La batalla de Zanzíbar para salvar a las tortugas ante mortal amenaza de microplásticos

Ali Hamadi, un conservacionista de tortugas, alimenta a una tortuga que nada en una laguna de Zanzíbar, en Tanzania. Imagen: David Duni / IPS

ZANZÍBAR, Tanzania – Una cálida mañana en Matemwe, en la isa tanzana de Zanzíbar, un pequeño grupo de personas se reúne detrás de una barrera de cuerda mientras la arena comienza a temblar. Una pequeña cabeza se asoma por un montículo de tierra blanda, luego otra, y otra más. En cuestión de minutos, el nido poco profundo, protegido durante semanas por un círculo de estacas de madera y malla, cobra vida con el susurro de docenas de crías.

Los voluntarios se agachan cerca, registran la hora de la eclosión y protegen a las pequeñas criaturas con sus manos para protegerlas de las gaviotas que se abalanzan sobre ellas.

No hay fanfarria cuando las tortugas recién nacidas corren instintivamente hacia el mar, guiadas por el sol naciente. Para los voluntarios que han vigilado el criadero durante semanas, es un momento de triunfo.

Las tortugas son liberadas inmediatamente: los científicos dicen que sus posibilidades de supervivencia aumentan cuando llegan rápidamente al océano, en este caso el Índico, agudizando su orientación hacia aguas cada vez más amenazadas por la contaminación plástica, la sobrepesca y las corrientes cálidas.

Este es el ritmo durante la temporada de cría en el criadero de tortugas marinas de Matemwe, un pueblo de la costa noreste del archipiélago de Zanzíbar, una región semiautónoma de Tanzania, donde los esfuerzos por salvar una de las especies marinas más antiguas del mundo se llevan a cabo a lo largo de playas de arena blanca.

Una primera línea para la vida bajo el agua

La costa de Zanzíbar atrae a los turistas por sus aguas azules y sus arrecifes de coral. Pero el ecosistema submarino se ve afectado por la contaminación, la pérdida de hábitat y la pesca no regulada. Matemwe, conocida desde hace tiempo por sus playas vírgenes, se está convirtiendo ahora en una inesperada primera línea en la conservación marina.

El eje central de esta labor es un proyecto impulsado por la comunidad y respaldado por International Volunteer HQ, una organización internacional de voluntarios, en el que voluntarios colaboran con biólogos marinos locales para proteger las tortugas marinas en peligro de extinción y reforzar la vida marina.

«Estos criaderos son vitales para salvar a las tortugas y restaurar el ecosistema. Cada cría que protegemos contribuye a los arrecifes, la pesca y el sustento de las comunidades que dependen del océano», afirma Ali Hamadi, responsable de conservación marina en Zanzíbar.

«Cada nido que protegemos garantiza años de vida futura en el océano, desde las tortugas hasta los peces que dependen de arrecifes saludables», añade.

Rescatar una especie

La mayoría de los nidos de tortugas de Matemwe se encuentran en playas amenazadas por la contaminación y las mareas altas. Los voluntarios supervisan habitualmente los lugares de anidación, trasladan los nidos amenazados a zonas más seguras dentro del criadero y patrullan las costas en busca de signos de excavación.

«Es un trabajo delicado», explica Hamadi. «Solo trasladamos los huevos cuando es absolutamente necesario. Debemos mantener su entorno natural», agrega.

Los voluntarios retiran habitualmente bolsas de plástico, redes de pesca y botellas desechadas que a menudo asfixian a las tortugas o atrapan a las crías antes de que puedan llegar al mar.

Una batalla contra la contaminación

Los biólogos marinos afirman que la mayor amenaza para las tortugas en Matemwe es la contaminación debido a la creciente crisis de gestión de residuos plásticos en la isla. Los plásticos suelen llegar a las costas donde las tortugas ponen sus huevos, y los aparejos de pesca desechados flotan a la deriva por el arrecife.

«Los residuos están matando nuestro océano», afirma Hamadi. «Las tortugas confunden el plástico con medusas, se enredan en las redes y sus hábitats de anidación se están reduciendo. No podemos salvar a las tortugas sin abordar el problema de los residuos», detalla.

