Etiopía construye una represa hidroeléctrica de 240 metros de alto en el río Omo, con la que procura poner fin a la escasez de electricidad y las dificultades de suministro a los países vecinos. Pero no todos están contentos.
La represa Gilgel Gibe III retendrá 14,7 millones de metros cúbicos de agua. Su capacidad para generar 1.870 megavatios impulsará la actividad de la Compañía Etíope de Energía Eléctrica (EEPCO), que planea incrementar su suministro dentro del país y exportar a otras naciones en el este de África.
Las obras de construcción fueron concedidas a la multinacional italiana Salini Costruttori SPA, en un contrato por 1.700 millones de dólares.
Las organizaciones ambientalistas Friends of Lake Turkana (FoLT, Amigos del Lago Turkana) e International Rivers (IR) expresaron su preocupación sobre el impacto de las obras en la biodiversidad del río Omo y del lago Turkana, al que alimenta. La cuenca tiene grandes poblaciones de cocodrilos del Nilo, hipopótamos y más de 40 especies diferentes de peces.
IR y FoLT también alertaron que el cambio en el flujo del río pondría en riesgo el sustento de más de 200.000 personas que dependen del lago para pescar, criar ganado e irrigar sus cultivos.
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Los grupos cuestionaron además la calidad de los estudios de impacto ambiental y social del proyecto.
Los opositores a la represa Gilgel Gibe III también criticaron que las obras no hayan sido concedidas a través de una licitación internacional, sino que el contrato fue negociado directamente con Salini, en violación a las normas etíopes.
Sin embargo, la EEPCO aseguró que tanto las reglas de adquisición pública etíopes como las internacionales permitieron que el contrato fuera firmado sin un proceso de licitación, debido a la dimensión y los altos requisitos financieros del proyecto.
El presidente de la EEPCO, Miheret Debebe, señaló que los críticos del proyecto usan falsos argumentos para tratar de detenerlo.
No obstante, Ken Ohashi, director de la oficina del Banco Mundial para Etiopía y Sudán, confirmó que la falta de una licitación imposibilitaba al organismo darle un préstamo al gobierno etíope para las obras. Aunque esto no descarta por completo una eventual participación del Banco.
«En una situación como ésta, hay posibilidad para nosotros, en línea con nuestras pautas, de ayudar a movilizar fondos del mercado privado para financiar el proyecto, proveyendo una garantía a los interesados», dijo Ohashi a IPS.
La construcción del Gibe III ya está completa en más de un tercio, pero se necesitará más dinero.
Los esfuerzos del gobierno etíope para calmar las preocupaciones ambientales, sociales, financieras y técnicas, con el fin de asegurar una garantía de crédito del Banco Mundial, se han complicado por problemas en otra fase de su gigantesca estrategia hidroeléctrica.
Casi dos semanas después de que fuera formalmente inaugurada el 14 de enero, la estación hidroeléctrica Gilgel Gibe II sufrió un colapso en su túnel principal.
Gibe II, también construida por Salini, tiene (o tenía), una capacidad generadora de 420 megavatios. Dependía del agua liberada por la represa Gilgel Gibe I, canalizada por un túnel de 26 kilómetros hasta el valle del río Omo. Los términos de este proyecto también fueron negociados entre el gobierno y Salini sin una licitación.
La red italiana de organizaciones no gubernamentales Campaña por la Reforma de la Banca Mundial sostuvo que el contrato para Gibe II, por 670 millones de dólares, violó tanto las regulaciones etíopes como las italianas.
No obstante, el Directorio General para la Cooperación en Desarrollo de Italia aprobó lo que fue el mayor crédito único que haya concedido, a pesar del consejo al contrario tanto del Ministerio de Finanzas como de la propia unidad de evaluación del Directorio.
La Campaña criticó que no hubiera habido una licitación ni un adecuado estudio de viabilidad, así como fondos para mitigar los efectos ambientales.
Los activistas también indicaron que el Banco Europeo de Inversiones otorgó un préstamo por 69 millones de dólares, según la cotización actual, aceptando el argumento de Etiopía de que afrontaba una escasez eléctrica, y sin llevar a cabo un completo procedimiento.
La construcción afrontó importantes dificultades. Los ingenieros se toparon con una cantidad inesperada de fango, arena y acuíferos. El proyecto fue finalmente completado con dos años de retraso.
En 2009, ocho académicos y consultores que colaboraban con el Grupo de Trabajo sobre Recursos de África publicaron una dura crítica de los estudios realizados para Gibe III.
El Grupo alertó que, contrariamente a las conclusiones del estudio de impacto ambiental realizado por Salini y la EEPCO, los efectos del proyecto serían devastadores.
Los expertos predijeron una drástica reducción del flujo de agua al lago Turkana y una pérdida de cultivos en las tierras del delta del río Omo, afectando la biodiversidad y el sustento de muchas personas.
El Grupo señaló que más de 200.000 indígenas de la parte más baja de la cuenca de Omo son dependientes del cultivo en el margen del río y en el delta. «Esta población podría sufrir grandes pérdidas económicas, con una severa y propagada hambruna, enfermedades y pérdida de vidas a escala regional, si se completa la represa Gibe III», alertó.