Etiopía sorprendió con el anuncio de que estaba dispuesta a cumplir e implementar el Acuerdo de Paz de Argel para regularizar la situación en esta ciudad fronteriza de Badme, sinónimo del conflicto con Eritrea.
La iniciativa anunciada a principios de este mes se enmarca en las numerosas reformas sin precedentes que adopta el gobierno etíope desde las elecciones de abril y que no parecen detenerse.
El nuevo primer ministro de Etipoía se comprometió a conducir el país por un nuevo camino de más esperanza y más democracia.
Badme fue el epicentro de la guerra de 1998 que duró dos años y devastó tanto a ambos países.
A pesar del acuerdo de paz que siguió al cese del fuego en 2000, y que dispuso que Badme quedara en manos de Eritrea, Etiopía, en una actitud desafiante, mantuvo el control.
Eso hizo que Badme se volviera fuente de rencor y que creciera una profunda enemistad entre los gobiernos de ambos países, y en la frontera se mirarán con ojos belicosos.
Adís Abeba también anunció que aceptaría el dictamen de una comisión fronteriza, de 2002, que otorgó los disputados territorios, llamados Triángulo de Yirga, en la punta del cual se encuentra Badme, a Eritrea.
“El nuevo primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, reconfiguró el panorama político y su rumbo estratégico, moviéndose con increíble velocidad para generar cambios destinados a ampliar el espacio político y a acortar las divisiones sociales y los antagonismos en el país”, explicó Awol Allo, profesor de derecho de la Universidad de Keele, en un análisis publicado por Al Jazeera.
Eso incluye vincular la transformación política, social y económica con las dinámicas regionales, en especial a Eritrea, con la cual Etiopía tenía un estrecho vínculo económico, cultural y social, pues aquel territorio formaba parte de este país hasta su independencia en 1991.
La fractura entre Eritrea y Etiopía tuvo consecuencias regionales significativas.
Ambos países promovieron actividades hostiles contra el otro que, incluso, llegaron a propagarse a la vecina Somalia, desestabilizando así a toda la región.
Mientras, Eritrea se siguió separando de la influencia regional y del peso diplomático, quedando cada vez más aislada y sujeta a sanciones internacionales.
La situación creó un éxodo interminable de refugiados eritreos a Etiopía, porque el gobierno eritreo usó la guerra con el país vecino, y las consiguientes amenazas de agresión, como excusa para volverse más represivo y militarizado, y para que su líder Isaías Afewerki gobernara el país con mano dura.
“El régimen eritreo parece confundido, mal preparado y sin ideas para responder al ofrecimiento de paz de Etiopía”, observó Abraham Zere, director ejecutivo de PEN Eritrea, parte de una red global de escritores de más de 100 países que promueven la literatura y defienden la libertad de expresión, en un un artículo escrito también para Al Jazeera.
“El llamado de Etiopía a la normalización y la paz pone al presidente eritreo Afewerki en una posición muy difícil, porque socava su actual estrategia de usarlo para justificar su régimen de mano dura”, observó.
La respuesta de Eritrea ha brillado por su ausencia. El ministro de Información, Yemane Gebremeskel, solo escribió en Twitter: “Nuestra posición es clara como lo es desde hace 16 años”.
El gobierno eritreo reclamaba el total cumplimiento por parte de Etiopía de la decisión de la comisión y el retiro unilateral de los efectivos etíopes de los territorios en disputa para normalizar las relaciones, una exigencia que no toma en cuenta la complejidad de la situación en el terreno.
Es un reclamo “insostenible, no solo porque Badme estaba bajo control de Etiopía desde antes del dictamen de la comisión, sino porque sigue bajo su control”, explicó Awol.
“Los dos países se tienen que reunir en buena fe para forjar numerosos detalles, como el destino de la población local”, apuntó.
No será fácil.
En Badme, y en otros territorios en disputa, los eritreos y los etíopes protestan la decisión de Abiy de implementar la frontera trazada de forma arbitraria y que dividiría a las comunidades entre los dos países.