Una misión global

El criadero de Matemwe contribuye directamente al 14 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, el enfocado en la vida submarina y la conservación y uso sostenible de los océanos, los mares y  los recursos marinos.

Al proteger los nidos de tortugas, rehabilitar las playas y sensibilizar a la población, el proyecto fortalece un ecosistema que sustenta la pesca, el cultivo de algas y el turismo.

Los esfuerzos de conservación de las tortugas en Matemwe se producen en un contexto de crisis global creciente, la contaminación por microplásticos, que se está convirtiendo rápidamente en una de las amenazas más mortíferas para la vida marina.

Un nuevo estudio, basado en el análisis de 10 000 criaturas marinas muertas, revela que los microplásticos son más letales de lo que se pensaba. La creciente contaminación causada por los microplásticos ya se ha relacionado con la muerte de tortugas, ballenas y aves marinas.

El análisis reveló que una sola cantidad de plástico del tamaño de un terrón de azúcar mata 50 % de los frailecillos atlánticos.

Las tortugas bobas mueren tras ingerir una cantidad equivalente a la mitad de una pelota de críquet, mientras que una marsopa común grande puede morir por una sexta parte de un balón de fútbol.

La investigación, publicada en la revista científica Pnas y realizada por Ocean Conservancy, también descubrió que 90 % de las aves marinas tenían plásticos duros en sus intestinos y que los plásticos blandos, especialmente las bolsas, son una de las principales causas de muerte de las tortugas marinas.

Su autora principal, Erin Murphy, afirma: «En general, es mucho menor de lo que se podría pensar, lo cual es preocupante si se tiene en cuenta que cada minuto entra en el océano una cantidad de plástico equivalente a la carga de un camión de basura».

Qué significa para Zanzíbar

En declaraciones a IPS, Batuli Yahya, investigadora marina del Instituto de Ciencias Marinas (IMS) de la tanzana Universidad de Dar es Salaam, advirtió que los resultados deberían alarmar a los responsables políticos de África oriental.

«Los hallazgos muestran que la contaminación por plásticos es una causa inmediata y cuantificable de muerte de la vida marina», dijo.

Agregó que «cuando las pruebas demuestran que una cantidad de plástico del tamaño de un terrón de azúcar puede matar a la mitad de la población de aves marinas, significa que nuestras hipótesis actuales son profundamente erróneas».

«La toxicidad es mucho más grave de lo que suponen las políticas regionales existentes», remarcó.

Yahya advierte que las especies que se encuentran en las aguas de Tanzania se enfrentan a esos mismos riesgos.

«Nuestras tortugas verdes, tortugas carey y aves marinas migratorias se enfrentan precisamente a los tipos de plásticos identificados como más letales. Esto significa que la amenaza ya está integrada en nuestras redes tróficas (cadenas alimentarias interconectadas)», explicó.

Respuesta política urgente

Yahya advirtió que «no podemos tratar los plásticos como una simple cuestión de limpieza de las playas. Son una amenaza para la biodiversidad a la misma escala que la sobrepesca y la pérdida de hábitats».

Pide prohibiciones más estrictas, mejores sistemas de gestión de residuos y controles rigurosos de las comunidades pesqueras.

«Tenemos que acelerar la aplicación de las prohibiciones existentes, ampliarlas cuando sea necesario e introducir incentivos para las alternativas biodegradables, especialmente en las economías costeras», dijo.

Una última advertencia

Para la investigadora, «el estudio pone de relieve lo poco que sabemos sobre los umbrales letales de los plásticos para nuestra propia especie. Necesitamos urgentemente datos específicos de Tanzania, porque sin ellos nuestras estrategias de conservación siempre irán por detrás de la ciencia».

«Si el plástico puede matar a un ave marina con seis pequeños trozos o a una tortuga con unos cientos de fragmentos, entonces lo que vemos en el océano Índico es un envenenamiento lento y silencioso. Cuanto más retrasemos la adopción de medidas decisivas, más especies corremos el riesgo de perder», agregó.

T: MF / ED: EG

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