende de cuantiosas sumas de ayuda extranjera, incluyendo de Estados Unidos, muchos periodistas en Phnom Penh creen que su editor será quitado del medio pero con suavidad.
Despues de todo, no es contra la prensa escrita en inglés, leída sobre todo por la comunidad de expatriados, que el gobierno es más intolerante, sino contra los medios locales.
Con un índice de alfabetismo que supera el 60 por ciento en todo el país y el 80 en Phnom Penh, el gobierno no toma riesgos.
La paranoia oficial tambien surge del hecho que Phnom Penh, donde vive la mayoría de los intelectuales y activistas políticos camboyanos, tiene una reputación de haber sido siempre el centro de las revueltas, y publicaciones incontrolables podrían generar movimientos antigubernamentales… tambien incontrolables.
Por otra parte, los simpatizantes del gobierno dicen que los informes sobre violaciones a la libertad de prensa no mencionan que mientras las instituciones de prensa al estilo occidental han sido introducidas en Camboya desde 1993, el resto del país aún actúa en un contexto muy alejado de la imagen de una sociedad normal.
Camboya no solamente ha tenido un sistema democrático en el poder por dos años y medio, sino tambien todavía sigue luchando contra el genocida grupo guerrillero Khmer Rojo.
La economía tambien continúa en ruinas, con un repentino aflujo de dólares debido a la masiva presencia de la ONU, y la inversión extranjera solo conduce a una mayor corrupción oficial y un rápido aumento de la criminalidad organizada y la prostitución.
Ngy Chanphal, subsecretario del Ministerio de Desarrollo Rural, declaró que "primero debemos reconstruir y crear una situación de seguridad alimentaria y empleo que tomará algún tiempo. Necesitamos esa estructura ubicada antes para poder apoyar a la democracia".
El 80 por ciento de los camboyanos viven en el campo y recientes cálculos muestran que, de 1,5 millones, la fuerza activa llegará a seis millones de personas al inicio del próximo siglo.
Además de los 120.000 puestos de trabajo que deben ser creados anualmente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que habrá un remanente abierto de desempleo de 90.000 unidades.
Mientras la situación está lejos de ser normal, los críticos dicen que es mas imperativo ahora para el gobierno concentrarse en los problemas económicos camboyanos y la guerra contra los Khmer Rojos, que desperdiciar fuerzas intimidando a la prensa.
Historicamente, incluso durante los relativamente liberales años '60, la clase dirigente camboyana nunca tuvo gran reputación de tolerar críticas.
Con un despótico colonialismo francés que virtualmente no dejó instituciones democráticas, el país desde su independencia siempre actuó dentro de una atmósfera autoritaria de control gubernamental sobre la mayor parte de las expresiones intelectuales.
El peor período se registró durante los cuatro años de dictadura de Pol Pot, el líder del Khmer Rojo, a fines de la década de los '70, durante el cual los intelectuales fueron perseguidos y eliminados para evitar que "corrompieran" al resto de la sociedad.
Otro factor que alienta al gobierno a mantener una línea dura contra la prensa es la creciente integración política-económica de Camboya dentro de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN).
Como la mayor parte de los países de la ASEAN todavía tienen regímenes autoritarios, hay poco incentivo para que Camboya escape a la tendencia y malogre su ingreso al club de los tigres económicos. (FIN/IPS/tra-en/tg/lnh/ego/ip).
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