Quan Zhenyuan descubrió el budismo por accidente. Fue cautivada por un libro que le alcanzara el dueño de un restaurante vegetariano de la capital de China y ahora es una de las tantas personas en este país que se suman a esta religión para su realización espiritual.
"Siempre creí que era una suerte de superstición, pero cambié por completo mi forma de pensar luego de leer el libro", titulado "Reconociendo el budismo", señaló Quan, de 32 años, jefa ejecutiva de una agencia turística en Beijing.
Ella afirma que esa religión le enseñó una forma de afrontar los problemas y de cooperar con empleados y clientes. "El budismo me da paz mental", dijo.
China, un país oficialmente ateo, está experimentando un resurgimiento del budismo.
En las tres décadas desde que el líder Deng Xiaoping anunció su política de Reforma y Apertura, se formó un vacío espiritual entre los chinos, explican expertos.
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Saturados por la presión de sus trabajos y carreras, muchos han comenzado a buscar respuestas en la religión, y ninguna como el budismo, que tiene una historia de 2.000 años en China.
Un estudio realizado en 2007 por el Centro de Investigación para Cultura Religiosa de la Universidad Normal de China Oriental concluyó que de las 4.500 personas entrevistadas en 31 provincias y regiones autónomas, 33 por ciento se habían declarado budistas.
"El budismo es la mayor creencia entre los intelectuales y los jóvenes" chinos, dijo Liu Zhongyu, jefe del equipo investigador, al Phoenix News Media.
Más de 300 millones de chinos pertenecerían a esta fe, indicó. Hace 10 años, la Oficina del Estado para Asuntos Religiosos los calculaba en 100 millones.
Liu atribuyó el creciente interés en el budismo a la inestabilidad social, a las presiones y a la ansiedad causadas por la economía de mercado, que se desarrolla rápidamente en China.
El "Catálogo de religiones" de la Academia China de Ciencias Sociales señala que el budismo experimentó un "periodo dorado" durante las tres décadas de reformas. En ese tiempo, la religión se organizó institucionalmente en todo el país, y sus líderes realizaron campamentos de verano y actividades educativas públicas.
El Centro sobre Religión y Sociedad China de la estadounidense Universidad de Purdue expresó su interés por el florecimiento del budismo.
Unos 185 millones de chinos siguen la fe budista hoy, señaló el Centro al participar del séptimo Simposio sobre el Estudio Científico Social de la Religión, celebrado en julio en China.
En el siglo primero después de Cristo, el budismo comenzó a propagarse desde India a China a través de la ruta de la seda. Con el apoyo de emperadores, las enseñanzas de Buda se propagaron rápidamente. Varios dignatarios indios fueron invitados a predicar la nueva fe en China.
El máximo líder de la Revolución China, Mao Zedong, hostil a la religión, no prohibió abiertamente al budismo, pero muchos de los templos y organizaciones de esa fe fueron rápidamente tomados por el Estado.
Cuando Beijing reprimió al Tíbet en 1959 fue apoyado por la propia Asociación Budista China, controlada por el gobierno. Durante la Revolución Cultural, muchos sitios sagrados budistas fueron destruidos, pero tras la muerte de Mao, en 1976, la represión a las religiones se alivió.
Un hombre de más de 30 años, que dio a IPS el seudónimo de Eddie, confesó haberse convertido al budismo para encontrar un significado a su existencia. Esa religión lo ayudó a obtener respuestas sobre el propósito de la humanidad y sobre la vida futura, destacó.
"Me muestra todo un nuevo mundo. Es como una luz que guía mi vida, me da esperanza. Me hace comprender el poder del ahora", dijo Eddie. "Creo que voy en el sendero correcto para conectarme conmigo mismo".
Pero Duan Yuming, profesor en el Instituto de Estudios Religiosos de la Universidad Sichuan, señaló que, si bien la religión crece, muy pocos chinos profundizan en sus enseñanzas. "Practican el budismo sólo por su paz mental", indicó. No obstante, aun este somero interés es bueno, dijo a IPS.
"El budismo es un progreso espirtual que lleva a la verdadera felicidad. Las prácticas budistas, como la meditación, son medios para transformarse uno mismo y desarrollar cualidades como la conciencia, la amabilidad y la sabiduría", explicó.
"El pueblo chino ahora está siempre urgido de hacer cosas. Ni siquiera sabe cómo relajarse. La meditación puede ayudarlos a encontrar la paz mental", agregó.
En las últimas décadas, monumentos budistas han sido construidos y restaurados en toda China, y el turismo a sitios budistas y de otras religiones se ha incrementado.
En 2006, China organizó el Foro Mundial Budista, y el año siguiente prohibió la actividad minera en montañas consideradas sagradas por esa fe.
Parte del renovado interés en el budismo se debe a la creciente fascinación con el Tibet. Aunque la vasta mayoría de los chinos ven a esa región autonóma como una parte inalienable de China, muchos habitantes de las ciudades la ven también como una frontera romántica y atrayente. El turismo a Lhasa, la capital tibetana, explotó en los últimos años.
Duan opinó que el nuevo interés en el budismo podría ayudar a un mejor entendimiento enntre Beijing y el Tíbet, algo que ya lo había señalado exiliado líder espiritual Dalai Lama.