BELÉM – A diferencia de las tres últimas COP sobre el clima, celebradas en Bakú, Dubái y el balneario egipcio de Sharm el Sheij, en la COP30, que se celebra en Belém, una ciudad de la Amazonia brasileña, se escenifican manifestaciones cada vez más intensas por parte de los activistas, alentadas por la permisividad del país anfitrión.
Incluso se han producido hasta cuatro protestas en un solo día, algo inusitado en las cumbres climáticas.
Al menos una de ellas acaparó los titulares y se vivieron momentos de caos la noche del martes 11, cuando decenas de activistas indígenas y no indígenas irrumpieron en la restringida Zona Azul de la COP, donde se desarrollan las negociaciones oficiales, cuando los delegados abandonaban el recinto al concluir las actividades del día.
En la 30 Conferencia de las Partes (COP30) sobre cambio climático participan desde el lunes 10 representantes de 197 Estados partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que mantendrán sus deliberaciones hasta el día 21.
En la separada Zona Verde es donde se celebra la llamada Cumbre de los Pueblos, que congrega unos 40 000 exponentes de la sociedad civil organizada, incluyendo a representantes de los pueblos indígenas, que sobresalen en una conferencia climática que se desarrolla en uno de sus territorios emblemáticos, la Amazonia, la selva más grande del planeta.
La situación se tornó violenta la noche del martes en la entrada del centro de convenciones de Belém, cuando una multitud de manifestantes coreaba y gritaba con pancartas, y logró arrancar una puerta de sus bisagras e hirió al menos a dos guardias de seguridad durante el enfrentamiento.
La intrusión del martes fue la más intensa hasta el momento y pareció ser una gran protesta formada por varios grupos pequeños, todos exigiendo ingresar al recinto oficial de la COP30, y en que destacaban miembros de pueblos indígenas que buscaban alertr sobre su situación y exigir su participación en las negociaciones oficiales.
Tras el incidente, la entrada principal de la COP30 estuvo siendo reparada hasta altas horas de la noche.
El gobierno brasileño fomenta la libertad de expresión durante la cumbre y ha proporcionado espacios más amplios para las actividades relacionadas con los derechos civiles.

IPS dialogó con un grupo de manifestantes cuando acababan de ser expulsados del centro de convenciones.
Entre ellos se encontraba Jeane Carla, una activista de 24 años, integrante de la brasileña Corriente Socialista de los Trabajadores (CST), parte de una organización social internacional que promueve enérgicamente los valores socialistas.
«Estamos protestando aquí en Belém por la salud climática. Queremos hablar de la catástrofe medioambiental que estamos viviendo hoy, en nuestro tiempo. Por eso, vinimos caminando, junto con los indígenas y los jóvenes, y atravesamos varios bloqueos, incluido el del propio ejército», explicó a IPS.
Y continuó: «Hemos venido frente a la COP30 para defender lo que creemos. La necesidad de luchar en defensa de los sistemas climáticos va más allá de la defensa de los pueblos indígenas y del medioambiente y, lamentablemente, la COP30 tiene que empezar a ofrecer una salida, cosa que aún no ha hecho. Debe hacerlo».
Carla enumeró sus recomendaciones para la COP30.
«En primer lugar, la COP30 debe ser un espacio formado por los trabajadores y los jóvenes para que podamos presentar alternativas concretas y reales para revertir la crisis climática», dijo.
Añadió que «desde nuestra perspectiva, sería necesario construir un nuevo modelo de sociedad y un nuevo orden mundial, destruir el sistema capitalista, que es el eje de la destrucción medioambiental».
«Como cuestión de urgencia, la COP30 debe emprender una lucha real contra el cambio climático».
Carla explicó que «si pudiera reunirme con el presidente de la COP, le hablaría de la necesidad de preservar el medioambiente, de preservarlo de verdad, junto con los pueblos indígenas. También le hablaría de la necesidad de anteponer la vida a los beneficios».
«Necesitamos urgentemente una transformación efectiva del medio ambiente, que vaya más allá de la lucha y la organización de los pueblos indígenas, los trabajadores y los jóvenes, para que podamos luchar por un mundo mejor. Un mundo que vaya más allá de la explotación y la opresión. Creo firmemente que ese cambio solo puede producirse con un gobierno de los trabajadores y los jóvenes», insistió la integrante de la CST.
El grupo socialista no era el único. Había otros con una bandera amarilla que protestaban contra la extracción de petróleo en cerca de la desembocadura del Amazonas, en el Atlántico brasileño.

El gubernamental Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama), concedió a la corporación petrolera estatal Petrobras una licencia para explorar petróleo en la cuenca de Foz do Amazonas, una zona costa afuera de su desembocadura que es muy rica en biodiversidad marina.
Esta zona es el hogar de comunidades indígenas, quilombolas (de antiguos esclavos) y tradicionales que dependen de la costa amazónica para su supervivencia. La licencia se expidió menos de un mes antes de inaugurarse la COP30 en Belém.
Otro grupo llevaba una gran bandera palestina, mientras otros manifestantes protestaban contra el desarrollo en la selva amazónica, un territorio que Brasil comparte con Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela.
La Amazonia destaca por su inmensa biodiversidad, ya que alberga 10 % de las especies conocidas de la Tierra, y por su papel en la regulación del clima global al almacenar grandes cantidades de carbono.
El territorio amazónico tiene un impacto significativo en los patrones climáticos regionales y es hogar de unos 350 pueblos indígenas, que suman al menos 2,2 millones de habitantes. Su río, con una longitud de 6600 kilómetros, representa entre 15 % y 16 % del total de la descarga fluvial mundial en el océano.
Las comunidades originarias amazónicas se asientan en el territorio ancestral desde hace milenios y consideran que tienen un papel crucial en la biodiversidad de la región y el clima global.
Con una extensión de 6,7 millones de kilómetros cuadrados, el doble que la India, el bioma amazónico, una gran comunidad natural de flora y fauna que ocupa un hábitat importante, no tiene rival.
Así lo destacaba una pancarta la noche del martes 11, que resaltaba: «Nuestros bosques no están en venta», junto a manifestantes con camisetas en que destacaba la palabra «Juntos».
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La calma se restableció este miércoles 12 y la única duda es si el incidente de la noche anterior incidirá en el control de las expresiones populares durante la cumbre, en que participan unos 3000 representantes indígenas, un récord absoluto en cualquier COP.
Esa participación extraordinaria es fruto de un esfuerzo concertado del gobierno brasileño y las organizaciones indígenas para situar sus voces en el centro del debate sobre el clima.
Hay unos 1000 dirigentes indígenas que incluso tienen acceso a la restringida Zona Azul, ientras el resto participan en los miles de actos que se escenificarán durante la cumbre en la Zona Verde, abierta al público.
Además, la presidencia brasileña ha establecido una «Villa COP» en la Universidad Federal de Pará, para servir de alojamiento y lugar de celebración de actividades culturales y políticas para los participantes indígenas, fomentando la comunidad y el diálogo.
La presidencia brasileña también ha creado el «Círculo del Pueblo» como mecanismo oficial para garantizar la participación significativa de la sociedad civil, incluidos los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales, en los debates de la conferencia.
Esta importante presencia pone de relieve el papel ampliamente reconocido de los pueblos indígenas como guardianes esenciales de la biodiversidad y parte crucial de la solución a la crisis climática.
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