NACIONES UNIDAS – Durante la última década, Yemen ha sido el epicentro de una grave y multifacética crisis humanitaria, marcada por la violencia generalizada entre diversos actores de Medio Oriente, el desplazamiento masivo de la población civil, el declive económico y el colapso de los servicios esenciales que sirven de sustento a las comunidades desplazadas.
A medida que la crisis se ha intensificado en los últimos meses, las agencias humanitarias se enfrentan a retos cada vez mayores para proporcionar atención vital a los civiles, que están sufriendo niveles récord de hambre en un país que depende cada vez más de las remesas, ya que la autosuficiencia sigue estando cada vez más lejos.
El 25 de noviembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) publicaron un informe conjunto en el que se detalla la situación de la seguridad alimentaria en las zonas más preocupantes que requieren una intervención humanitaria urgente.
Según ese informe, la crisis alimentaria de Yemen se debe principalmente al deterioro económico, la escalada del conflicto armado, las crisis climáticas, los desplazamientos, la interrupción de las cadenas de suministro, el acceso humanitario limitado y el colapso de las redes de seguridad.
El informe destaca que la producción alimentaria en Yemen se vio gravemente afectada por la principal temporada de Kharif en agosto de 2025, que se caracterizó por una sequía temprana seguida de lluvias prolongadas.
Entre agosto y finales de septiembre, las inundaciones generalizadas dañaron las infraestructuras hidráulicas de todo el país, especialmente en las provincias de Lahij, Taiz y Ma’rib, lo que no solo redujo la producción económica, sino que también aumentó el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera.
En conjunto, estos factores contribuyeron a una cosecha de cereales por debajo de la media en 2025, que constituye una fuente de alimentos fundamental para millones de civiles yemeníes.
El conflicto en curso sigue siendo un factor clave de la inseguridad alimentaria generalizada en Yemen, y los ataques en las zonas controladas por las autoridades con sede en Saná y a lo largo del mar Rojo contribuyen al continuo declive económico y provocan nuevas oleadas de desplazamientos.
Estos ataques han dañado infraestructuras críticas, lo que ha provocado una disminución de las importaciones de combustible y un aumento de los precios de los alimentos.
Las restricciones al acceso humanitario, los recortes de financiación y las sanciones económicas también dificultan la eficacia de las respuestas.
El informe señala que se prevé que más de la mitad de la población de Yemen sufra altos niveles de inseguridad alimentaria aguda entre septiembre de 2025 y febrero de 2026, y que aproximadamente 63 % de los hogares encuestados han informado de la falta de alimentos adecuados y 35 % de una grave privación alimentaria.
Las condiciones de seguridad alimentaria son especialmente graves en cuatro distritos de las provincias de Amran, Al Hodeidah y Hajjah, donde la población sufre niveles catastróficos de hambre, definidos por la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIP) como el nivel más alto posible.
Se prevé que aproximadamente 18,1 millones de personas se enfrentarán a una «crisis» o a niveles aún peores de inseguridad alimentaria aguda (fase 3 o superior de la CIP), incluidos 5,5 millones en «situación de emergencia»» (fase 4 de la CIP) en todo el país.
En 2025, se espera que 24 distritos experimenten niveles muy elevados de malnutrición aguda, especialmente en las provincias de Taiz y Al Jawf. De los distritos clasificados en «emergencia» (IPC/CH fase 4), 72 % también tiene un nivel de gravedad nutricional de 4 o superior.
Se estima que el hogar yemení medio gasta más de 70 % de sus ingresos en alimentos, lo que le deja muy poco para otras necesidades básicas.
Estos hogares dependen principalmente de alimentos poco saludables para sobrevivir, como cereales, azúcar y grasas, mientras que los alimentos esenciales para una dieta equilibrada, como la carne, la fruta y los lácteos, están casi totalmente ausentes.
