AMERICA LATINA: Ajustes y desajustes alimentarios de fin de siglo

Enfrentada a viejos desajustes estructurales y a recientes ajustes del comercio internacional, la agricultura de América Latina muestra un variado panorama en el año de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación.

El tema de la seguridad alimentaria estará en el centro de la agenda de la conferencia regional de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para América Latina y el Caribe, convocada del 2 al 6 de julio en Asunción.

En la capital de Paraguay los gobiernos latinoamericanos y caribeños, representados por sus ministros de agricultura, afinarán las posiciones regionales para la cumbre que tendrá lugar en la sede de FAO en Roma del 13 al 17 de noviembre.

Expertos de la oficina regional de FAO, con sede en Santiago de Chile, consideran que en América Latina el problema radica fundamentalmente en la distribución y las posibilidades de acceso más que en la producción de alimentos.

Alejandro Schejtman, jefe interino de la rama de Asistencia en Políticas, advierte que ello no implica desconocer la existencia de países deficitarios en su disponibilidad media de alimentos, respecto de la demanda de su población.

Para 1990-92, la región exhibía una disponibilidad de suministro de alimentos por habitante de 2.740 calorías diarias, frente a un promedio mundial de 2.710, estimándose que en el año 2010 alcanzará suministros de 2.950 frente a una media mundial de 2.860 calorías.

Con una tasa actual de crecimiento demográfico del orden de 2,1 por ciento anual, América Latina y el Caribe reducirá el número absoluto de habitantes afectados por desnutrición crónica de 51 millones a comienzos de esta década a 49 millones en el año 2010.

Según FAO, entre los 88 países en el mundo de bajos ingresos y déficit en sus disponibilades alimentarias, con una ingesta diaria entre 2.100 y 2.500 calorías, hay nueve latinoamericanos y caribeños: Haití, Bolivia, Perú, Guatemala, Panamá, Nicaragua, República Dominicana, Guyana y Honduras.

Schejtman destaca que la situación alimentaria de los latinoamericanos está muy subordinada a lo que ocurre en el ámbito general de la economía, en frentes como el empleo y la distribución del ingreso.

Pero hay también correlaciones entre la baja disponibilidad de alimentos y el alto porcentaje de población rural en países como Haití y Bolivia, lo cual en estos casos hace coincidir los problemas de producción con los de acceso a un mayor ingreso.

La propuesta de FAO de estimular a los pequeños campesinos como productores de alimentos es particularmenve válida en países latinoamericanos donde los mayores índices de pobreza se concentran en el medio rural.

"Hay una reproducción vegetativa de la pobreza. La brecha entre la cantidad de hijos que se desea tener y los que se tienen, es más alta en los sectores más pobres y mayor en los pobres rurales que en los urbanos", indica Schejtman.

El experto chileno agrega que la oferta de alimentos en la región está permanentemente afectada por cuatro fenómenos, siendo el primero y más obvio el de la insuficiencia, en países que aun con una redistribución del ingreso no dispondrían de alimentos para toda su población.

El segundo aspecto es el de la inestabilidad de la oferta, vinculada a menudo a deficiencias en las políticas de importaciones de alimentos, que en algunos casos coinciden con la insuficiencia de la producción interna.

El tercer problema es la falta de algún grado, por lo menos mínimo, de autonomía, que ponga a los países a salvo de las alteraciones en el mercado mundial de alimentos, que no sólo es inestable, sino además poco transparente y altamente concentrado, según el experto de FAO.

Por último, está el fenómeno de la sustentabilidad de los procesos agrícolas en América Latina, donde se tiende a reproducir patrones alimentarios de países industrializados en los que generar una caloría de alimentos implica el gasto de nueve o más calorías energéticas en producción y distribución.

Mientras en el mundo desarrollado cayó verticalmente el uso de energía por unidad de producto, tiende a aumentar en la región, que sufre tanto la erosión de la sobrefertilización y la sobremecanización, como la desertificación por la pobreza.

El acceso de los pobres a una mayor ingesta de calorías no se resolverá sólo a través de una política alimentaria en América Latina y el Caribe, sin reformar estructuras productivas, de poder, ideológicas y jurídico-institucionales que generan los patrones de demanda y oferta alimenticia.

"Se requieren acciones simultáneas por el lado de la educación, la salud y el equipamiento. Si no se resuelven problemas sanitarios, el aprovechamiento de los alimentos seguirá siendo insuficiente entre los pobres", señala Schejtman.

Hay otros aspectos aún no estudiados suficientemente, pero que también será necesario abordar, como el de la distribución al interior de las familias, vinculados a menudo al tiempo que dispone la mujer para comprar, cuidar y preparar alimentos.

Además de los aspectos estructurales, la situación alimentaria de América Latina y el Caribe está siendo influida por la progresiva puesta en marcha de los acuerdos de la Ronda Uruguay con la flamante Organización Mundial de Comercio (OMC).

Los precios internacionales de los productos agrícolas han estado sometidos desde la década de los 70 a caídas vinculadas casi exclusivamente a insufiencias coyunturales de oferta y no a crecimientos de la demanda.

Esta situación debería cambiar ahora con los compromisos de la OMC que apuntan a poner fin al "sobre proteccionismo" europeo y FAO estima que de aquí al año 2000 habrá incrementos de precios, sobre todo para los productos agrícolas de climas templados.

El gasto latinoamericano en importaciones de alimentos crecerá marginalmente hacia fin de siglo, en unos 1.000 millones de dólares, por los previsibles incrementos en las oleaginosas, las carnes y los lácteos.

FAO estima que, en cambio, los ingresos regionales por exportaciones crecerán significativamente de 31.000 millones a 48.000 millones, concentrándose casi la mitad de ese incremento en sólo tres países: Brasil, Argentina y Uruguay.

Los efectos en América Latina y el Caribe serán diversificados, con un alto beneficio para los países del sur de la región, exportadores de cereales, carnes y lácteos, mientras los de América Central, vendedores de productos tropicales, se verán perjudicados por bajas de precios.

Según FAO, más afectados aún serán los países caribeños que dependen de productos afectados por la pérdida de valor de los tratos preferenciales otorgados sobre todo por la Unión Europea. (FIN/IPS/ggr/df/dv-if/96)

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