LIBROS-NIGERIA: La odisea de editar en hausa

Los novelistas en idioma hausa, en el norte de Nigeria de predominio musulmán, se las ingeniaban a fines de los años 80 y principios de los 90 para publicar sus obras a pesar de la crisis económica. El problema que deben afrontar ahora es aun más difícil: la censura.

Durante la crisis, los autores, en su mayoría mujeres, se integraron en una cooperativa. Se concentraron en el género "littattafan soyayya" (novelas románticas). Escribían en hausa coloquial para reflejar la lengua cotidiana, y también cuestionan a la elite corrupta y al fracaso de la generación precedente en sus intentos de alcanzar el desarrollo nacional.

Tal vez hubo mucho más escritoras que escritoras porque también eran más las lectoras, la mayoría jóvenes. Las novelas indagaron en la vida cotidiana de las mujeres contemporáneas del norte de Nigeria.

Más de 300 mujeres escriben novelas en hausa en esa región, según Balaraba Ramat, jefa de la asociación de escritoras de la ciudad de Kallabi.

Una de ellas es Sa'adatu Baba. A los 25 años, tiene 23 libros publicados y otros 20 aún inéditos. Y otros más podrían quedar sin llegar a la imprenta, pues Baba se dispone seguir escribiendo sin editar su obra hasta que cambie el gobierno islamista del estado de Kano.
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Entre las autoridades locales —como suele suceder, en su mayoría hombres— cundió a fines de los años 90 y a comienzos de la década actual el nerviosismo ante lo que percibían como efectos negativos de las novelas sobre las lectoras.

En mayo de 2002, A Daidaita Sahu, institución pública del septentrional estado de Kano —donde rige la shariá (ley islámica) desde 1999— a cargo de "reorientar" a la sociedad, organizó una quema de libros y películas en una escuela de mujeres.

Pero la quema de libros fue una amenaza suave en comparación con las imposiciones que la Junta Estadual de Censura de Kano pretende imponer a los escritores y escritoras como Baba.

En una carta enviada a una de las organizaciones de autores de Kano el 12 de agosto, la Junta confirmó que cada uno de ellos debía registrarse de forma individual antes de poder publicar o distribuir su obra.

Tras numerosas reuniones con representantes nacionales y estaduales de la Asociación de Autores Nigerianos, la Junta aceptó que sean las instituciones que rodean a los escritores las que se registren, y no éstos a título individual.

Sa’adatu Baba, quien también integra el comité ejecutivo de la Asociación de Autores Nigerianos y es estudiante de Lenguas de la Universidad Bayero de Kano, conversó con IPS acerca de su obra y sobre la crisis que atraviesan los escritores en lengua hausa.

IPS: —¿Cuándo comenzó a escribir?

SA'ADU BABA: —En 1997. Lo hago para educar, porque a través de la escritura se puede enviar un mensaje a la gente.

También calma mis preocupaciones. Si escribo algo triste lo hago en pasado. Me olvido. Así que me ayuda psicológicamente y sirve, además, para mandar un mensaje a los lectores.

—¿Cuál es su libro más vendido hasta ahora?

—"Ban K’arya Alkawari Ba" ("No rompo mis promesas"), una novela de amor. En cuanto salió se agotó. Esa vez editamos 20.000 ejemplares y siempre la estamos reeditando, pero cuanto más la reimprimimos, más rápido se agota. Ya no sé cuántas reediciones lleva.

Ya le dejo la plancha al editor porque siempre la está usando.

—¿Qué problemas debe afrontar como escritora? ¿Por qué los novelistas de Kano atraviesan una crisis?

—Por falta de comprensión. Mi libro "Mu Kame Kanmu" ("Mantengámonos a salvo") se refiere al VIH. Lo escribí porque una amiga fue víctima del virus (de inmunodeficiencia humana, causante del sida), perdió a su hija y se separó del marido. Su historia me inspiró.

Tras la publicación en 2006, algunos me preguntaron por qué no lo difundía en la prensa, pues la gente lee más diarios que libros. Así que lo transformé en una serie y lo publiqué por capítulos en Albishir, un periódico de la editorial Triumph.

Cuando terminé el trabajo de adaptación, un funcionario del estado de Kano, Abdullahi Musa, declaró que yo había recibido millones de nairas (moneda de Nigeria) de países europeos para echar a perder nuestra cultura.

