Zimbabwe exporta gran parte de su producción de maíz cuando las condiciones del clima favorecen una buena cosecha, e importa alimentos en épocas de sequía, al reducirse las reservas almacenadas.
Zimbabwe gastó 600 millones de dólares en 1991-1992 para la compra de granos y este año deberá recurrir otra vez a la importación, ya que se han agotado sus reservas.
El caso ilustra la precariedad del suministro de alimentos en Africa, que depende excesivamente de variedades de grano de alto rendimiento que no resisten el clima adverso y exigen insumos de elevado costo.
Hari Toubo Ibrahim, representante de FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en Burkina Faso, advirtió que la mitad de los 88 países dependientes de la ayuda internacional en alimentos se encuentran en Africa.
Se trata del continente más vulnerable frente a la reducción de esa ayuda, que cayó al nivel más bajo de los últimos 20 años, y al aumento de precios de cereales importados.
La producción cerealera de Africa subsahariana se redujo en 10 millones de toneladas en 1995, debido principalmente a sequías en el sur y en zonas del este de la región. A corto plazo, se necesitará una ayuda de un millón de toneladas sólo para Africa austral.
Africa perdió oportunidades de utilizar remedios asequibles y sufre también el escaso compromiso de algunos gobiernos con el objetivo de la autosuficiencia en alimentos. En muchos casos, los investigadores africanos trabajan en el vacío: invierten años en los laboratorios, pero los gobernantes ignoran muchas veces el producto de su tarea.
La seguridad alimenticia de Africa está también obstaculizada por la migración y por el fracaso de las tentativas de mecanización de la agricultura en algunas naciones.
En el Sahel, el cinturón semiárido situado al sur del Sahara, "la investigación agrícola ha obtenido buenos resultados en la búsqueda de semillas y tecnología para aumentar los rendimientos", aseguró Ibrahim.
"Pero esos logros no son utilizados en gran escala y los países pobres continúan destinando divisas a la importación de alimentos, pese al limitado monto de sus recursos financieros", dijo Ibrahim a IPS.
"Los problemas no son de carácter técnico, sino que son efecto de decisiones políticas y compromisos de los gobernantes", agregó.
Investigaciones del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA) condujeron en Nigeria al mejoramiento de las semillas de mandioca y a un significativo incremento de la producción.
Taiye Babalaye, del IITA, informó que el instituto también se ha concentrado en un aspecto clave de la seguridad alimenticia en Africa: los problemas de las mujeres, que conforman la mayoría de los productores de alimentos del continente, pero tienen limitado acceso a servicios e insumos externos, tanto técnica como financieramente.
"Los programas de capacitación del IITA procuran aumentar la cantidad de mujeres dedicadas a la investigación científica", y 70 por ciento de los agricultores nigerianos participantes en el proyecto de la mandioca son mujeres, dijo Babalaye.
En el decenio de 1960, la agricultura nigeriana proporcionaba suficientes alimentos a la población, materias primas para la industria e ingresos por exportaciones. El apoyo del gobierno se concentraba en productos demandados del exterior, como el cacao, cacahuetes, aceite de palma, algodón y caucho.
El auge del petróleo a mediados de los anos 60 relegó la agricultura y muchos jóvenes abandonaron las granjas en busca de empleo mejor retribuído en las ciudades, una tendencia que persiste a pesar de la recesión económica y la destrucción de empleos.
"El gobierno nada hace para alentar a los jóvenes a regresar al campo", afirmó a IPS Olawumi Obagaiye, directora del Programa Panafricano de Ayuda en Alimentos (PANAF). Obagaiye cree que Nigeria ya no puede alimentar a su población, compuesta ahora por 120 millones de personas, debido a la avanzada edad de su población campesina.
Los cultivos cubren sólo 25 por ciento de los 924.000 kilómetros cuadrados de Nigeria, aunque las tierras fértiles representan 70 por ciento de la superficie del país.
En cuanto a Africa austral y oriental, el déficit de alimentos se debe al reemplazo de cosechas tradicionales por nuevos productos, más prolíficos.
El maíz de alto rendimiento sustituyó gradualmente a otros cereales, debido principalmente a que su cultivo fue alentado y también a que es más fácil de procesar.
"Moler los pequeños granos tradicionales para hacer harina es una tarea agotadora y tal vez se deba a eso que la gente prefiere ahora el maíz", dijo Tewende, un campesino radicado en Njanja, 200 kilómetros al sur de Harare.
Pero la organización no gubernamental Enda-Zimbabwe promueve el retorno al cultivo de los pequeños granos tradicionales, que son resistentes a la sequía.
Enda-Zimbabwe orienta su campaña a los pequeños propietarios de tierras como Tewende, que en su mayoría trabajan en áreas de baja fertilidad y escasas precipitaciones, donde la agricultura es difícil y grande la demanda de alimentos.
El agrónomo keniano Anselimo Makokha también cree que Africa debe fomentar la siembra de productos tradicionales, como el sorgo y el mijo que, en su país, son cultivados únicamente para consumo de los propios agricultores o de mercados de aldea.
Makhoka reclamó la revisión de la ley que sólo admite en Kenia la elaboración de pan con harina de trigo, un factor que ha desalentado el cultivo de granos tradicionales. (FIN/IPS/tra- en/ag/to/lm/mn/kb/ff/dv/96).