“No tenemos problema de reconciliarnos con nuestros hermanos eritreos. Pero no nos vamos de Badme”, explicó el funcionario Teklit Girmay a Reuters. “No queremos que la paz pase por entregar esta tierra después de tanto sacrificio”, acotó.
En la norteña región de Tigray, hay enfrentamientos y malestar por el anuncio, y el Frente Popular de Liberación de Tigray, que domina la política etíope desde que sus fundadores encabezaron la revolución de 1991, que llevó al actual gobierno al poder, lanzó una advertencia a Abiy.
“El Frente Popular de Liberación de Tigray no formará parte de ningún proceso que perjudique los intereses del pueblo de tigray”, reza un comunicado que reclama que cualquier retiró de efectivos quede supeditado a mayores concesiones de Eritrea.
En la frontera “la población reconoce la cultura compartida y los orígenes étnicos, y eso ayuda para muchas cosas, pero aún hay desconfianza por la guerra de independencia de 30 años, y sobre todo por el conflicto fronterizo de 1998 a 2000 y el consiguiente desplazamiento masivo de personas”, explicó Milena Belloni, investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad de Antwerp, en Bélgica, quien escribe actualmente un libro sobre refugiados eritreos.
“Hay un doble relato”, apuntó.
En 1998, Eritrea invadió Badme y avanzó hacia el sur para ocupar el resto del Triángulo de Yirga, de Etiopía, arguyendo que históricamente pertenecia a Eritrea.
Pero Etiopía recuperó el control, y los combates le costaron a ambos países miles de vidas y miles de millones de dólares, muy necesarios en otros sectores de la economía de ambos países pobres.
Cuando la comisión emitió su fallo, el gobierno de Etiopía consideró que la población etíope no toleraría la concesión de una ciudad tan simbólica donde se habían perdido muchas vidas, por lo que la ciudad y el resto del Triángulo de Yirga adoptaron una actitud desafiante hacia Eritrea, tanto en sentido figurado como literal.
“Badme fue un mero pretexto para iniciar un conflicto avivado por problemas políticos mucho más profundos, y desde entonces quedó grabado en la imaginación de muchos etíopes y eritreos y adoptó un significado más profundo”, explicó Awol.[related_articles]
“El propio nombre Badme condensa en sí mismo una serie de ansiedades políticas y económicas y de aspiraciones hegemónicas, oficiando de sinónimo de brutalidad, angustia, culpa, vergüenza, miedo y orgullo”, precisó.
Pero la comunidad internacional también puede desempeñar un papel fundamental.
“La comunidad internacional, y en particular Occidente, han ignorado el conflicto por mucho tiempo”, indicó Awol.
“Ahora que renació el optimismo por la paz, la comunidad internacional debe aprovechar la oportunidad y ser proactivo y actuar de forma preventiva antes de que cambien las dinámicas locales y regionales”, opinó.
Etiopía se encuentra en un punto de inflexión.
“El país soporta un cambio sísmico, como nunca había visto en tan corto plazo”, analizó Yves Marie Stranger, editor de “Etiopía: A través de los ojos de escritores” y enamorado de este país.
“Etiopía, una tierra de trueque y de agricultura de subsistencia, donde el dinero casi no cambió de manos hasta hace muy poco, ahora dependen de los precios del petróleo, de la importación de trigo y de la tasa de cambio del dólar, tanto como de la próxima estación lluviosa”, explicó.
“En otras palabras, la economía poco ortodoxa de Etiopía debe adorar a la iglesia global”, ilustró.
Dependiendo de lo que pase luego, las consecuencias para Etiopía y Eritrea y para todo el Cuerno de África serán enormes.
“Si Etiopía sigue adelante con sus intenciones, no es seguro que los eritreos vayan a aceptar más terror del gobierno de Aferwerki, vinculado a las acciones e intenciones de Adís Abeba”, opinó.
“Si Aferwerki trata de desacreditar o socavar el ansiado gesto de su vecino, la población puede revelarse contra el régimen”, especuló.
Traducción: Verónica Firme