El secretario de Estado de Eestados Unidos Warren Christopher iniciará la próxima semana una gira por países latinoamericanos en momentos en que la mayoría de los gobiernos de la región están más preocupados por el ascenso del conservador Pat Buchanan que con la administración Clinton.
Este es el primer viaje de un alto funcionario del gobierno estadounudense a América Latina desde la toma de posesión del presidente Bill Clinton, que nunca puso el pie en América Latina desde que pasó a ocupar la Casa Blanca en Washington.
Es sintomático que al momento en que concluye su mandato Clinton haya decido enviar a su principal asesor en política externa a una región que paso casi cuatro años en el olvido diplomático, a excepción quizás del caso de México.
Pero incluso en la crisis mexicana de enero de 1995, el gran temor de Washington no era la salud financiera de su vecino más cercano sino que la brutal devaluación del peso afectara a la economía de Estados Unidos.
El bajo perfil de América Latina en el Departamento de Estado coincidió con la ausencia de amenazas graves a los intereses estadounidenses en la región.
A los ojos de Washington "no hay novedades en el frente sur", y todo sigue la rutina, al contrario de lo que sucedió en los tumultuosos años 50, 60 y 70, cuando guerrillas y rebeliones izquierdistas causaron sobresaltos en Washington y constantes visitas de presidentes estadounidenses a la región.
El viaje de Christopher sufre los efectos del olvido de casi cuatro años y ha sido tratado con escasa importancia por la prensa latinoamericana en las últimas semanas.
El encuentro del secretario de Estado con presidentes centroamericanos en San Salvador, ese lunes, estuvo a punto de perder significado, cuando dos presidentes anunciaron que no acudirían a la cita en razón de que ya habían contráido otros compromisos.
A último momento, el costarricense José Figueres cambió de planes y anunció que viajaría a El Salvador.
Todo lo que el Secretario de Estado diga o prometa a sus interlocutores latinoamericanos estará pendiente de los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre en su país. Hasta el momento no hay ninguna garantía de que Bill Clinton pueda acceder a un segundo mandato.
La gran mayoría de los presidentes de la región sigue con atención el ascenso de Pat Buchanan, que ha creado un gran dolor de cabeza para su partido por su intransigente proteccionismo, aislacionismo y su posición agresiva ante la inmigración latina en Estados Unidos.
El fenómeno Buchanan amenaza toda la complicada ingeniería integracionista en América Latina y es casi un golpe mortal para el Tratado de Libre Comercio, en el cual son socios Estados Unidos y México, además de Canadá.
Los políticos latinoamericanos empiezan a darse cuenta de que la marginación continental será aún más intensa si el ex comentarista de televisión logra llegar a la presidencia de Estados Unidos.
Mientras la carrera electoral estadounidense no llegue a definiciones más claras, principalmente en el partido Republicano, Bill Clinton tiene muy poca cosa que ofrecer a sus desconfiados socios en la casi moribunda propuesta de crear un mercado común de Alaska a Patagonia, lanzada con bombos y platillos en la cumbre de Miami, en 1994.
En medios polìticos estadounidenses, en especial entre los adversarios de Bill Clinton, hay indicios de una fuerte reacción al fantasma ultraconservador de Pat Buchanan.
Es muy probable que los republicanos decidan abandonar a Buchanan, pero la gran interrogante es saber hasta qué punto el mensaje aislacionista y proteccionista del ex conductor televisivo será retomado por otro candidato.
Está claro que ese mensaje cosecha votos entre la atemorizada clase media estadounidense.
En un contexto como éste, la visita de Christopher reúne todos los elementos como para ser puramente protocolar. (FIN/IPS/cc/dg/ip//96)
