NACIONES UNIDAS – En junio de 2025, la comunidad internacional celebró el 80.º aniversario de la firma de la Carta de las Naciones Unidas. El 24 de octubre hemos celebrado el Día de las Naciones Unidas, conmemorando su ratificación. Este es un momento oportuno para reflexionar sobre lo lejos que hemos llegado y el camino que aún nos queda por recorrer.
Los países del Sur Global se encuentran en una encrucijada crítica, ya que experimentamos de primera mano los cambios del sistema multilateral y soportamos el peso de sus efectos.
La Carta de las Naciones Unidas, como documento fundacional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), reafirmó la creencia en un sistema multilateral y estableció formalmente una organización internacional destinada a reducir el sufrimiento futuro en un contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, uno de los principales órganos creados por la Carta, cuya tarea principal es el mantenimiento de la paz, se convirtió en la piedra angular del marco internacional de paz y seguridad.

Compuesto por cinco miembros permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) con derecho de veto, y 10 miembros no permanentes elegidos por un período de dos años, el Consejo ha consolidado un desequilibrio de poder que perpetúa las injusticias históricas de una época pasada.
Hoy en día, el mundo no es como era en 1945. Estamos siendo testigos de conflictos cada vez más intensos en tiempo real —desde Ucrania hasta Gaza y Sudán—, amenazas a la seguridad mundial sin precedentes y cambios geopolíticos rápidos, todo lo cual pone en tela de juicio los nobles ideales y aspiraciones que sustentaron la fundación de las Naciones Unidas.
A la luz del mandato crítico del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y de las consecuencias de largo alcance de sus decisiones (y su parálisis), es necesario preguntarse: ¿está el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas actualmente equipado para hacer frente a estos retos en constante evolución y mantener su legitimidad?
Puede haber opiniones diversas sobre el camino a seguir, pero para la mayoría la respuesta breve a esta pregunta es «no». En su forma actual, no está equipado para ello.
El Grupo de Reforma L69, una coalición diversa a favor de la reforma integrada por países del Sur en desarrollo de África, América Latina y el Caribe, Asia y el Pacífico, considera que la reforma es urgente y esencial.
Nuestro grupo, formado actualmente por 42 países, está unido por el llamamiento a una reforma integral del Consejo de Seguridad, concretamente mediante la ampliación del número de miembros tanto en la categoría de miembros permanentes como en la de miembros no permanentes.
Creemos que debemos afrontar la realidad de que los países en desarrollo, que albergan a la mayoría de la población mundial y que a menudo se encuentran en primera línea de las crisis mundiales, siguen sin estar representados o están infrarrepresentados en el Consejo.
El poder de influir en la guerra y la paz, de hacer cumplir el derecho internacional, de decidir dónde se condena o se pasa por alto la injusticia y dónde se presta ayuda humanitaria no debe seguir en manos de unas pocas potencias, entre las que se encuentran aquellas con un pasado colonial, que en su día dominaron a las mismas naciones que ahora buscan representación.
La exclusión de la perspectiva de las poblaciones más afectadas por los conflictos no solo es injusta, sino también peligrosa.
En la actualidad existe una especie de hastío en torno a los debates sobre la reforma del Consejo de Seguridad, lo que puede ser inevitable en una conversación que se ha mantenido de diversas formas durante décadas. Sin embargo, aunque el camino hacia la reforma pueda ser difícil, no podemos permitirnos rendirnos.
El coste de la inacción para los pueblos del mundo es una cuestión de gran importancia de la que los Estados tendrán que responder.
Se han identificado vías para que las Naciones Unidas puedan avanzar. El proceso puede basarse en la única reforma exitosa lograda en 1965, cuando el Consejo, en respuesta al aumento del número de miembros de las Naciones Unidas, pasó de 11 a 15 miembros con la incorporación de cuatro puestos no permanentes.
El caso es sencillo. Al igual que el mundo ha cambiado, también debe evolucionar el Consejo de Seguridad. Esto no solo es necesario para reflejar las realidades geopolíticas actuales, sino también para crear un mundo en el que todas las voces cuenten.
La reforma del Consejo de Seguridad consiste en que la comunidad internacional cumpla su compromiso con la promesa fundamental de las Naciones Unidas: defender la paz, la dignidad y la igualdad. El tiempo se acaba.
La cuestión no es si se reformará el Consejo de Seguridad, sino si se reformará a tiempo para seguir siendo relevante.
T: MF / ED: EG







