El presidente interino de Ecuador, Fabián Alarcón, tendrá la oportunidad de realizar uno de los gobiernos más pluralistas y populares de este país andino, ya que cuenta con el apoyo de gran parte de la población y no tiene que cumplir compromisos electorales ni partidistas.
"La capacidad política de Alarcón para generar consensos ha sido probada en diversas ocasiones y bajo diferentes escenarios políticos y siempre ha salido victorioso", comentó Hainz Moeller, jefe del bloque parlamentario del Partido Social Cristiano (PSC), el mayor en el Congreso ecuatoriano.
Alarcón nació en Quito hace 50 años. Su primer puesto de elección popular fue Concejal del Municipio de la capital, a los 22 años y ha sido en tres ocasiones presidente del parlamento, cargo que desempeñó hasta este martes, cuando fue designado presidente interino.
Alarcón, quien apoyó abiertamente a Bucaram en la campaña electoral de 1996, lidera el Frente Radical Alfarista, fuerza que cuenta con sólo dos curules en el parlamento.
En su discurso de posesión como presidente interino, Alarcón exhortó a los diputados de todos los partidos a gobernar con él: "Yo soy un legislador como ustedes, me formé en el Congreso y mi elección como presidente interino es una decisión de todos. Ayúdenme a gobernar».
Alarcón consiguió los votos de 57 diputados para su elección como presidente de Ecuador, de un total de 82 legisladores, un respaldo sorprendió a propios y extraños, ya que el jueves pasado la destitución de Abdalá Bucaram contó con sólo 44 votos a favor.
La elección de Alarcón puso fin a la crisis institucional que vivió el país en cinco intensos días, en los que tres personas se disputaban la presidencia.
Bucaram desconoció la resolución del parlamento, que declaró vacante la presidencia por encontrar "incapacitado mentalmente" a su ocupante. La vicepresidenta, Rosalía Arteaga, se autoproclamó presidenta, invocando su derecho legítimo a la sucesión.
En la Constitución de Ecuador se omite lo referente a la sucesión en caso de ausencia parcial o definitiva del presidente.
La disputa se solucionó debido a la intervención de las Fuerzas Armadas, que acataron la resolución del Congreso y exhortaron a Arteaga y Alarcón a sostener un diálogo para encontrar una salida definitiva al conflicto.
Alarcón accedió a que el parlamento declare sin validez su designación como presidente, considerada inconstitucional por Arteaga, ya que "esa figura jurídica no existe en las leyes ecuatorianas vigentes".
De esta manera, el Congreso tendría primero que resolver el vacío constitucional y posteriormente nombrar a Alarcón, lo que requeriría del apoyo de las dos terceras partes de los diputados, pues así lo establece la Ley cuando se trata de reformar el texto constitucional.
El domingo el parlamento encargó la presidencia a Arteaga, por un período de 48 horas.
Sin embargo, Arteaga nombró de inmediato a dos ministros y asesores personales, y aseguró que su mandato finalizaría cuando el Congreso designara a un nuevo presidente "sin violar las leyes".
Al contar con los votos de más de las dos terceras partes del Congreso, "Alarcón cumplió con la condición impuesta por la vicepresidenta, así que no hay pretexto para acusar de ilegal la resolución", sostuvo César Verduga, jefe del bloque democristiano y nuevo ministro de Gobierno.
Minutos antes de que el parlamento invistiera a Alarcón, Arteaga convocó a una asamblea popular, utilizando sus atribuciones como presidenta encargada, "para que sea el pueblo quien designe a sus gobernantes".
Luego presentó su renuncia, dejando al país sin presidente por cuatro horas, y asumió nuevamente sus funciones como vicepresidenta.
La historia de estos cinco días "será revelada al pueblo de Ecuador en un libro que escribiré, ahí narraré los negociados, politiquerías, y amarres políticos que se realizaron a espaldas de la nación", anunció Arteaga. (FIN/IPS/mg/ag/ip/97