NAIRIOBI – Los Estados del mundo invierten unos 84 000 millones de dólares al año en la protección de los bosques, pero su conservación requiere triplicar al menos esa suma para 2030 e incluso multiplicarla por seis hacia 2050, planteó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Según el informe del Pnuma sobre el estado de la financiación forestal, para proteger los bosques el gasto anual de los Estados debe aumentar a 300 000 millones de dólares para 2030, y a 498 000 millones de dólares para mediados de siglo.
En 2024 la superficie total de bosques del mundo se calculó en unos 4000 millones de hectáreas, cubriendo alrededor de 31 % de la superficie terrestre, pero ese año también se registró una pérdida récord de bosques tropicales primarios, con 6,7 millones de hectáreas afectadas, en gran parte debido a incendios.
Ese daño representó un cambio con respecto a años anteriores, cuando la principal causa era la deforestación para la agricultura, y su impacto provocó la emisión de 3,1 gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2), equivalente a las emisiones anuales de combustibles fósiles de la India.
Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma, dijo que “no invertir en la protección de los bosques tropicales socava su verdadero valor, especialmente en países que a diario lidian con la compleja disyuntiva entre desarrollo y conservación”.
En paralelo, la agencia ambiental de las Naciones Unidas destaca que los gastos de capital destinados al uso sostenible de los bosques no solo son insuficientes, sino también mal dirigidos.
De hecho, las subvenciones agrícolas potencialmente perjudiciales para el medio ambiente superan los 400 000 millones de dólares al año, y contribuyen a la pérdida anual de 2,2 millones de hectáreas de bosque, una superficie más de 30 veces mayor que la ciudad de Nairobi, de seis millones de habitantes y sede del Pnuma.
Aunque cientos de corporaciones se comprometieron a cero deforestaciones para 2030, las inversiones en cadenas de suministro sostenibles siguen siendo mínimas.
El informe recalca la urgencia de conciliar el desarrollo económico con la protección forestal. Recomienda priorizar la financiación para la protección forestal como un enfoque altamente rentable.
Para ello, considera necesario redirigir los flujos financieros lejos de las actividades relacionadas con la deforestación, y realinear los incentivos fiscales y políticos con los objetivos de seguridad alimentaria y sostenibilidad.
Otro informe del Pnuma, “Bosques de alto riesgo, retornos de alto valor: Una evaluación de cobeneficios para los tomadores de decisiones”, examina la importancia de conservar los bosques tropicales con alto riesgo de deforestación, que abarcan alrededor de 391 millones de hectáreas.
El estudio destaca que estos bosques, los que corren mayor riesgo de perderse, también se encuentran entre los más esenciales para las personas y el planeta. Cerca de esos bosques viven unos 215 millones de personas, y de ellas 51 millones en los bosques que están en riesgo de perderse.
La protección de esos bosques, recuerda el Pnuma, previene importantes emisiones de carbono y ofrece múltiples beneficios colaterales, como la regulación del agua y el suelo, el reciclaje de las precipitaciones y la polinización.
También la seguridad alimentaria y el sustento de 25 millones de personas en situación de pobreza material que dependen de la leña y otros productos no madereros que obtienen directamente del bosque.
El informe destaca que estos servicios ecosistémicos son particularmente cruciales para las mujeres y los pueblos indígenas, cuyo bienestar y resiliencia están estrechamente vinculados a los recursos forestales.
La conservación de estos bosques, que cubren unos 391 millones de hectáreas, una superficie comparable a la de la Unión Europea, también ayuda a evitar daños relacionados con el clima equivalentes a 81 000 millones de dólares al año.
Entre 10 y 14 % de la lluvia reciclada por los bosques mantiene el flujo de los ríos y el agua disponible para las personas, las explotaciones agrícolas y la energía.
Cada año, estos bosques retienen alrededor de 2,3 millones de toneladas de nitrógeno, equivalente al uso anual de fertilizantes en Canadá, lo que previene la contaminación por nutrientes nocivos que puede provocar la proliferación de algas, matar peces y contaminar el agua potable.
También evitan que 527 millones de toneladas de tierra y sedimentos lleguen a los ríos, lo que equivale a llenar 150 000 piscinas olímpicas de lodo. Eso ayuda a mantener limpios los ríos y protege los embalses, canales de riego y presas hidroeléctricas de obstrucciones y daños.
Entre las recomendaciones del informe está empoderar a las comunidades cercanas a los bosques, en particular a las mujeres y a los pueblos indígenas, como guardianes de esos paisajes, con derechos garantizados y acceso equitativo a los beneficios.
En general, los gobiernos deberían integrar los bosques en las estrategias climáticas nacionales, los planes de desarrollo y los marcos de resiliencia, reconociendo su papel como infraestructura natural crítica que aporta múltiples beneficios, concluyó el informe del Pnuma.
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