Pero muchos lectores me llamaron para decirme que mi libro fue muy importante en sus vidas. Por eso me sentí desilusionada cuando Musa dirigió sus críticas hacia mi persona, no hacia la novela. Además, la acusación es infundada. Nadie me dio nada para publicar el libro. Yo misma lo escribí y lo publiqué por mi cuenta.

— ¿Qué suele responder a quienes acusan a los escritores de atentar contra la cultura?

— Un escritor es una persona responsable. Como tal, no puede arruinar la cultura ni a los niños. Todos los escritores nos respetamos. Nuestros seguidores también nos quieren y nos respetan.

No creo que tengamos un problema con la sociedad. Sólo tenemos un problema con el gobierno del estado de Kano.

En uno de mis libros, la protagonista llora desconsoladamente, entonces el marido toma su velo y trata de secarle las lágrimas. Pero las autoridades dicen que está mal, sólo porque el esposo seca sus lágrimas.

Como no tenemos derecho para escribir sobre familia y amor, nuestros próximos libros serán sobre el gobierno.

Vamos a dejar de escribir sobre cuestiones sociales y vamos a escribir sobre ellos, sobre cómo matan gente el día de las elecciones. Muchos pueden perder la vida a causa de los comicios y por los fraudes electorales.

Nuestros próximos libros versarán sobre esos asuntos. Nos torturan ahora, la próxima vez los torturaremos nosotros.

Si tuviera dinero escribiría un libro acerca del gobierno y lo publicaría sin miedo. No pueden atacarme porque dijeron que no quieren historias de amor. Si escribo acerca del gobierno, no creo que puedan hacer nada. Aun si hacen algo, es la realidad.

A los escritores primero nos pidieron que registráramos nuestras asociaciones. Luego que los libreros debían registrarse, y después también las editoriales. Los autores casi nos vemos obligados a someter nuestros libros a la censura para poder publicarlos.

Nos dijeron que nuestros libros echaban a perder a los niños. Les dijimos que no escribíamos para menores y que no decíamos nada contra ellos.

— ¿Qué medidas tomaron los escritores y la Asociación de Autores Nigerianos?

— Hicimos tres semanas de huelga. Nos decían que no debíamos publicar más. Que escribiéramos lo que sentíamos y lo que pensábamos, pero que no lo publicáramos porque no teníamos permiso.

Luego escribimos una carta de respuesta a otra que nos había mandado Malam Rabo, de la Junta de Censura. Le dijimos que la huelga había terminado y que comenzaríamos a escribir al día siguiente, sin llevarle nuestros libros.

Una vez nos dijo que todos los escritores debíamos registrarnos, pero en la siguiente reunión nos dijo que si éramos capaces de leer el libro frente a nuestros padres sin sentir vergüenza, "¡adelante! No traigan el libro a esta oficina y distribúyanlo en el mercado", nos dijo.

Algunos autores opinaron que usarían esa declaración para publicar sus propias obras. Pero sé que en la próxima entrevista dirá que eso lo escribieron los periodistas, que él no dijo eso. Siempre declara cosas que luego niega. Lo que te dice en su oficina no es lo que declara a la prensa.

Una organización para la protección de lo valores islámicos redactó unos documentos en los que acusa a algunos escritores de ser agentes judíos y europeos.

Intimidan a la sociedad para que nos odie. Pero el Islam no permite lo que hizo Malam Rabo, de usar la religión como cobertura. Eso no está bien.

Por eso creo que no voy a publicar ninguno de mis libros. Él sólo busca la forma de atacarnos. Voy a esperar que termine el actual periodo de gobierno para publicar.

— ¿Qué quiere hacer en los próximos años?

— Creo que escribiré. Seguiré escribiendo, pero lo dejaré inédito, no voy a publicar. En dos años, este gobierno se acabará. Lo que deseo y por lo que rezo es por que asuma un nuevo gobierno que no nos ataque.

Lo que queremos es que los escritores de todo el mundo se enteren de la situación que vivimos en el estado de Kano y nos ayuden cómo puedan. En cuanto lean la entrevista, quiero que nos ayuden. Vivimos una situación preocupante.

Hicimos una huelga de tres semanas. Estamos reanudando nuestras tareas habituales. No sabemos qué va a pasar. Él nos aseguró que si violábamos la ley, iríamos a prisión. Sólo buscan la oportunidad para callarnos.

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