Las polémicas que desata la soja están a la altura de su expansión productiva y tecnológica en pocas décadas, como motor de una revolución verde en pocos países que dominan el comercio internacional de esa oleaginosa.
El incremento del consumo mundial, de 4,5 millones de toneladas adicionales cada año desde 1970, se mantendrá en el futuro previsible, y Brasil se presenta como el único gran productor con tierras suficientes para atender tal demanda, dijo a IPS el investigador Amelio Dall'Agnol, de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa).
La soja es conocida y sembrada en Asia, especialmente en China, desde hace unos 5.000 años, pero solo se expandió al mundo occidental en el siglo pasado, comenzando por Estados Unidos, e inicialmente como forraje. Su creciente protagonismo en el comercio internacional de granos en las últimas cinco décadas impulsó el cultivo en Argentina y en Brasil, a partir de los años 60.
El avance de esta leguminosa y oleaginosa obedece al aumento del consumo humano y ganadero, debido a su gran riqueza en proteínas. El gran crecimiento económico de China e India, que juntas suman más de 2.300 millones de habitantes, y los cambios requeridos en la alimentación de ganado para evitar el mal de la vaca loca, aseguran una demanda creciente, observó Dall'Agnol.
La producción mundial se limitaba a 44 millones de toneladas en 1970, cuando Estados Unidos respondía por más de dos tercios de ese volumen. Este año superará los 200 millones de toneladas. Estados Unidos, Brasil y Argentina concentran en ese orden cerca de 80 por ciento del total.
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La producción brasileña pasó de 206.000 toneladas en 1960 a 1,5 millones de toneladas diez años después y a 8,8 millones en 1980. La actual cosecha está estimada en 53 millones de toneladas, pero podría haber superado los 60 millones de no mediar las pérdidas provocadas por una fuerte sequía en el sur del país.
La soja se convirtió en el principal producto agrícola en las exportaciones brasileñas. El año pasado la venta de la leguminosa y sus derivados alcanzó 10.047 millones de dólares, representando 10,3 por ciento del total exportado por el país.
El azúcar y el café, que encabezaron los ciclos históricos anteriores del Brasil agroexportador, se limitaron a exportaciones de 2.640 millones y 2.024 millones de dólares en 2004.
Aunque está lejos de las 85 millones de toneladas previstas para la cosecha de este año en Estados Unidos, Brasil podría ascender a primer productor mundial de soja en esta década, según expertos.
Somos el único país con grandes extensiones de tierras disponibles, lo que permitiría incorporar a la agricultura 80 millones de hectáreas del Cerrado, la llanura que ocupa principalmente el centro del país, destacó Dall'Agnol. El cultivo ocupa hasta ahora 22 millones de hectáreas.
El gran triunfo brasileño ha sido la adaptación al clima tropical de la oleaginosa originaria de zonas templadas o subtropicales, y por tanto exclusiva de latitudes cercanas o mayores a los 30 grados, que en Brasil se restringen al sur, única región productora hasta los años 70.
Las investigaciones de Embrapa, secundada por otras instituciones, permitieron expandir la siembra a todo el país. Hoy el estado de Mato Grosso, en el centro-oeste, y entre 8 y 18 grados de latitud, es el mayor productor nacional. Pero tenemos material genético para sembrar hasta a cero grado de latitud, con igual eficacia, dijo Dall'Agnol.
Además, Brasil elevó su productividad de 1.089 kilogramos por hectárea en 1960 a casi 2.800 kilogramos, un rendimiento parejo a los de Estados Unidos y Argentina. Ellos tienen tierras más fértiles, nosotros tenemos tecnología, se enorgulleció el investigador del centro de soja de Embrapa, con sede en Londrina, meridional estado de Paraná.
Más allá de sus usos en la alimentación animal y humana, por su gran contenido de aceite la soja también admite aprovechamiento industrial en la elaboración de biodiesel, lo cual podría acrecentar mucho la demanda, observó Dall'Agnol.
Ambientalistas y movimientos campesinos intentan contener ese avasallador avance, agravado por el surgimiento de variedades transgénicas..
En Argentina la soja transgénica dominó casi todo el cultivo porque cayó como un guante en las siembras muy afectadas por las malezas, explicó Dall'Agnol.
La variedad transgénica de la compañía transnacional de biotecnología Monsanto fue desarrollada para resistir a su herbicida con glifosato, de la misma empresa, y el uso combinado de ambos productos asegura altos rendimientos.
Esas semillas ingresaron al sur de Brasil por contrabando desde el país vecino, y solo ahora acaba de aprobarse en Brasil una Ley de Bioseguridad que permitirá legalizarlas, pero su introducción deberá enfrentar resistencias de un amplio movimiento por un país libre de transgénicos.
Además de las dudas sobre la inocuidad del consumo humano de alimentos transgénicos, un grupo de organizaciones no gubernamentales acaba de divulgar un estudio según el cual el avance de la soja contribuye a la deforestación de la Amazonia, al valorizar las tierras cercanas y estimular la tala.
Por otra parte, las variedades de soja modificada que dominan los cultivos en el sureño estado de Rio Grande do Sul vieron reducida drásticamente su cosecha este año debido a la sequía, admitieron agricultores.
Al ser semillas contrabandeadas, no estaban aclimatadas y presentaron resistencia menor a la escasez de agua, de acuerdo con la Asociación de Productores y Comerciantes de Semillas y Plántulas de ese estado.
Las variedades convencionales, desarrolladas por empresas nacionales, certificadas y adaptadas a la región, tuvieron un desempeño mejor, de hasta 25 por ciento.
La soja provoca otros desequilibrios ambientales, al requerir el empleo intensivo de venenos agrícolas y la mecanización, y también problemas económicos y sociales, por tratarse de un monocultivo, dijo a IPS el coordinador de la Federación de Trabajadores de la Agricultura Familiar de la Región Sur, Altermir Tortelli.
El monocultivo de exportación agrava la concentración de la propiedad de la tierra en Brasil, dejando a millones de campesinos sin tierra y provocando éxodo rural, en desmedro de la siembra diversificada que contribuye a la seguridad alimentaria y combate la pobreza, sostuvo.
Pero la soja ya representa casi mitad de la producción de granos de Brasil, y a su cultivo se dedican 243.000 agricultores, según la Asociación Brasileña de la Industria de Aceites Vegetales.