Tales retos son aún más pronunciados entre las comunidades desplazadas, ya que aproximadamente 24 % de los civiles desplazados internos afirman que al menos un miembro de su familia pasa todo el día y toda la noche sin comer, casi el doble de la tasa observada en las comunidades residentes.
Para abordar de manera eficaz la crisis de seguridad alimentaria en Yemen, es fundamental hacer frente a los retos económicos subyacentes, que amenazan el sustento de millones de personas y restringen el acceso a las necesidades básicas.
Según el informe, se prevé que el producto interno bruto (PIB) de Yemen se contraiga 0,5 % en 2025, y que la inflación siga trepando en forma elevada.
Las finanzas públicas se encuentran bajo una gran presión debido a la escasez de combustible y al bloqueo de las exportaciones de petróleo por parte de los hutíes en las zonas controladas por el gobierno reconocido internacionalmente.
Mientras tanto, las regiones gobernadas por las autoridades con sede en Saná se enfrentan a una grave escasez de liquidez, y se prevé que las crisis externas, como el conflicto en curso, la reducción de la ayuda y las sanciones económicas, agraven la ya frágil situación económica.
«La estabilización económica de Yemen depende del fortalecimiento de los sistemas que mantienen los servicios en funcionamiento y protegen los medios de vida», afirmó Dina Abu-Ghaida, directora nacional del Grupo del Banco Mundial para Yemen.
Añadió que «para restablecer la confianza se necesitan instituciones eficaces, una financiación predecible y avances hacia la paz que permitan reanudar la actividad económica y consolidar la recuperación».
La economía de Yemen es actualmente incapaz de adaptarse a las crisis externas debido a las estrictas sanciones económicas, la escasez de financiación externa y su histórica dependencia excesiva de las remesas para sobrevivir.
Según un análisis conjunto de la Agencia de Cooperación Técnica y Desarrollo, el Consorcio de Efectivo de Yemen, el Consejo Danés para los Refugiados y otras instituciones, las remesas en 2024 representaron más de 38 % del PIB de Yemen, lo que lo convierte en el tercer país más dependiente de las remesas del mundo.
El informe también destaca que una disminución significativa de las remesas provocaría la desestabilización de la moneda, el colapso de la financiación de las importaciones y el uso generalizado de estrategias de supervivencia negativas, como la liquidación de activos y las restricciones alimentarias severas.
El PMA destaca que la financiación del Plan de Necesidades Humanitarias y Respuesta para Yemen 2025 requiere urgentemente 1100 millones de dólares estadounidenses para inversiones en medidas de seguridad alimentaria e intervenciones para la subsistencia, y aproximadamente 237,9 millones de dólares para asistencia nutricional.
Sin embargo, los programas humanitarios que salvan vidas se han visto obligados a suspender o detener algunas, ya que la financiación se encuentra en su nivel más bajo desde el comienzo de la crisis en 2015, con contribuciones de solo 24 % de lo requerido.
A partir de enero de 2026, el PMA reducirá el número de personas que reciben asistencia alimentaria en las zonas del gobierno reconocido internacionalmente de 3,4 millones a 1,6 millones debido a la falta de financiación. En los territorios bajo las autoridades con sede en Saná, todas las operaciones del PMA permanecerán en pausa.
Las Naciones Unidas y sus socios siguen pidiendo un aumento de las contribuciones de los donantes, ya que la evolución de la situación económica está reconfigurando el panorama de la seguridad alimentaria, que sigue estando sujeto a cambios.
A través de sus operaciones, el PMA proporcionará asistencia de emergencia y nutricional específica, como la distribución de insumos agrícolas (semillas, herramientas y fertilizantes) y paquetes para la pesca y la ganadería (artes de pesca, pequeños rumiantes y aves de corral).
La asistencia en efectivo se combinará con estas iniciativas para proteger los medios de vida de los hogares que dependen de la ganadería. La organización también reforzará su preparación operativa ante una posible escalada del conflicto, garantizando respuestas rápidas y de segunda línea en materia de seguridad alimentaria.
T: MF / ED: EG


