NACIONES UNIDAS – Treinta años después de la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Beijing, la determinación que definió y unió al mundo en torno a una agenda global para la igualdad de género sigue siendo igual de relevante en 2025.
La Conferencia de Beijing, o Pekín, celebrada entre el 4 al 15 de septiembre de 1995 en la capital china, representó un punto de inflexión para el movimiento mundial en favor de la igualdad de género. Se caracterizó por la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, que sigue siendo un documento histórico por presentar un plan integral para lograr la igualdad de género.
La Conferencia de Beijing fue solo «una parada en un largo y continuo viaje de defensa del feminismo», afirmó Sia Nowrojee, defensora de los derechos de las mujeres kenianas con más de 30 años de experiencia.
«Aunque han pasado treinta años, sigue siendo absolutamente relevante. Fue la culminación de veinte años de defensa y igualdad de género», dijo Nowrojee, presidenta adjunta de la división de Estrategia para Niñas y Mujeres de la Fundación de las Naciones Unidas.
La Conferencia de Beijing fue la primera vez que la comunidad internacional integró la igualdad de género en la agenda mundial de desarrollo y derechos. Se reconoció que garantizar los derechos y la dignidad de todas las mujeres y niñas sería fundamental para lograr un desarrollo generalizado. Esto fue clave para los países que habían surgido en la era poscolonial.

El liderazgo de las defensoras del Sur global fue fundamental para el Programa de Acción de Beijing. Los representantes de África, Asia y América Latina impulsaron las medidas que hacen que el marco sea tan inclusivo como lo es. Nowrojee puso como ejemplo el reconocimiento de los derechos de las niñas gracias a los esfuerzos de las feministas africanas en el período previo a Beijing.
Hibaaq Osman, activista somalí de derechos humanos y fundadora de El Karama, considera que las activistas del Sur Global estaban especialmente preparadas para participar, ya que habían vivido las grandes convulsiones políticas de sus países contra el colonialismo y el racismo.
Osman asistió a Beijing 1995 como parte del Centro de Iniciativas Estratégicas de las Mujeres, una red de la sociedad civil africana.

«Para mí, como mujer joven, me impactó mucho lo que escuché. Me criaron creyendo que todo era privado. Pero escuchar a una mujer hablar por sí misma y compartir cosas que nunca pensé que se pudieran compartir con otras personas, incluida la violencia contra las mujeres… Me abrió los ojos y me hizo darme cuenta de que, en realidad, puedo compartir cosas con otras mujeres», explicó Osman a IPS.
Para Osman, la conferencia de Beijing representó las posibilidades de lo que se podía lograr mediante una agenda compartida y un sentido común de esperanza.
La energía única de esa conferencia impulsó su labor de defensa a través de grupos como la Iniciativa Estratégica para las Mujeres en el Cuerno de África (Siha, en inglés) y luego El Karama, que trabaja para poner fin a la violencia contra las mujeres en la región árabe y Sudán del Sur.

La conferencia de Beijing de hace 30 años también generó la expectativa de que los gobiernos y los responsables políticos rindieran cuentas si no aplicaban el Programa de Acción.
«Eso nunca había ocurrido antes. Por primera vez existía un mecanismo…», dijo Osman. «Se puede exigir responsabilidades a los gobiernos y a los responsables políticos. Pero también se tiene la conexión con las bases. Ya no era la mujer individual la que podía afirmar que era la líder, sino que había que rendir cuentas ante el propio pueblo. Creo que todo eso fue fantástico», aseguró.
«Creo que el legado de Beijing 1995, sinceramente, nos dejó el legado de salir de nuestros rincones y abrirnos al resto de las mujeres. Y creo que esa visión, ese marco, sigue funcionando», añadió.

