COLUMBUS, Estados Unidos – Tenía la esperanza de asistir en persona a la 30 Conferencia de las Partes (COP30) de este año sobre ambio climático, para estar junto a otros líderes indígenas y defender los derechos de nuestras comunidades.
Sin embargo, debido al proceso de asilo político que tengo en curso ante el tribunal de inmigración de los Estados Unidos, no es aconsejable que salga del país hasta que se tome una decisión definitiva. Aunque no pueda estar allí físicamente, mi voz, y las voces de aquellos a quienes represento, siguen estando firmemente presentes en este diálogo.
La fundación de Land Rights Defenders nació de una profunda convicción: que los pueblos indígenas, a pesar de ser los guardianes más eficaces de la biodiversidad, se ven excluidos con demasiada frecuencia de las decisiones que determinan el futuro de nuestras tierras.
Nuestros territorios albergan más de 80 % de la biodiversidad que queda en el mundo, no por intervenciones externas, sino por siglos de cuidadosa gestión basada en el respeto, la reciprocidad y la resiliencia.
No protegemos la tierra porque sea un recurso. La protegemos porque es sagrada.
Los derechos sobre la tierra son derechos climáticos
Las pruebas son claras: cuando las comunidades indígenas tienen una tenencia segura de la tierra, las tasas de deforestación disminuyen, la biodiversidad prospera y el carbono se almacena de manera más eficaz.

En la Amazonia y en toda África, las tierras gestionadas por los indígenas superan incluso a las áreas protegidas por el Estado en cuanto a la preservación de la cubierta forestal y la absorción de carbono.
Sin embargo, estas tierras están bajo amenaza constante: de las industrias extractivas, los proyectos de infraestructura e incluso los esfuerzos de conservación mal orientados.
Con demasiada frecuencia, las soluciones climáticas se imponen sin consentimiento, desplazando a las personas en nombre del progreso.
Como he dicho antes, «para las comunidades indígenas, los derechos sobre la tierra no son solo una cuestión legal, sino la base misma de nuestras culturas, nuestros medios de vida y nuestro futuro».
Una historia de esperanza e impacto
Una de las victorias más significativas que hemos logrado en Land Rights Defenders fue nuestra exitosa intervención en el Área Conservada por la Comunidad Indígena Benimasi-Boadi, en Ghana.
Esta tierra ancestral, administrada por la familia real Huahi Achama Tutuwaa, descendientes del rey Osei Tutu I, se veía amenazada por la explotación no autorizada y el acaparamiento institucional de tierras.
Este caso es especialmente personal para mí. La comunidad Benimasi-Boadi forma parte de mi linaje ancestral, y ser testigo de las amenazas a sus tierras sagradas fue uno de los motivos que me impulsaron a fundar Land Rights Defenders.
Presentamos datos espaciales y un estudio de caso formal al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) a través del Pnuma-WCMC, abogando por la aplicación del consentimiento libre, previo e informado. Esta acción contribuyó a que se reconocieran internacionalmente los derechos de la comunidad y se detuviera la invasión.
También apoyamos a la comunidad en la apelación de una sentencia sesgada influenciada por el Consejo Tradicional de Kumasi y presentamos una denuncia de procedimiento especial ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en busca de reparación para las víctimas de violaciones de los derechos humanos por parte de las autoridades locales y las fuerzas policiales.
No se trató solo de una victoria legal, sino también cultural y espiritual. Se reafirmó el derecho de la comunidad a proteger su patrimonio sagrado y se inspiró una defensa más amplia de la aplicación de la Ley de Tierras de Ghana de 2020 (Ley 1036), que seguimos defendiendo en la actualidad.
La financiación climática debe llegar al terreno
Cada año se prometen miles de millones para la acción climática, pero menos del 1 % llega a las iniciativas lideradas por los indígenas. Esto no solo es injusto, sino también ineficaz.
Los pueblos indígenas hemos demostrado una y otra vez que sabemos cómo proteger nuestro medio ambiente. Lo que necesitamos es apoyo directo, no intermediarios.
La financiación climática debe reestructurarse para empoderar a las comunidades indígenas como responsables de la toma de decisiones. Necesitamos una financiación flexible que respete nuestros sistemas de gobernanza y apoye nuestras soluciones.
De la consulta al consentimiento
He visto cómo los gobiernos y las empresas «consultan» a las comunidades indígenas después de haber tomado ya las decisiones. Esta práctica viola el principio del consentimiento libre, previo e informado, consagrado en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y Tribales.
Debemos ir más allá de la inclusión simbólica. Las comunidades indígenas deben tener el poder de decir no a los proyectos que amenazan nuestras tierras, nuestras culturas y nuestro futuro.
El conocimiento indígena es sabiduría climática
Nuestros sistemas de conocimiento no son reliquias del pasado, sino planos para el futuro. Desde las quemas controladas en Australia hasta la recolección de agua en los Andes, las prácticas indígenas ofrecen estrategias probadas a lo largo del tiempo para la adaptación al clima y la resiliencia.
Como dijo la bisabuela Mary Lyons, del pueblo ojibwe, en la COP28, celebrada en Dubái en 2023: «Debemos ser buenos cuidadores y no malos propietarios. No se trata solo de los pueblos indígenas, sino de todos los seres humanos. Se trata de toda la vida vegetal, de todos los cuerpos de agua, de nuestros parientes del cielo. Todos estamos relacionados».
Debemos proteger el conocimiento indígena de la apropiación indebida y garantizar que las alianzas se basen en el respeto mutuo. Nuestra ciencia es igual a la ciencia occidental, y nuestras voces deben ser escuchadas, en la lección de la representante del pueblo que habita en el sur Canadá y medio oeste de Estados Unidos.
Un llamado a la acción
Para garantizar que la justicia climática sea más que un eslogan, insto a los negociadores de la COP30, que tendrá lugar en la ciudad de Belém, en la Amazonia brasileña, a los gobiernos y a la sociedad civil a que adopten las siguientes medidas:
● Garantizar los derechos territoriales indígenas mediante el reconocimiento y la protección legales.
● Garantizar el acceso directo a la financiación climática para las iniciativas lideradas por los indígenas.
● Incorporar el Consentimiento Libre, Previo e Informado de los pueblos indígenas en todos los acuerdos y mecanismos relacionados con el clima.
● Elevar el liderazgo indígena en los espacios de toma de decisiones, no solo en los eventos paralelos.
● Proteger los sistemas de conocimiento indígenas mediante asociaciones éticas y equitativas.
Al reflexionar sobre mi trayectoria, desde mi huida de la persecución en Ghana hasta la creación de un movimiento global por los derechos territoriales indígenas, recuerdo que la resiliencia no nace de la comodidad, sino de la convicción.
Aunque nuestro trabajo actual se centra en la comunidad de Benimasi-Boadi debido a los recursos limitados, esperamos ampliar esta misión a otras comunidades a medida que trabajamos para garantizar una financiación sostenible.
Aunque no pueda estar presente en persona en la COP30, estoy allí en espíritu, con los ancianos que me enseñaron a escuchar la tierra, los jóvenes que llevan adelante nuestro legado y los aliados globales que creen que la justicia debe comenzar por aquellos que han protegido la Tierra durante más tiempo.
Que esta sea la COP en la que las voces indígenas no solo se escuchen, sino que se tengan en cuenta.
T: MF / ED: EG







