La Conferencia Mundial Sikh, concluida recientemente en el estado septentrional indio de Punjab, ha revivido el espectro del extremismo que asolo la region durante 12 anos y causo 17.000 muertos antes de ser sofocado.
Intelectuales sikh, incluso economistas, hombres de negocios y politicos procedentes de todo el mundo aprovecharon la ocasion, la semana pasada, para elogiar a sus militantes, incluso los tres asesinos de la primera ministra Indira Gandhi y del ex jefe del ejercito indio, asi como Jarnail Singh Bhindranwale, el predicador que propago el movimiento separatista por una patria sikh.
Lo mas perturbador es que esa actitud resulta compartida por lideres moderados sikh, incapaces de frenar la presion militante.
Los analistas dijeron que esa declaracion desde Amritsar, la ciudad santa de los sikhs, tiene incluso dimensiones mas estremecedoras que el asesinato del gobernador del Punjab, Beant Singh, tambien un sikh, y responsable de haber reprimido el terrorismo en el estado tras su triunfo en el comicio de 1992.
El asesinato de Singh el mes pasado por un terrorista suicida, que traspaso su inexpugnable cordon de seguridad, no solo agito el fantasma de una resurreccion del extremismo sino tambien elimino al unico lider sikh que desafio abiertamente a los separatistas.
Singh no dejo sucesor y la blanda actitud hacia los militantes adoptada por Harcharan Singh Brar, el nuevo gobernador, ha dado mayor impulso a elementos ultrancistas dentro de la jerarquia sikh.
El asesinato de Singh tambien puso en descubierto las advertencias de agencias de seguridad e inteligencia que el terrorismo en Punjab no ha sido enteramente eliminado.
Tanto el gobierno federal como el estadual parecen haber ignorado deliberadamente la silenciosa propagacion de la militancia sikh en Rajasthan y Uttar Pradesh, estados vecinos a Punjab, el numero de activistas arrestados y la gran cantidad de armas requisadas en los ultimos tres anos.
Por el contrario, se durmieron sobre sus laureles tras haber eliminado el terrorismo en Punjab a fines de 1992, creyendo que nunca resurgiria. En consecuencia, los procedimnientos de seguridad en el estado se redujeron y prevalecio un sentimiento complaciente.
Sin embargo, el bien perpetrado asesinato de Singh en la capital, Chandigarh, fue para muchos punjabis un sanguinario retroceso a los dias en que los separatistas sikh virtualmente gobernaban Punjab a comienzos de la decada.
Las bandas organizadas de separatistas armados sikh lograron paralizar la maquinaria estatal de Punjab, revirtiendo por primera vez en la historia de India, los factores de poder.
Los extremistas dictaron normas sociales, controlaron las noticias de la radiotelevision estatal y aterrorizaron a millones de hindues obligandolos a dejar el estado.
No obstante, la eleccion de Singh como gobernador en 1992 restablecio el equilibrio.
Junto con Kanwar Pal Singh Gill, su eficiente jefe de policia, el mandatario no dio cuartel a los separatistas y, mediante sostenidas operaciones de estilo militar, logro liberar al estado del terrorismo en menos de un ano.
Su asesinato, una vez mas, amenaza ahora con desequilibrar el Punjab. Con un solo golpe, los asesinos que pertenecerian al grupo fundamentalista internacional Babbar Khalsa, parecieron haber hecho retroceder las agujas del reloj.
El momento del asesinato de Singh, ocho meses antes de las elecciones parlamentarias, resulta precario para el gobernante Partido del Congreso, que ahora no sabe si triunfara en Punjab dado que su carta de triunfo fue el gobernador abatido.
La afirmacion anterior del Partido del Congreso que libero al estado del terrorismo ahora puede sonar falsa, mientras facciones del popular Partido Sikh Akali se aprestan a disputarle el poder.
Los analistas dijeron que la estatura de Beant Singh mantuvo unido el partido y dejo poco espacio a la aparicion de un sucesor, un factor que actualmente puede provocar turbulencia en Punjab.
Sin embargo, esta por verse si el Congreso puede mantener su credibilidad y el control en Punjab, y si los moderados Akalis mantendran su iniciativa o pasaran el control a los partidarios de la linea dura que pretenden revivir el separatismo.
En el pasado, los lideres Akali cedieron el comando a los militantes, tanto por miedo como en aras de una posibilidad politica. Las proximas semanas seran cruciales para determinar si Punjab permanece politicamente estable o, una vez mas, cae en el caos del terrorismo.
Los calculos varian, pero la polcia dice que entre 30 y 40 militantes sikh bien armados y otros 200 operadores de menor nivel todavia estan en libertad pese a la represion de Singh.
Ahora, en lugar de tratar de controlar la campana con asesinatos indiscriminados y sembrando el terror, parecen heber tomado de blanco a figuras mas importantes.
"Ataques contra objetivos de alto perfil estan destinados a sembrar el panico en niveles inferiores", comento un oficial de policia de Punjab. (FIN/IPS/tra-en/rb/mv/ego/ip).
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