El éxito de las conferencias sobre la mujer también demostró el papel de las Naciones Unidas como espacio para impulsar el movimiento por la igualdad de género, señaló Nowrojee. Las Naciones Unidas también han servido de plataforma para que los países emergentes planteen sus problemas a la comunidad internacional y configuren las agendas mundiales según sus propios términos.
Antes de Beijing, la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer se había celebrado en Nairobi (1985), Copenhague (1980) y Ciudad de México (1975). Estos también fueron foros clave para que personas de todas partes del mundo establecieran relaciones y se produjera un «intercambio de ideas y experiencias», sentando las bases para lo que más tarde se logró en Pekín.
Nowrojee tenía 18 años cuando asistió a la Conferencia de Nairobi de 1985 como parte de una delegación escolar y juvenil. La experiencia fue formativa, ya que pudo escuchar a las activistas de la región impartir su sabiduría y sus conocimientos.
«Ver a las mujeres del mundo venir a mi casa y hablar sobre la importancia que teníamos cambió mi vida», afirmó Nowrojee. «Hice amigas con las que sigo trabajando y a las que sigo queriendo y viendo hoy en día. Y creo que hay una parte personal que, además de ser un apoyo personal, es una parte fundamental de la construcción del movimiento feminista», agregó.
Cada conferencia generó un impulso que no daba señales de ralentizarse. Osman y Nowrojee explicaron que, a medida que se lograban avances a nivel local, nacional y mundial, esto animaba a los miembros del movimiento a actuar con urgencia y a ir más allá. Esto les proporcionó los espacios necesarios para aprender a perfeccionar los mensajes para los contextos locales.

Cabe destacar los avances hacia la igualdad de género: la codificación de los derechos de las mujeres en todo el mundo y su mayor participación en la política y en las negociaciones de paz. Las pruebas demuestran que invertir en la participación de las mujeres en la sociedad a través de la salud, la educación y el empleo conduce al crecimiento económico y la prosperidad.
Un mayor número de mujeres en la población activa significa mayores beneficios económicos y estabilidad. El aumento de las protecciones sociales para las mujeres conduce a una mayor estabilidad en las comunidades.
Sin embargo, este impulso ha sufrido un retroceso. En los últimos años han cobrado fuerza los movimientos contrarios a los derechos y al género, junto con un aumento de los intentos de privar a las mujeres de sus derechos. ONU Mujeres ha advertido de que uno de cada cuatro países está registrando un retroceso en los derechos de las mujeres.
Nowrojee señaló que los líderes autocráticos que defienden estos movimientos se centran en los derechos de las mujeres porque amenazan su propia agenda.
«Si se silencia a la mitad de la familia humana y se obstaculiza su capacidad para tomar decisiones sobre sus cuerpos, para participar en el proceso político… estas son formas muy, muy eficaces de socavar la democracia, el desarrollo, la paz y el logro de todos los objetivos y valores que apreciamos», expresó.
Osman añadió que «entienden que si se derriba a las mujeres, se derriba a la sociedad, porque las mujeres son el núcleo de la sociedad».
Los movimientos modernos también están bien financiados y organizados. Pero hay una ironía en ello, ya que utilizan las mismas tácticas que los movimientos feministas han estado utilizando durante décadas, organizándose a nivel de base antes de trasladar su influencia al ámbito nacional y más allá.
Pero esto no debería ser motivo de desesperación para los activistas. En cambio, deberían comprender, señalaron Osman y Nowrojee, que las mujeres en este ámbito ya saben qué medidas hay que tomar para recuperar el impulso perdido.
«Estoy segura de que Sia, yo y muchas otras personas que formamos parte de eso también estamos pensando en el presente y en lo que está sucediendo, y sabemos que el espacio para la sociedad civil se está reduciendo», afirmó Osman.
Reconoció que «el espacio para la democracia, los derechos humanos, la justicia, los derechos reproductivos, para todo eso, está sufriendo un retroceso absoluto. Pero eso no nos va a frenar».
«Simplemente vamos a ser más sofisticadas y nos preguntaremos: ‘¿Dónde están los obstáculos, cómo construimos… grupos de apoyo diversos?’… Así que es difícil, pero no vamos a reducir el ritmo en absoluto», concluyó.
T: MF / ED: EG